Durante muchos años Vicálvaro fue un municipio famoso por sus minerales, su pan y por haber sido escenario, en el siglo xix, de La Vicalvarada, un levantamiento militar liderado por Leopoldo O’Donnell. Pero todo cambió el 20 de octubre de 1951, cuando se anexionó a la capital, convirtiéndose así en una nueva demarcación de la misma.

Para celebrar el 60 aniversario de tal fecha, los escritores Lourdes Sánchez y Valentín González acaban de publicar el libro Vicálvaro 1890-1975 (Editorial Temporae, 16,90 euros), donde se repasa, foto a foto, la historia de este distrito del sureste madrileño.

Así se puede conocer de primera mano el aspecto que tenía esta villa en los siglos XIXy XX, con sus ermitas, fuentes, colegios y palacios. Hoy solamente queda en pie un edificio de los muchos que refleja el libro: la parroquia de Santa María la Antigua con su mastodóntica torre. Por ejemplo, su Casa Consistorial, que durante décadas fue el centro neurálgico de la localidad, fue derruida con dinamita en 1974.

Vicálvaro, que en la actualidad tiene 73.000 habitantes, era conocido en el siglo XIX por su cuartel de artillería, primera sede de caballería de la Guardia Civil (que hasta contaba con un zoo) y por el famoso tren de Arganda "que pita más que anda", como se decía en la época, ya que, según cuentan las crónicas, iba lento en las cuestas, chirriaba emitiendo pitos, y los viajeros podían bajarse a coger uvas de los viñedos que se divisaban en la lejanía para luego volver a montarse en la locomotora y seguir el viaje tranquilamente.

En los años 20 del siglo pasado la historia de Vicálvaro dio un vuelco de 180 grados después de que se instalara en el municipio la fábrica de cemento Portland-Valderrivas, convirtiéndose en el punto más importante de la vida económica del municipio, hasta entonces eminentemente agrícola. Tal era la importancia de esta empresa que incluso llegó a construir una colonia con colegio propio y piscina para todos sus trabajadores.