Los islamistas salen triunfantes en las elecciones legislativas de Marruecos

  • Como ocurriese en Túnez, los islamistas moderados se hacen con más poder después de un año marcado por revueltas en las calles.
  • La "primavera árabe" también llegó a Marruecos el pasado febrero, aunque hay divisiones sobre la comparación con otros países como Túnez o Egipto.
  • En Egipto son muchos los que apuestan también por un espaldarazo en las urnas a los islamistas.
  • En Marruecos, el PJD gana las elecciones y proclama su admiración por el "modelo turco".
Dos mujeres tapadas con velo votan en un colegio electoral en Marraquech.
Dos mujeres tapadas con velo votan en un colegio electoral en Marraquech.
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Dos mujeres tapadas con velo votan en un colegio electoral en Marraquech.

El partido islamista marroquí Justicia y Desarrollo (PJD) ha ganado las elecciones legislativas del viernes, según datos definitivos hechos públicos este domingo por la Comisión Nacional del Censo.

De los 395 escaños de la Cámara de Representantes, el PJD consigue 107 escaños (equivalentes al 27% del total). Para asegurarse la mayoría absoluta de 198 escaños, el PJD tendría que buscar alianzas con alguno de los numerosos partidos que entran en la Cámara.

Marruecos no es la excepción

Con los resultados de las elecciones de este viernes, Marruecos se convierte en uno más de los países árabes donde unas elecciones son ganadas por un partido islamista, como ya ha sucedido en Túnez y probablemente suceda en Egipto.

Durante décadas, se ha utilizado en el país, desde la derecha y la izquierda, la tesis de "la excepción marroquí" para recordar que en Marruecos no cabe emplear los mismos argumentos que en los demás países árabes por razones históricas y por la particularidad de la monarquía.

Sin embargo, las cadenas de televisión árabes, que se siguen en Marruecos con la misma fruición que en Jordania o Irak, el ascenso de los partidos de referencia islámica y la emergencia de generaciones jóvenes más influidas por modas y corrientes árabes que europeas indican más bien lo contrario.

La tan cacareada "primavera árabe" también llegó a Marruecos el pasado febrero, con su lote de manifestaciones callejeras y de exigencia de mayor democracia. Y como en los demás países, este fenómeno aguantó el verano y también el otoño, pues el movimiento democratizador, bautizado como '20 de febrero', ha conseguido tener una presencia no masiva pero sí continuada en casi todas las ciudades grandes y medianas del país y ha encabezado un "frente del boicot" en las elecciones de este viernes.

Como recordaba recientemente el profesor de Ciencias Política Mohamed Madani, hay en los últimos años, y particularmente en los últimos meses, un cambio fácilmente perceptible en la sociedad marroquí: la menor tolerancia a la corrupción y una relación más equilibrada del ciudadano con el Estado que ya no se basa únicamente en el miedo.

En esto, tampoco Marruecos es la excepción. Madani añadía que todos los países árabes, y no solo Marruecos, han utilizado el pretexto de su "excepcionalidad" para bloquear y retrasar la democracia, arguyendo razones religiosas, étnicas, de seguridad o geoestratégicas para justificar la necesidad de regímenes autoritarios. Marruecos fue el único país árabe que no cayó bajo el Imperio Otomano, y es el país donde una "gran minoría" étnica no árabe, en este caso los bereberes, ha mantenido su identidad cultural y lingüística a lo largo de los siglos.

¿Modelo turco para Marruecos?

Curiosamente, el partido que se alzó con la victoria en las elecciones de este viernes proclama su admiración por el "modelo turco", y hasta su nombre (Partido Justicia y Desarrollo, PJD) es exactamente igual que el partido en el gobierno en Turquía. También en esto el PJD se parece a otros movimientos islamistas árabes, como el tunecino Al Nahda, que no ha ocultado sus coincidencias con el partido de Recep Tayyep Erdogan en un modelo que los islamistas gustan de comparar con el de los partidos democristianos europeos.

Este modelo consiste básicamente en el respeto inequívoco de las formas democráticas y la legitimidad de un estado con instituciones civiles, junto a la protección o el fomento de la identidad islámica en la sociedad.

Sin embargo, también en estos días algunos analistas han alertado contra esa "fácil asimilación" entre modelos que parten de circunstancias muy diferentes: si los turcos de Erdogan trabajan por "islamizar" un estado que se proclama laico, en Marruecos el estado nunca fue laico y el Rey, que detenta la mayor parte de poderes civiles, tiene al mismo tiempo la autoridad religiosa. Tradicionalmente, el Palacio se apoyó siempre en el Marruecos rural (fundamentalmente bereber) para asentar su poder y lograr su legitimidad, pero el Marruecos urbano cada vez tiene más peso y es aquí donde el PJD tiene mucho más predicamento, en línea una vez más con lo que sucede en la órbita árabe.

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