[IFFR 2019 #1] 'High Life' y 'The Mountain': cine de padres

Claire Denis y Rick Alverson navegan las turbulentas aguas de la paternidad (o las figuras paternas) en dos películas tan atrevidas como deliciosas para los sentidos.
[IFFR 2019 #1] 'High Life' y 'The Mountain': cine de padres
[IFFR 2019 #1] 'High Life' y 'The Mountain': cine de padres
[IFFR 2019 #1] 'High Life' y 'The Mountain': cine de padres

[En la edición de 2019 del Festival Internacional de Cine de Rotterdam que se celebró del 23 de enero al 3 de febrero tuvimos la oportunidad de disfrutar de muchas citas cinematográficas estimulantes entre proyecciones, masterclasses, coloquios y encuentros. A partir de su caudalosa programación hemos armado tres programas dobles para reflexionar sobre la paternidad, la maternidad y la búsqueda].

Claire Denis, que en Rotterdam además de presentar High Life (con emocionante recuerdo incluido a su amigo Jonas Mekas, fallecido pocos días antes) dio una ilustrativa masterclass sobre su particular manera de entender el cine, ha dicho en varias ocasiones que su personal incursión en la ciencia-ficción vino motivada por una imagen muy concreta. La estampa de un hombre con un bebé, solos en medio de un espacio infinito.

Las primeras imágenes de High Life llevan hasta esa situación de manera oblicua pero firme con planos de la vegetación cultivada dentro de la nave espacial donde viajan Robert Pattinson y un bebé. La pequeña, que se llama Willow, espera parlanchina y risueña dentro del vehículo mientras el astronauta realiza reparaciones en el exterior. Están ellos dos solos en el mundo.

https://www.youtube.com/embed/AtOwfo1ypOwA través de un particular acordeón narrativo que estira y concentra tiempos, Denis nos cuenta cómo han llegado ambos a esa situación y lo que les espera por delante. Pattinson formaba parte de un grupo de presidiarios a quienes se conmutó la pena de cadena perpetua por formar parte de una misión espacial a la búsqueda de energía alternativa dentro de un agujero negro. Esa tripulación incluía a Juliette Binoche como científica obsesionada con la fertilidad y la reproducción; lo pasajeros eran conejillos de indias de sus experimentos mientras una oscura cabina de placer equipada con un impetuoso dildo mecánico se encargaba de proporcionar placer a todos.

En última instancia, más allá del deambular de cuerpos encerrados y la presencia en pantalla de absolutamente todos los fluidos capaces de ser segregados por el ser humano (haz la cuenta), y a pesar de las duras imágenes de violencia física, High Life despunta como una de las películas más tiernas y emotivas de la cineasta francesa. Como es costumbre en la autora de Nénette et Boni, la progresión y el arco dramático de su protagonista no se muestra de manera evidente, y hay mucho más sifnificado en los movimientos del personaje de Pattinson que en sus líneas de diálogo, pero al final del relato transciende la transformación de un muchacho taciturno con ataques de agresividad en una figura paterna comprensiva, claudicante y cariñosa.

Solo han hecho falta la creación de una vida ajena y las paredes de un agujero negro para lograrlo. La canción de los créditos finales, Willow, compuesta por el infalible Stuart Staples, se la canta el propio Robert Pattinson a su hija de la película.

https://www.youtube.com/embed/befNfe5a3iQLa misma afinidad que Claire Denis por progresiones narrativas no evidentes ni trazadas con tiralíneas la comparte el estadounidense Rick Alverson, quizás una de las figuras más peculiares del cine al margen de Hollywood. De una sensibilidad demasiado extraña y arisca como para que sus no-comedias The Comedy (2012) y Entertainment (2015) se integraran en la corriente comercialmente fagocitable del indie, Alverson sigue abriendo su propio camino con The Mountain, estrenada en el Festival de Venecia.

En The Mountain, Alverson se lanza a la recreación de época componiendo encuadres en formato cuadrado para contar una historia ambientada en California durante los años 50. También se trata de un relato sobre la paternidad; o, con mayor exactitud, sobre lo mucho que puede costar abandonar la tutela de ciertas figuras paternas para entonar una voz propia que quizás vaya contra los discursos institucionales del momento. Sobre todo, cabe añadir, si eres una mujer.

No obstante, el protagonista de The Mountain es masculino. Interpretado por Tye Sheridan, Andy es un chico tímido y extremadamente callado que vive con su padre (gran Udo Kier), instructor de patinaje femenino sobre hielo, en un ambiente de puritana represión sexual. Cuando dicha figura paterna sale de escena, entra un amigo suyo para sustituirlo: el magnético doctor Wallace Fiennes, una de las mejores actuaciones de un Jeff Goldblum siempre propulsado por megatones de carisma. Este médico se dedica a practicar lobotomías y recluta a Andy para que tome fotos de sus pacientes.

Alverson sigue de manera pausada su tour por diversos sanatorios psiquiátricos de la costa californiana, con estampas donde la quietud y la pulcra fotografía color crema marchita del mexicano Lorenzo Hagerman se funden con la brutalidad de la intervención y la sospecha de que el doctor Fiennes tiende a practicarla principalmente en mujeres y pacientes de raza negra. La irrupción en la historia de una muchacha (Hannah Gross) y su desquiciado padre (Denis Lavant, todo el mundo en pie) certifica que son los espíritus libres y contestatarios los más propensos a recibir tratamientos correctivos; es el propio Lavant, propenso a lanzar monólogos en inglés, francés y gesticulación de maracas, quien pide al doctor que lobotomice a su hija.

Como ocurre con High Life, las imágenes finales de The Mountain presentan a sus protagonistas en compañía femenina y de cara a un porvenir particularmente luminoso pero incierto. Uno asumiendo el rol paterno, otro habiéndose librado de su yugo. No se puede decir que lo hayan logrado sin afrontar experiencias traumáticas, pero nadie dijo que dar(se) a (la) luz fuera a ser fácil.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento