«Si ganas en Mónaco, baila unas sevillanas»

Miles de seguidores jalearon al asturiano, campeón del mundo de Fórmula 1, durante su exhibición por las calles de Sevilla.
Fernando Alonso con el Renault RS 25 (V10) que sirvió en 2005 para darle el título de Campeón del Mundo de Fórmula Uno.
Fernando Alonso con el Renault RS 25 (V10) que sirvió en 2005 para darle el título de Campeón del Mundo de Fórmula Uno.
Kako Rangel
Fernando Alonso con el Renault RS 25 (V10) que sirvió en 2005 para darle el título de Campeón del Mundo de Fórmula Uno.
280.000 espectadores. Alonso paralizó Sevilla y regaló trompos, derrapes, velocidad al límite y ruido. Todo valía para ver al Campeón del Mundo de Fórmula Uno.En los árboles, marquesinas, semáforos, farolas, coches, camiones, vallas, escaleras traídas de casa y, a cabrito, se subieron los aficionados. Pese al madrugón, no hubo sitio para todos. A las 6 horas ya había gente. Y a las 10, ya no cabía un alfiler.

Los accesos a las avenidas se colapsaron. Las altas medidas de seguridad obligaron a los seguidores a dar vueltas hasta poder situarse en los 1.250 metros del recorrido. Faltó señalización para los peatones, avituallamiento para hacer frente al calor (100 lipotimias) y gradas. Sólo había en la zona VIP. Falló la pantalla de la Glorieta de Méjico. Eso sí, no faltó cariño, palmas y pancartas como ésta: «Si ganas en Mónaco, baila unas sevillanas».

Jesús Venegas. 11 años. «Antes no conocía a Fernando Alonso, pero me aficioné cuando ganó el año pasado. He visto todas las carreras en la tele con mis hermanos. Me gustaría verlo en Brasil. Michael Schumacher siempre le está pisando. Para ganar necesita muchas poles».

María del Carmen Díaz. 20 años. «Aunque lo sigo de vez en cuando, más que el deporte he venido a verlo a él. Es un poco bajito, pero muy guapo. Creo que este año será de nuevo campeón del mundo. Me encantaría ir a verlo a Mónaco».

Francisco Armayones. 40 años. «Nos hemos levantado a las ocho. Venimos de Villanueva de San Juan, a 100 km de Sevilla. La organización es de vergüenza. Sólo escuchamos el ruido de los motores. Nos vamos a un bar a verlo fresquitos».

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