10 películas caníbales para chuparse los dedos

Con 'Caníbal' y 'Omnívoros', el cine español le ha cogido el gustillo a la carne humana. Te ofrecemos una selección de filmes para completar el menú. Por YAGO GARCÍA
10 películas caníbales para chuparse los dedos
10 películas caníbales para chuparse los dedos
10 películas caníbales para chuparse los dedos

Ya casi estamos seguros de que es cosa de la crisis: al fin y al cabo, cuando escasea el pecunio y hay que buscarse la vida, uno acaba poniendo cualquier cosa en su plato (más aún si tiene una familia que alimentar). En cualquier caso, el cine español parece haber encontrado un nuevo tema de referencia, y ese tema es la antropofagia. Mientras Caníbal se lleva aplausos en Toronto y es preseleccionada para el Oscar, esta semana tenemos el estreno de Omnívoros, un filme de terror también centrado en el noble hábito de devorar carne humana. Nosotros sabemos que, aunque este manjar no suela hallarse en los comercios del ramo, siempre podremos degustarlo en películas de toda clase y condición. Si tras verlas te pica la curiosidad y quieres darle gusto a tu paladar, tranquilo: tal y como está la cosa, sólo tendremos que darle tiempo al tiempo.

La matanza de Texas (T. Hopper, 1974)

Tipo de menú: campestre y tradicional. Dedicados durante generaciones al noble oficio de matarifes, la familia de 'Caracuero' (Gunnar Hansen) se obstina en mantener sus hábitos dietéticos y sus costumbres, como aquella que asigna al abuelo (John Dugan) el privilegio de rematar a la adolescente de turno. La sólida sencillez de su recetario les permitió expandir su negocio a otros ámbitos, como el de los parques de atracciones (La matanza de Texas 2, 1986, con Dennis Hopper como adversario de excepción), mientras que el negocio, modernizado en forma de remake (2003) generó una precuela: La matanza de Texas: El origen (2006).

Holocausto caníbal (R. Deodato, 1980)

Tipo de menú: selvático y fraudulento. ¿Qué ocurre cuando un falso documental sale demasiado bien? Pues que el director acaba ante los tribunales, tratando de demostrar que los hechos de su filme no son auténticos: ese fue el aciago destino de Ruggero Deodato tras estrenar Holocausto caníbal. Mostrando la contundente (y gastronómica) venganza de una tribu de la Amazonia contra un equipo de antropólogos, algo psicópatas ellos, el cineasta italiano no sólo se ganó un proceso judicial, sino que también entregó el epítome de las denominadas 'películas caníbales', un subgénero de la serie B con exponentes tan apetitosos como Caníbal feroz, La montaña del dios caníbal y ¡Comidos vivos!.

Sexo caníbal (J. Franco, 1980)

Tipo de menú: económico y entrañable. Lector, si quieres una prueba de que nuestro añorado 'Tío Jess' era un grande entre los grandes, plantéate esto: ¿qué otro director podría haber firmado, en el mismo año y sin despeinarse, tres películas tituladas Sexo caníbal, Mondo Cannibale y Terror caníbal -este último, como guionista-? Pues está claro, sólo él. Por supuesto, el filme que nos ocupa contiene un revoltijo culinario en el cual caben chicas ligeras de ropa, mercenarias ninfómanas, mercenarios de virilidad inagotable, perversiones varias y un devorador de carne humana que atiende, en la versión española, por el sonoro nombre de Mandingo. ¿Se la habrá puesto Tarantino a Jamie Foxx?

Delicatessen (J. P. Jeunet-M. Caro, 1991)

Tipo de menú: laboral y postapocalíptico. Una década antes de hacerse famoso gracias a los mohines de Amélie (2001), Jean-Pierre Jeunet cosechó su primer éxito europeo gracias a este híbrido de comedia vecinal, romance terrorífico y slapstick absurdo. Propietario de un edificio de viviendas, y presidente de la comunidad de vecinos, el carnicero Jean-Claude Dreyfuss mantiene bien provisto su mostrador a base de asesinar y trocear a sus empleados. Algo que, si bien da pie a una ración de escenas formidables (como esa sesión de sexo cuyo ritmo se contagia al inmueble entero), también nos da algo de yuyu a día de hoy: tal y como está el panorama, vete a saber cuántos empresarios se plantearían seguir su ejemplo.

¿Y si nos comemos a Raoul? (P. Bartel, 1982)

Tipo de menú: marital y conservador. Titán donde los haya de la serie B gamberra (suyos son clásicos como La carrera de la muerte del año 2000 y Escena de la lucha de sexos en Beverly Hills), Paul Bartel filmó su mejor película como director partiendo de una premisa que, en sí misma, vale su peso en entrecôts: un matrimonio encuentra una fuente de ingresos extra atrayendo a aficionados al intercambio de parejas, para luego liquidarles (a sartenazos) y quedarse con su dinero. "¿Y el canibalismo?", preguntaréis. Pues en ese factor interviene el Raoul del título, un cerrajero hispano de preocupante hiperactividad amatoria, gracias al cual los protagonistas cumplirán por fin su sueño de abrir un restaurante...

El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (P. Greenaway, 1989)

Tipo de menú: cosmopolita y refinado. Reconocemos que las anteriores propuestas de este informe son el equivalente a un almuerzo en un bar de barrio: sustanciosas, sí, pero con poco chic. De ahí que, si tu paladar es más refinado, te proponemos esta cena de gala servida por el chef más exquisito del Reino Unido, y con compañeros de mesa tan elegantes como Michael Gambon (el ladrón), Helen Mirren (su mujer) y Alan Howard (la voz del Anillo Único en El Señor de los anillos, aquí en funciones de amante). Todo ello amenizado con música de Michael Nyman, y presentando una carta que sonrojaría, por lo sofisticado, a Ferrán Adrià.

¡Viven! (F. Marshall, 1993)

Tipo de menú: deportista y auténtico. La historia de esta película, recogida en un reportaje por el periodista Piers Paul Read, es bien conocida: en 1971, un equipo de rugby uruguayo tuvo que recurrir a la antropofagia (o, mejor dicho, a la necrofagia) para sobrevivir tras un accidente de avión en los Andes. Centrándonos en lo estrictamente fílmico, y con todo nuestro respeto a los supervivientes, reconozcamos que el filme presenta una oferta culinaria de lo más apetitosa, con Ethan Hawke como plato fuerte. Por otra parte, dado el entorno, uno no debe preocuparse por que la carne se eche a perder.

Ravenous (A. Bird, 1999)

Tipo de menú: militar y sobrenatural. Antonia Bird, cineasta que ya había causado polémica con Priest y Amor loco, es una vegetariana confesa y militante. Y no necesitamos que nadie nos lo jure tras haber visto este filme, un ejemplo de cocina de fusión que se inspira por igual en la historia de la expedición Donner (1846) y en la leyenda amerindia del Wendigo. Como la comida escasea en la Sierra Nevada (no la granadina, sino la de California) y, quieras que no, los ranchos cuarteleros son algo monótonos, un Robert Carlyle tan desmejorado como siempre persigue al capitán Guy Pearce y a sus hombres a fin de preparar un rico cocido montañés.

Sweeney Todd (T. Burton, 2007)

Tipo de menú: musical y empresarial. El barbero diabólico de Fleet Street (Johnny Depp) y su socia Helena Bonham Carter pueden parecer algo expeditivos en sus métodos, pero como ellos mismos dicen (o cantan, mejor dicho), lo suyo es una pura aplicación de la lógica capitalista. A saber: si el Londres de la Revolución Industrial es un 'sálvese quien pueda' donde seres tan siniestros como el juez Turpin (Alan Rickman) hacen y deshacen a su antojo, ¿por qué ellos no van a aplicar esas premisas a su propio negocio? Rellenos de carne de gentlemen perfectamente afeitados, los pasteles vendidos por el dúo se convierten en la sensación de la ciudad, hasta que minucias como el amor y la sed de venganza dan al traste con la iniciativa.

Cuando el destino nos alcance (R. Fleischer, 1973)

Tipo de menú: futurista y corporativo. ¿Qué ocurre si cogemos el plan de negocio de Sweeney Todd y nos lo llevamos a un mundo futurista y depauperado? Pues que todo resulta muy eficiente, dónde va a parar: en el clímax de esta película, uno de los SPOILERS más divulgados de la historia del cine, Charlton Heston descubre que el alimento económico llamado Soylent Green no está hecho con soja y lentejas, como dice la publicidad, sino mayormente de jubilados como Edward G. Robinson. Puede que esto haga al producto poco apto para vegetarianos, pero, una vez más, nosotros sospechamos que en ciertos círculos se lo ve como una buena solución al problema de las pensiones. Y, si no es así, tiempo al tiempo.

El silencio de los corderos (J. Demme, 1991)

Tipo de menú: erudito y exquisito. Sí, sabemos que le esperábais desde el principio, pero a nosotros nos gusta dejar lo mejor para el final: aquí tenemos al único e inigualable Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), psiquiatra de fama mundial apodado por razones obvias 'Hannibal el Caníbal'. Tras una primera incursión fílmica con el rostro de Brian Cox (en Manhunter, cinta de Michael Mann fechada en 1986), este señor de cultura enciclopédica y paladar exquisito se llevó de calle a Jodie Foster, a la Academia de Hollywood (cinco Oscar para la película) y al público de todo el mundo con su combinación de buenos modales y contundencia. De hecho, aunque la teleserie Hannibal haya devuelto su lustre al personaje gracias a Mads Mikkelsen, nosotros siempre desconfiaremos de una secuela discreta, por más que la firmase Ridley Scott, y de dos precuelas de calidad descendente como El dragón rojo (2002) y Hannibal: el origen del mal (2007). Donde esté el hígado de un empleado del censo con habas y vino italiano, que se quiten las franquicias y la comida rápida.

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