François Hollande es el candidato a presidente de la V República con el que el Partido Socialista Francés (PS) pretende batir al cada vez menos popular presidente, Nicolas Sarkozy, en las elecciones que se celebrarán entre abril y mayo de 2012.

Hollande, nacido en 1945 en Ruan, la capital de la Alta Normandía, es un hombre del partido, sin gran experiencia en política nacional, al que apodan l'homme tranquille.

Su oportunidad para dirigir Francia le ha llegado de rebote tras el descalabro del anterior favorito, el exdirigente del Fondo Monetario Internacional Dominic Strauss-Khan, y después de batir a cinco rivales socialistas en unas inéditas primarias abiertas a todos los ciudadanos franceses.

Ahora, Hollande asegura que sueña con convertirse en un "presidente normal", con un pacto generacional con la juventud, una reforma fiscal y otra forma de afrontar la crisis como prioridades políticas.

Considerado como la derecha de los socialistas franceses, sus estudios ya muestran una cierta ambición política. Estudió en el prestigioso Instituto de Estudios Políticos y luego en la incluso más elitista Escuela Nacional de Administración, criadero de altos funcionarios y políticos franceses.

Allí conoció a su pareja durante 30 años, la candidata en 2007 al Elíseo Ségolene Royal. Su divorció vino, como su dimisión tras 11 años como primer secretario del PS, después de la derrota de Royal frente a Sarkozy.

Diputado desde 1988, Hollande se caracteriza por tener un verbo suave, de corte centralista y muy bien armado, pero con poca capacidad para ilusionar. Hasta dentro de su propio partido lo tildan de "izquierda blanda".

Quizá consciente de ser presidenciable, Hollande ha adelgazado 10 kilos en los últimos años y ha cultivado un cierto sentido del humor en las distancias cortas con los votantes.

Este sentido del humor, junto con el presumible descalabro de Sarkozy por la situación económica y la sensación de fin de ciclo político tras 17 años de presidentes conservadores son sus grandes puntos a favor.

Además, en este contexto de crisis,  Sarkozy tiene a una supermodelo por esposa y arroja una imagen de nuevo rico derrochador, mientras Hollande ofrece un aspecto de hombre normal, con los pies en al tierra, y se autopresenta como el anti-Sarkozy.

En contra, que se enfrenta a Sarkozy, que se ha mostrado capaz de resucitar políticamente las suficientes veces como para no darle por muerto.