"Si el hospital se hubiera quedado con mi padre tres o cuatro días más, las cosas no hubieran acabado así". De esta forma resume Mª José Murillo, una vecina de Barcelona, la dramática situación que vivió su familia por un alta concedida de forma precipitada, según denuncian, y que conllevó la muerte de su progenitor el pasado 4 de octubre. Presentará una queja formal por la atención médica recibida y por la actuación de la asistente social, que la apremió para que su padre dejara el hospital.

Pablo Murillo, de 73 años, padecía un cáncer de pulmón que, según los médicos, no debía provocarle la muerte de forma inminente. Lo ingresaron en el Hospital Vall d’Hebron y, tres días después de recibir el alta, sufrió una recaída. Pasados cinco días, falleció. Tras recibir un tratamiento a base de quimioterapia, Pablo Murillo quedó muy debilitado y sufrió desmayos. Con todo, el centro sanitario recomendó que se le diera el alta con supervisión las 24 horas. Por este motivo, fue trasladado a un centro sociosanitario. Al cabo de tan sólo tres días, fue ingresado de urgencia nuevamente, dónde se le practicaron transfusiones. Todo fue en balde: cinco días después, murió.

A Mª José y a su hermana Sílvia, de nada les sirvieron las disculpas del equipo médico que trató a su padre. Ahora, presentarán un queja al Servei Català de la Salut, ente público adscrito a la Generalitat, para evitar que se repitan casos como éste. "Trabajó toda su vida para que le atendieran con dignidad", lamentaba Mª José y añadía que "el proceso debería haber sido digno, respetuoso, como todo ser humano merece".

Plan de recortes

Casos como el de la familia Murillo no son únicos. Los sindicatos han denunciado repetidamente que desde que se están aplicando los recortes en el sistema sanitario catalán, el personal médico recibe presiones para conceder las altas con mayor premura para ahorrar.