Fauna, flora, Europa, ferrocarriles, automóviles, aviones... La filatelia tiene un mundo interminable de temas que los coleccionistas buscan con esmero. Pero esta pasión, dicen los vendedores del mercadillo, no da para mucho. Al menos, no para hacerse rico. El secreto, dicen algunos, está en la antigüedad y en la escasez del producto.
«Yo creo que la gente se dejó deslumbrar por el dinero», comentaba un vendedor con más de treinta años en el mercado. «Se necesita ser idiota para caer de esa manera.
Ningún sello se revaloriza de la noche al día. Con esto no se hace negocio. Está claro que la gente lo que quería era dinero fácil», añadía otro en una improvisada tertulia mañanera bajo un sol radiante.
Entre los cerca de medio centenar de vendedores del mercadillo no había víctimas del fraude. Ni tampoco entre los clientes habituales. Sólo Gregorio, que pasaba por ahí, admitía haber caído en la trampa: «A mí me pillaron, pero yo me olía que esto saldría mal. Afortunadamente, sólo invertí 2.000 euros, y lo hice porque una persona amiga me ofreció entrar».
Sólo para apasionados
«Antes no había tele ni Internet y la gente se entretenía con estas cosas, pero ahora a los jóvenes no les interesan los sellos», cuenta un vendedor del mercadillo filatélico de la Plaza Mayor, en la capital. Coleccionar sellos, dicen muchos, es sólo una gran afición, una pasión que se ha ido alimentando con los años. «Sabes cuánto he vendido hoy? Catorce euros. Si no me gustara esto no vendría aquí cada domingo», comenta un vendedor.
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