Lars von Trier, Ripstein y otros 'bocazas' de la historia del cine

  • Von Trier comunicó esta pasada semana que no hará más entrevistas ni afirmaciones públicas tras sus polémicas afirmaciones sobre Hitler en Cannes.
  • Mel Gibson fue desacreditado varias veces por comentarios racistas.
  • Sean Penn dijo antes de quedarse sin Oscar por 'Pena de muerte' que su actor favorito era él mismo.
Lars Von Trier presenta en una rueda de prensa en Cannes su película 'Melancolía'.
Lars Von Trier presenta en una rueda de prensa en Cannes su película 'Melancolía'.
Yves Herman / Reuters
Lars Von Trier presenta en una rueda de prensa en Cannes su película 'Melancolía'.

El que tiene boca se equivoca, o si no que se lo digan a Lars von Trier confesando su empatía con Hitler en Cannes o a Arturo Ripstein despotricando contra el jurado del Festival de San Sebastián, que se suman a la lista de 'bocazas' del cine junto a Marion Cotillard o Sharon Stone.

Von Trier, siempre más extremo, decidía el miércoles aquello de que "muerto el perro, muerta la rabia" al comunicar que no hará más entrevistas ni afirmaciones públicas, todavía bajo los efectos del escándalo que montó en Cannes, donde dijo que sentía "compasión por Hitler" y que le podía llegar a entender "como hombre".

Arturo Ripstein, tras irse de vacío del pasado Festival de San Sebastián, se retractaba de sus crítica a un certamen que tachó de "subnormal" y a cuyo jurado dio un cáustico repaso por no valorar su filme Las razones del corazón.

Marion Cotillard y las Torres Gemelas

No son los primeros ni serán los últimos que pierden los estribos fuera de guion. La francesa Marion Cotillard deslumbró al mundo como la Edith Piaf de La vie en rose, con la que ganó el Oscar, pero pronto perdió popularidad entre los estadounidenses.

La razón: una entrevista para televisión grabada en 2007 en la que la actriz afirmaba que las Torres Gemelas eran económicamente "un pozo" sin fondo y que "era mucho más costoso hacer obras, etcétera, que destruirlas".

Brigitte Bardot y las razas

Aunque ya estaba retirada del cine, pocas simpatías levantó también Brigitte Bardot, que se metió en camisa de once varas en su libro Un cri dans le silence ("Un grito en el silencio").

En él escribía perlas del tipo: "Mientras entre los animales la raza alcanza cumbres de vigilancia extrema y los bastardos son considerados residuos a los que se deja pudrir en las perreras o a los que se mata sin compasión, a nosotros se nos reduce a sentir un orgullo políticamente correcto por mezclarnos".

Mel Gibson y el racismo

Otro abonado a la metedura de pata es Mel Gibson, quien primero fue desacreditado por su expareja, Oksana Grigorieva, al hacer público su reproche de "si te viola un grupo de negros (utilizando el término despectivo 'niggers') será culpa tuya".

Después, el protagonista de Arma letal no arregló la cuestión al espetar, en estado de ebriedad, a la policía que "los judíos son responsables de todas las guerras en el mundo". Llegó incluso a anunciar su retirada del cine por el bochorno.

Otros 'bocazas' del cine

Sharon Stone definió "como una cama sin hacer" la cara de una compañera tan reputada como Meryl Streep, y Megan Fox levantó las iras de las feministas al decir que las actrices se venden "a través del sexo, las tetas y el culo".

Gerard Depardieu, uno de los favoritos al Oscar de 1990 con su papel en Cyrano de Bergerac, concedió una entrevista pocos días antes de la ceremonia a la revista TIME en la que aseguraba haber participado en una violación a los nueve años.

El actor se escudó en que la traducción era errónea y que en realidad había "presenciado" una violación, pero la revista TIME siempre defendió que solo buscaba justificar su derrota.

William Holden, en el último gran papel de su carrera en Network en 1976, también buscó atenuantes a su fracaso y criticó la victoria de su compañero de reparto Peter Finch, galardonado póstumamente, sin pelos en la lengua: "Si ese hijo de perra estuviera vivo, yo ahora tendría mi segundo Óscar".

Dustin Hoffmann mostró entusiasmo por no haber ganado por El graduado aduciendo que los premios de la Academia de Hollywood eran "obscenos, sucios y no mejores que las competiciones de belleza". Cuando ganó, cambió de opinión.

Sean Penn dijo antes de quedarse sin Oscar por Pena de muerte que su actor favorito era él mismo, aunque luego ganó Nicholas Cage, y Olivia de Havilland, en cambio, brilló por su falta de modestia al recoger su segundo Oscar en 1949 diciendo: "Gracias a la Academia por reconocer una vez más mi talento".

Finalmente, no podía faltar el gran enfant terrible del Hollywood dorado, Errol Flynn quien, siempre trasgrediendo, se burló de todo el entramado del 'star system' de Hollywood diciendo: "Os podéis meter este sitio donde el mono metió los cocos".

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