En persona, los casi dos metros de Loquillo contribuyen a mantener su leyenda tan intacta como su característico tupé. Con cada nuevo disco o gira, esta se hace, si cabe, aún más alargada. Él, consciente de su estatus de icono, no abandona en ningún momento la chulería –siempre amable– que se le presupone al viejo rockero, aderezada con una poderosa voz que otorga más entidad a cada una de sus lapidarias frases. Loquillo, siempre en forma, vuelve con Su nombre era el de todas las mujeres.

"Este es el tercer disco que dedico a la poesía, pero el primero centrado en un solo autor contemporáneo y vivo, Luis Alberto de Cuenca", cuenta el músico barcelonés, "él está muy vinculado al rock, y tiene la misma percepción que yo de las cosas. Siempre dice que estos poemas fueron escritos para que yo los cantara".

Loquillo echa de menos el tiempo en que la música era un modo de vida y no puro entretenimiento, y está convencido de que el rock, como la poesía, "tiene que ser transgresor y peligroso": "La última banda peligrosa fue Guns ‘n’ Roses. Hoy llaman rock a Maná..., para salir corriendo. Cualquiera con dos dedos de frente no escucha radiofórmulas".

A pesar de que los años le han sentado bien, el músico es consciente de que la edad ha jugado un papel clave en su nuevo álbum. "He cantado los poemas a la edad que tenía que cantarlos. Con 50 años puedo entender todo lo que Luis Alberto quiere decir".

La edad no ha conseguido hacer morderse la lengua a un Loquillo que se muestra "más punk que nunca" en temas como Political Incorrectness, en el que clama contra la dictadura de lo políticamente correcto y por cuya letra lo han llamado "desde neoliberal hasta amigo del 15-M". Loquillo se enciende: "Todo se ha vuelto tan light que apesta. Es el final de un estilo de vida y el principio de otro en el que el control del individuo es total. Eso da miedo. Hay que gritarlo alto, como hizo el punk". Pero no será él quien alce la voz. "Yo ya hice mi guerra. Ahora que la hagan otros", sentencia.

Loquillo no ahorra calificativos a la hora de hablar de lo que ocurre en la Sociedad General de Autores (SGAE). "No sé quiénes son peores, los que se van o los que vienen".

El músico se conformaría con que, de cara al futuro, todos los autores tuvieran derecho a voto y con que la sociedad se despolitizara: "Que deje de ser el refugio de ‘los de la ceja’, que parece que ellos han traído la democracia. Que les den una medalla y nos dejen en paz".