
Paradójica. Inverosímil. Y absurda: así es a veces Madrid, el domingo escenario de la Fiesta de la Bicicleta. Entre las 8 y las 12 de la mañana algunas calles fueron solo recorridas por paseantes, corredores o ciclistas, pero estos estaban advertidos: la organización les pedía que "al llegar el mediodía no intentaran terminar el recorrido, por el peligro. Los coches comenzarán a circular: vuelvan a sus puntos de origen por el camino más corto".
Y así fue: muchos padres en chándal y niños con casco huyeron a las 12 y aparcaron sus bicis, en muchos casos, hasta 2012. El panorama de este lunes, sin fiesta alguna, no será distinto: coches, motos o autobuses tomarán de nuevo la calle. Pero no estarán solos: muchos ciclistas urbanos (unos tres millones en España, según el último Barómetro Anual) rodarán también.
Clara Arévalo será una: desde hace seis años recorre 20 kilómetros al día por Madrid. La imaginarán como una temeraria atleta pero, a sus 34 años, es una mujer normal con una cardiopatía congénita, un hijo y un embarazo de siete meses. Pero va en bici: "Me gusta llegar despejada a los sitios", dice, "y ese rato me permite concentrarme y meditar. Es mi momento".
"Barata y placentera"
Juan Felipe Carrasco, siete kilómetros diarios para ir a trabajar (y muchos más después) habla de una elección "práctica y placentera, barata y política": "En bici combato el cambio climático". Y otros dan otros argumentos: unos hablan de "ir a trabajar feliz, como cuando era un niño", otros de "aire fresco y libertad"... A sus 54 años, Ramón Linaza destaca "la cercanía con la gente": "En un coche vas aislado: en bici puedes pararte y hablar. Dicen que la abundancia de pájaros denota la salud de un ecosistema: con las bicis es lo mismo. Una ciudad con bicis está sana".
Ahora queda ver cómo integrar a esas "aves" en la "jungla". Desde hace décadas, las calles son de los coches y, como explica Joaquín Romero (fundador de Goteo Cultura Sostenible y ciclista urbano desde hace 15 años), "el camino será jodido. Para muchos, el coche significa trabajo y dinero; la bicicleta, diversión o pobreza. Un vehículo así sigue despertando reticencias".
Un camino con pinchazos
¿Cómo se superarán? Para Romero, "ocupando cada vehículo su propio espacio, compatibilizándolos. Y, siempre, quitándole espacio para las bicis a los coches, no a los peatones". Carrasco pide "que los ayuntamientos le den espacio a la gente. No hay bancos, fuentes ni sombras: los políticos no quieren que las personas estén en la calle, sino encerradas en sus coches, casas o tiendas, para que consuman más". Arévalo, cargada con su bici, su embarazo y su buen humor, apenas pide sentido común. "Entre crisis energéticas, atascos y ruidos", explica, "lo lógico es la movilidad sostenible, y no lo es por militancia sino por su propio peso. Que la gente use la bici como el metro: porque es cómodo, porque es fácil, porque es veloz".
La guerra no es con los peatones
Curioso: pese a su fragilidad común, ciclistas y peatones no siempre se entienden. Como dice Marta Orihuel: "El peatón es un aliado, pero hay mucha bicicleta en las aceras y ahí sobramos, a menos que vayamos muy lentos o a pie. Pero debemos entendernos todos, porque representamos la ciudad que queremos: humana y disfrutable". El peatón también debe poner de su parte: si una bici invade la acera no es por gusto, sino para huir del peligro de los coches o sus humos.
Un puñado de buenos consejos para moverse en bici por la gran ciudad






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