CRÍTICA
No es tarea fácil coger un éxito de Hollywood, un éxito de animación y hacerlo de carne y hueso, meterlo en un teatro y no dejarse por el camino la calidad y el tirón del original. Sin embargo, en Shrek: el Musical, que estrenó este jueves en Madrid, han conseguido hacerlo. Y lo han hecho con el mismo recurso con el que se creó el original en cine: con imaginación.
La versión española de esta obra, estrenada antes en Broadway, utiliza el humor para conseguir los mismos efectos que en la película, con los medios limitados que ofrecen un teatro y sobre todo, la realidad.
La banda sonora sólo conserva la canción I'm A Believer, de The Monkees (versionada en la película por Smash Mouth), pero el musical se ha llenado de composiciones que se ciñen al espíritu entre soñador y gamberro del argumento de Shrek. Una historia a la que el musical se ciñe con tan sólo algunas licencias y que es plenamente reconocible por los fans del filme de Dreamworks.
El elenco lleva a buen puerto el libreto, con una calidad vocal e interpretativa destacable. El montaje técnico y la escenografía han sabido convertir el Nuevo Apolo en una agradable y divertida ciénaga, en un terrible castillo habitado por dragones y en un castillo pretencioso. El trabajo de caracterización y maquillaje es digno de admiración, como el de la orquesta y la realización musical.
Es en definitiva, un musical divertido, original y simpático, lleno de humor y muy recomendable para toda la familia. No es, sin embargo, un espectáculo profundo, ni pretende ni necesita serlo, por lo que quizá no satisfaga a los espectadores acostumbrados a historias más intensas.
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