Condenado a penas de seis años por tráfico de drogas el matrimonio que regenta el bar 'Taiga' de Valladolid

La Audiencia de Valladolid ha impuesto penas de seis años de cárcel al matrimonio compuesto por Jesús V.R. y María Concepción M.P, propietario del bar 'Taiga', al considerar probada la autoría de un delito de tráfico de drogas practicado desde su establecimiento hostelero.

La Audiencia de Valladolid ha impuesto penas de seis años de cárcel al matrimonio compuesto por Jesús V.R. y María Concepción M.P, propietario del bar 'Taiga', al considerar probada la autoría de un delito de tráfico de drogas practicado desde su establecimiento hostelero.

Aunque la defensa había interesado un fallo absolutorio y el fiscal siete años de cárcel para cada uno de ellos y multas de 2.600 euros, finalmente la Sala ha resuelto imponerles seis años de privación de libertad y 1.306 euros de multa, aunque no ha atendido la petición de cierre del local, ubicado en la calle Poesías, que había pedido la acusación pública, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.

La condena se basa en el testimonio de los agentes que participaron en la operación, fundamentalmente en el ofrecido en el juicio por el jefe del Grupo de Menudeo e instructor de las diligencias, quien advirtió de que en los siete años que lleva trabajando en Valladolid era la primera vez que veía gramos de cocaína anudados con el propio envoltorio utilizado para confeccionar la papelina.

"El modelo utilizado es único y muy difícil de imitar", precisó el funcionario, cuyo testimonio constituyó la principal prueba incriminatoria, ya que tanto las 17 papelinas intervenidas en el interior de una cazuela situada en la cocina del bar 'Taiga', sito en el barrio de La Rondilla, como la ocupada el pasado 28 de marzo a un toxicómano al que la policía sorprendió nada más salir del local tenían como denominador común ese inconfudible sello de autor.

El titular del negocio, Jesús V.R, de 57 años, alegó que debido a las malas relaciones que mantenía con su esposa, de 59, apenas iba por el domicilio conyugal y utilizaba el bar como morada, bien durmiendo en una minúscula cocina o bien en el almacén contiguo, y que por tal motivo ocultaba allí la cocaína para su propio consumo, dada la adicción a dicha sustancia que tenía desde hacía años.

El hostelero aseguró además que su pareja tan sólo acudía al bar para hacerle la comida, sin tener conocimiento alguno de la existencia de la droga, y sostuvo que de los más de 2.000 euros que obtenía como ingresos cada mes le quedaban únicamente limpios unos 600, tras pagar a los proveedores, la hipoteca de la vivienda y sufragar su vicio, que, según apuntó, le generaba un gasto mensual de unos 500 euros.

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