Venía con una avispa dentro. Aquel bichito, de remitente municipal, parecía un Concorde. Salió de la postal haciendo la gaviota y picó a uno de mis niños. Al pobrecito, tan blanquito, se le hizo un güevo en la mano. Escandalizada por el sabotaje, pensé que si lo llevaba a la Arrixaca, seguro que le amputaban la derecha y que si el chaval se pedía la baja, se me fastidiaban las vacaciones en Cerler. Jo, y yo que me veía tragando nieve. Aún así no me enfadé con el edil ni le culpé de premeditación y alevosía vegetal. No me pareció demasiado como para un «colorín, colorado, nuestro amor se ha acabado». Por eso me duele que ayer Pepe le hiciera la cruz a 20 minutos. Con la que les está cayendo a los suyos, y va y se me enfada por un grupito de jardines destrozados que hemos sacado un día sí y otro también. Hombre, no te lo tomes a la tremenda. No es para tanto.
¿Hacemos las paces?
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