"No hay orgullo como el de ser vallecano". Lo dice Antonio, que oculta su edad pero durante la charla presume de ser de los más ancianos del lugar: "Vallecas fue un barrio de inmigrantes de otras partes del país. Lo formamos a base de solidaridad. Por eso hoy acogemos igual a los que llegan de otros lugares del mundo".

Cástor Bóveda, de 50 años, nos atiende en medio de la vorágine organizativa de Vallecas, calle del libro, un festival anual de fomento de la lectura.

Cástor es, a su vez, coordinador de Vallecas Todo Cultura, una ONG nacida  hace más de quince años para contribuir al desarrollo sociocultural de la zona:  "Los vallecanos fueron ejemplo de asociacionismo; algunas de las iniciativas para conseguir vivienda se copiaron en otras partes del mundo", dice.

A la pregunta de si los jóvenes se siguen implicando en el movimiento vecinal, Cástor responde que "Los jóvenes hoy se involucran de otra manera, pero también lo hacen".

"Ahora necesitan que se les hagan propuestas concretas a las que responder, y a las que nosotros les hacemos responden de manera ejemplar".

Jesús Medirichaga es un economista de 44 años. "Cuando era niño, la gente decía que iba a Madrid de compras. Quizá porque aquí siempre ha habido conciencia de entidad independiente".

Recomendado: el parque de las tetas

Cuando le pido que me recomiende un lugar, no lo duda. "El Cerro del Tío Pío, llamado parque de las tetas por la forma de sus cerros. Desde allí se ve uno de los mejores atardeceres de la ciudad".

En él podemos admirar cómo el cielo sobre la capital se torna del azul al índigo y por fin al negro, pasando por todas las tonalidades que imaginarse puedan. Por algo ha sido elegido por Almodóvar para asomarse a Madrid en una preciosa escena de Volver, su última película.

Precisamente Almodóvar es el nombre de ese cerro vecino que sirvió de símbolo  al grupo de vanguardia Escuela de Vallecas.

Alberto Sánchez, uno de sus miembros, recuerda que "desde 1927, más o menos, Palencia y yo nos citábamos a diario, por la tarde, en la Puerta de Atocha. Hacíamos varios itinerarios; uno de ellos era por la vía del tren, hasta Villaverde Bajo. Sin cruzar el Manzanares, torcíamos hacia Vallecas.

Terminábamos en el cerro de Almodóvar, al que bautizamos como Cerro Testigo, porque de ahí debía partir la nueva visión del arte español". A la Escuela de Vallecas se acercaron, entre otros, Maruja Mallo, Juan Manuel Caneja, Lorca, Bergamín y Alberti. Y es que Vallecas ha tenido, y seguirá teniendo, mucho que decir.

 

BIO Preside el Rayo Vallecano desde hace 12 años. Cuando llegó, no sabía nada de fútbol, pero con el tiempo se ha ganado el respeto de los aficionados.

Considera a los jugadores como hijos propios y es impulsora de la Fundación Rayo Vallecano, involucrada directamente en las necesidades sociales del barrio.

¿Cuáles son los objetivos que tiene la Fundación?

Hacer algo para devolver el cariño que hemos recibido de los vecinos de Vallecas.

¿Hay muchas necesidades?

Sí, bastantes, y nosotros contamos con un grupo de profesionales estupendos para atenderlas.

También fomentan el deporte desde la infancia.

Con ese objetivo hemos creado el mundialito para niños que, además, sirve para encontrar chavales que incluir en nuestra cantera.

¿Cómo es la afición de Vallecas?

La mejor del mundo. Nunca nos falla, aunque a veces nosotros sí les fallemos.

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