La presidenta del tribunal del jurado, Margarita Beltrán, ha condenado a once años y tres meses de cárcel al acusado de matar a un hombre, en junio de 2009, en la habitación de un hostal en Sant Antoni de Portmany (Eivissa), al considerar probado que Alvaar P. incurrió en un delito de asesinato, si bien con las atenuantes de confesión y anomalía psíquica.

La sentencia obliga además al condenado a indemnizar con 84.946 euros al padre de la víctima, Gilberto Alejandro A.C., por los daños morales causados. La Fiscalía solicitaba para el procesado la pena de 12 años de prisión y una indemnización de 200.000 euros, mientras que la acusación particular reclamaba una pena de 20 años así como una indemnización para la familia de 300.000 euros.

Por su parte, el abogado defensor solicitaba la libre absolución de su patrocinado si bien con su ingreso en un centro penitenciario pisiquiátrico por un periodo de tres años o, de forma alternativa,la pena de dos años y medio de cárcel y una indemnización de 60.000 euros a los padres de la víctima.

Tal y como recuerda la resolución judicial, ambos se conocieron en la parada del autobús del aeropuerto tras llegar a Ibiza en un vuelo procedente de Londres. Tras iniciar una conversación amigable, decidieron compartir alojamiento en Sant Antoni a fin de abaratar su estancia, pasando su primer día juntos por la localidad comiendo y tomando algunas cervezas.

Sin embargo, de vuelta en la habitación, los dos iniciaron una discusión sobre el tabaco que fumaban y sobre si iban o no a una discoteca aquella noche, en el curso de la cual el acusado se abalanzó de forma sorpresiva sobre Gilberto para agredirle y, con la intención de matarle, esgrimió de forma súbita un cuchillo de 10 centímetros de hoja, ante lo cual Gilberto trató de defenderse con las manos.

Pese a ello, finalmente Alvaar P. se colocó detrás de él ganándole la posición y asestándole una fuerte puñalada en el lado derecho del cuello que le seccionó el músculo esternocleidomastoideo y le desgarró la vena yugular, lo que provocó que Gilberto falleciera desangrado a los pocos minutos. El acusado intentó limpiar la sangre de la habitación y escondió el cadáver envuelto en ropas debajo de una de las camas.

Tras ello, el presunto asesino huyó del lugar y, cinco días más tarde, se entregó en dependencias de la Policía manifestando haber apuñalado a su compañero. La sentencia asevera que el acusado no padece esquizofrenia paranoide aunque presenta rasgos de personalidad esquizoide y antisocial.