Ruta del vino Montilla-Moriles, tradición e innovación

  • El turismo del vino ofrece nuevas vías de ingresos a los productores vitivinícolas.
  • Se trata de algo más que visitar bodegas.
  • La producción de vino ha determinado la vida y el paisaje de la zona.
Cinco catavinos con cinco muestras de vino.
Cinco catavinos con cinco muestras de vino.
Francis Clack
Cinco catavinos con cinco muestras de vino.

Pueblos blancos en cerros, lomas y laderas, se entremezclan con viñedos, olivares y fértiles campos de cereales para moldear el paisaje de una campiña cordobesa cada vez más famosa por ser cuna de los vinos generosos de la Denominación de Origen Montilla-Moriles.

En pleno corazón de Andalucía, la zona centro y sur de la provincia cordobesa ha sabido conservar un patrimonio único, en un marco que difícilmente se puede encontrar en otros puntos de Europa. Nueve municipios se han unido para conformar la conocida como Ruta del Vino Montilla-Moriles, para ofrecer al visitante un destino de calidad, donde integrar recursos y servicios turísticos de interés en esta zona vitivinícola.

Aguilar de la Frontera, Córdoba, Fernán Núñez, La Rambla, Lucena, Montemayor, Montilla, Moriles y Puente Genil son las localidades que componen este recorrido integrado en el proyecto Rutas del Vino de España, promovido por la Asociación Española de Ciudades del Vino (ACEVIN) y la Secretaría General de Turismo de España (SGT).

Conociendo sus raíces

El origen de este universo enológico único que conforma la Córdoba más meridional nos lo encontramos en el centro de Europa. Según se cuenta, hace varios siglos un soldado perteneciente a los tercios de Flandes, Peter Ximén, llevó hasta la campiña sarmientos de una vid que se cultivaba en el valle del Rin. Esta variedad consiguió aclimatarse perfectamente al suelo y al clima de la región.

Desde entonces, el mosto utilizado en la elaboración del vino de esta Denominación (salvo el “joven”, que se entremezcla con otras variedades), procede de este tipo de uva que comenzó a denominarse Pedro Ximénez. Hoy por hoy, esta uva es la estrella de la región, interviniendo tanto en la crianza biológica para el Fino, como en la oxidativa para el Amontillado, el Oloroso y el Pedro Ximénez.

Este recorrido por viñedos, lagares, bodegas y almazaras permite conocer su proceso de elaboración a través de todo un recorrido lleno de estímulos y hecho para disfrutar con cada uno de los sentidos. El silencio que invade la bodega, la luz tenue, el olor a madera y vino, el tacto de las botas donde se crían los caldos, el abanico de colores y tonalidades de cada una de las cinco clases de la Denominación de Origen Montilla-Moriles (joven, fino, amontillado, oloroso y Pedro Ximénez), los aromas, desde el frescor de la fruta hasta la madera más noble, todo ello deja en el visitante un recuerdo imborrable.

Más allá del vino

Sin embargo, una visita de estas características supone algo más que visitar bodegas, comprar vino y disfrutar de catas. Se trata de innovar, ser originales, buscar la diversidad y el desarrollo de un territorio gracias a un turismo de calidad, no masificado, y ofreciendo a todo aquél que se acerque, ya sea experto y amante en la materia, o neófito y curioso, la posibilidad de conocer el enorme legado cultural, histórico, arquitectónico, artístico y etnográfico que conserva, gracias a museos, exposiciones y visitas a monumentos.

La ruta se entrecruza, además, con otros recorridos temáticos, como la Ruta del Califato, la Ruta del Renacimiento y la Ruta de la Bética Romana.

Este entorno privilegiado, repleto de costumbres ancestrales y espacios singulares permite explorar algunas de las tradiciones artesanales que se han mantenido con el paso del tiempo, como son la tonelería y la casi desaparecida hojalatería, antiguos oficios que se han conservado gracias a su vinculación con el mundo del vino.

La Rambla se ha convertido en uno de los principales centros en España de cerámica artística, mientras que otros municipios han hecho de la artesanía del cuero y la orfebrería, motores de su economía.

Para tomarse un respiro y reponer fuerzas hay que dejarse llevar por los sabores y por la identidad propia de la tierra. Platos como el tradicional salmorejo, los flamenquines, las habas con berenjenas y morcilla, las gachas de mosto, las merengás de café y fresa, los alfajores… donde los vinos Montilla-Moriles son la compañía ideal o el ingrediente básico. Pero también han sido utilizados en la cocina de autor más innovadora (la reducción de Pedro Ximénez para postres, aperitivos, platos principales) y para productos originales, como el helado de vino o la gelatina de Pedro Ximénez.

La red Vinarea ofrece una de las mejores formas de adentrarse en este universo de la enología y favorece la cohesión territorial de la comarca a través de equipamientos que relacionan turismo y mundo del vino. Entre ellos, el Auditorio y el Mirador interpretativo del paisaje cordobés, en Aguilar de la Frontera, y el Centro Enogastronómico de la Ruta del Vino Montilla-Moriles, en Lucena.

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