Lois Pereiro: de poeta secreto a figura pop

  • Lois Pereiro murió en 1996, a los 38 años. En vida fue un escritor ‘underground’, un poeta casi secreto que publicó dos libros. Este año le dedican el Día das Letras Galegas (17 de mayo) y su obra completa se edita en castellano por primera vez. Es el tardío descubrimiento de un escritor marcado por la desgracia y con una voz existencial única.
Lois Pereiro, protagonista del Día das Letras Galegas.
Lois Pereiro, protagonista del Día das Letras Galegas.
Vari Caramés
Lois Pereiro, protagonista del Día das Letras Galegas.

Es muy tarde, estoy cansado y acabo de sentir —tras los ojos, en la frente, en el pecho— el movimiento de rotación de la Tierra. No puedo definir mis mareos de otra forma. La cinética es la única poesía que cultivo a estas alturas. Tengo que entregar esta pieza en unas horas. La he retrasado hasta el momento final por mi culpa, la de otros o la provocada por los malditos compromisos de subsistencia.

No es fácil hablar de tus amigos. Un sentido de la elegancia atávico impide, primero, que hables de ti mismo y, segundo, que te refieras a los cercanos. Esta no es una buena forma de empezar: mis mareos, mis amigos... Ningún manual lo recomienda. No soy prologuista, no soy protagonista.

Lois Pereiro (1958-1996) fue mi amigo y el mareo lo acabo de sufrir ante una ventana, frente a la noche cerrada de la 7th Avenue de Inner Richmond, al poniente de la ciudad de San Francisco. Aquí está ahora mi casa. La única novia de Lois, Piedad Cabo, también es mi amiga. En 1995, mientras Lois conjugaba los últimos verbos antes de una muerte que sentía necesaria (Y aquí estoy yo / con ella dentro siempre / insomne / e irredenta / como única compañía una vez más; / la enfermedad), Piedad vino a vivir temporalmente a San Francisco (esta noche, at last, ha llamado P. desde San Francisco. Ya casi no recordaba las propiedades curativas de su voz).

No tengo constancia del barrio donde Piedad vivía, pero dejadme imaginar que era este, Inner Richmond, donde ahora, unas horas antes de que entregue el texto por pura obligación, he puesto Another green world, el disco de Brian Eno que Lois y Piedad escuchaban cuando los conocí en Madrid a finales de los setenta. Eran hermosos como príncipes. Seguí viéndolos, supimos de nosotros y de los otros. A Lois le vendieron aceite de colza envenenado. Él escribía en una revista nacionalista (Loia). Uno de sus mentores, el ya por entonces literato avant la lettre Manuel Rivas, leyó un día mis iluminaciones de anfetaminas. No le gustaron (además, no estaban escritas en gallego). A Lois le hubiesen gustado, pero nunca tuve el valor de mostrarle nada que no fuese basura periodística.

Carboncillo y papel de plata

Lois regresó a Galicia, a su Monforte dibujado a carboncillo y crujiente como el papel de plata que embellece la heroína. Yo también regresé, a Coruña —eviten, por favor, el funesto artículo femenino, sea en el idioma que sea—, donde me encargaron un programa de radio. Ponía a The Clash y me respondían con Quilapayún. Me carteé con Lois y Piedad. Les envié fotocopias de esas páginas de Exhibición  de  atrocidades, de J. G. Ballard, donde solo aparecen nombres propios hermanados por el verbo matar. Les encantaron.

A Lois le cayó encima la atrocidad entera: colza, heroína, sida... La palabra desastre aparece muchas veces en su Obra completa. La publica este mes Libros del

Silencio en edición bilingüe gallego-castellana financiada por la Xunta de Galicia. Sí, han leído bien: otro desastre.

El 17 de mayo dedican el Día das Letras Galegas a Lois. La fecha celebra con pompa la primera edición de Cantares gallegos, el libro-estereotipo de la gallega-estereotipo, Rosalía de Castro. Lois, el poeta secreto, con dos libros en vida y un paso silencioso por el mundo, se ha convertido en una figura pop con presencia en Twitter.

Le imagino, permitídmelo, vivo donde vivió Piedad, contestando: Espero  el menor signo de calor / para abrir su piel y entrar en la sangre / vencido por la fuerza

del  deseo  /  ciegamente  y  sin miedo  /  al posible  desastre.  Cuando Lois escribía nunca lo hacía avant  la  lettre. Siempre miraba hacia poniente.

En 1987 viví unos días en casa de la hospitalaria familia Sánchez Pereiro (el primer apellido ha desaparecido de los glosarios). Lois me condujo por Monforte

mientras buscaba el siguiente pico. Era elegante, pero el ansia era una dominatrix centroeuropea. Él, que había destripado Europa en trenes literarios, lo sabía mejor que nadie.

Creo que Lois, flaco hasta la extenuación, bello hasta la sangre, está conmigo, emigrante cansado y mareado. La Obra completa, incluso el pobre proyecto de

novela Náufragos del paraíso, te revuelve las entrañas. Las venas eran la patria de Lois. Nunca necesitó otra bandera que la de la tropa de los vencidos.

Lean a Lois Pereiro. Regálense, porque sí, al descuido, la palabra eléctrica de un cadáver demasiado joven enterrado en las tierras de lobos y mareo de O Incio:

Y aquellos dientes que perdí / los necesitaría ahora para defender  /  las convicciones en  las que me  reafirmo.  / Solidario  y amable, si es posible, / o lobo estepario en el destierro,  / completaré el círculo  insurgente / con las balas del deseo.

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