Guardia civil y comadrón

El agente Enrique Martínez asistió a una parturienta que rompió aguas en una calle de Camarma. Anudó el cordón umbilical con el lazo de las botas.
"No soy un héroe. Sólo hice mi trabajo", dice Enrique Martínez, guardia civil en Meco (Jorge París).
"No soy un héroe. Sólo hice mi trabajo", dice Enrique Martínez, guardia civil en Meco (Jorge París).
Jorge París
"No soy un héroe. Sólo hice mi trabajo", dice Enrique Martínez, guardia civil en Meco (Jorge París).

Enrique Martínez está disfrutando de su posparto. Maravillado, orgulloso y feliz, confiesa que ser comadrón por accidente es "la experiencia más satisfactoria" que ha vivido en sus seis años en la Guardia Civil.

Asistir un parto con sus propias manos era lo último que pensaba hacer ayer, cuando acompañado por el agente Ramiro Muñoz, dejó su puesto en Meco y salió hacia el número 7 de la calle Víctor Jara, en Camarma de Esteruelas, para auxiliar a una embarazada.

Cuando llegaron, Francisca Muñoz, una mujer joven, estaba rompiendo aguas tumbada en la acera de su casa.

Yo me ocupé de la operación y mi compañero de las transmisiones
El nacimiento era tan inminente que decidieron trasladarla al domicilio y llamar al 112. Uno de los médicos empezó a darles instrucciones a través de un teléfono móvil. "Yo me ocupé de la operación y mi compañero de las transmisiones", dice Martínez.

Diez minutos sin moverse

La niña salió en seguida, pero estuvo diez segundos sin moverse ni llorar. "Ése fue el peor momento. Entonces recordé algo que había oído en la tele, que a los bebés no hay que darles golpecitos sino un masaje en la espalda. La toqué y empezó a llorar, ¡me sentí tan orgulloso!", dice emocionado.

Sin nervios ni mareos logró anudar el cordón umbilical con los cordones de sus botas, ya que no tenían pinzas, y cortarlo con un cuchillo de cocina, que desinfectó con agua oxigenada.

La niña, que pesó 2,850 kilos y aún no tiene nombre, está ingresada en la unidad de prematuros del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares. "Aquí hay una vida y yo he ayudado a recibirla", así resume Enrique su odisea.

Le negaron una ambulancia

Cuando Francisca Muñoz, vecina de la localidad madrileña de Camarma de Esteruelas, empezó a sentir fuertes contracciones llamó al Summa 112 para pedir una ambulancia, pero se la negaron.

Fuentes de este servicio, dependiente de la Comunidad de Madrid, aseguran que el protocolo para estos casos establece que las mujeres embarazadas deben desplazarse al hospital por sus propios medios.

Una hora después de esta llamada de ayuda, los guardias civiles que atendieron a la parturienta telefonearon al 112. Entonces una UVI móvil acudió de inmediato.

Algo parecido les pasó a una pareja de rumanos hace un mes, cuando la mujer tuvo que dar a luz en las escaleras del Metro, a donde había bajado para dirigirse al hospital.

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