"Desde Fukushima nos piden que les enviemos libros y semillas para plantar flores"

  • Dos meses después del terremoto y el tsunami que causó 25.000 muertos y devastó el noroeste del país, Japón se esfuerza por recobrar la normalidad.
  • Un grupo de españoles residentes en Japón se ha organizado para enviar ayuda a la zona.
  • El terremoto y la crisis de la central nuclear de Fukushima han hecho que el país revise su política energética.
  • No se descarta una reforma fiscal para afrontar el coste económico de la reconstrucción y frenar la deuda, la mayor de los países industrializados.

Un minuto de silencio guardado a la misma hora en el que la tierra comenzó a temblar hace justo dos meses ha servido a los japoneses para recordar a sus más de 25.000 muertos y desaparecidos. La normalidad en la vida diaria marca la tónica en la mayor parte de Japón, excepto, evidentemente, en las provincias más afectadas: las nororientales de Miyagi, Iwate y Fukushima, donde conviven los refugiados, los soldados y los voluntarios que tratan de ayudar en la reconstrucción de la zona.

En la provincia de Fukushima, al impacto del terremoto se sumó la crisis en su central nuclear, que ha mantenido en vilo a medio mundo y que, tras quedar estabilizada, tendrá que afrontar un complicado proceso de desmantelamiento de cuatro de sus seis reactores que costará 5.160 millones de euros, cuatro veces su beneficio neto el pasado año fiscal.

La paralización de esa central nuclear, unido al cierre temporal, por motivos de seguridad, de la central de Hamaoka centra la preocupación de los residentes en Japón que temen que regresen los cortes de suministro durante los meses de verano, cuando crece la demanda de energía eléctrica.

David Lozano, un español residente en Tokio, cuenta cómo Japón intenta ahorrar energía: "Hay muchas tiendas que usan la electricidad como antes;  pero en el metro todavía hay líneas que por el día no usan aire acondicionado ni luz interna, ya que son trenes que están por la superficie y con la luz solar es suficiente". David, que ve que los japoneses "siguen su vida como si no hubiera pasado nada" ha recibido muchas muestras de gratitud por haberse quedado. "Me han preguntado más de cien veces que por qué no me había ido, que si no tenía miedo. Y siempre contesto que la situación no era tan grave como la pintaban en el extranjero y que confío en Japón y en su Gobierno y que soy yo quien tengo que estar agradecido por la lección que he recibido de esfuerzo y humanidad", explica.

En un su deseo de ayudar, David y cerca de un centenar de españoles han formado el grupo ESPor Japón donde, a través de Facebook, se han organizado para enviar comida y ayuda a la zona de Fukushima. La satisfacción al ver las caras de las familias que habían recibido sus proyectos, y la posterior respuesta de muchos japoneses que se ponían en contacto con ellos para ofrecerse también a ayudar le compensa de los sinsabores de haberse sentido solo y abandonado por la Embajada en el momento de la crisis.

Entre las cosas que les han pedido desde Fukushima: "libros de cuentos y de estudios de primaria, porque las escuelas no van a poder abrir y los niños tendrán que estudiar en sus casas. También semillas para plantar flores. No pueden plantar alimentos, verduras, etc., debido a que no crecería nada, el suelo actualmente no es adecuado para ello; pero sí quieren plantar flores, quizás como símbolo de esperanza".

Con el mismo espíritu solidario, se ha disparado el consumo de productos de Fukushima en la pequeña tienda de la estación de trenes de Tokio especializada en productos de la zona, según informa el diario Asahi.com. Verduras, dulces y sake con denominación de origen de Fukushima han multiplicado sus ventas por diez, en relación al mismo mes del año anterior, y la mayoría de los clientes de la tienda aseguran haber ido expresamente a adquirir productos de la zona como manera de apoyar a la población.

Ahora solo queda que el turismo pierda el miedo y regrese a Aizu, una ciudad histórica de la época feudal, dentro de la provincia de Fukushima, aunque no afectada por la contaminación nuclear, que hasta el terremoto era un destino turístico muy popular.

Una reconstrucción de 215.000 millones de euros

Dos meses después, Japón se enfrenta a la reconstrucción con millonarios planes presupuestarios, un posible aumento de los impuestos y una profunda revisión de su política energética. La ingente reconstrucción que tiene por delante, calculada en 25 billones de yenes (215.000 millones de euros), supone un quebradero de cabeza para un país que suma la mayor deuda de las potencias industrializadas.

El primer ministro japonés, Naoto Kan, ha anunciado la revisón de la política energética de un país que obtenía una tercera parte de su electricidad de la fisión atómica y que ahora quiere reforzar el aporte de las fuentes renovables. Kan dijo el martes que abandonará el plan presentado el año pasado para construir 14 nuevos reactores nucleares, que se iban a sumar a los 54 ya existentes en una apuesta por obtener en 2030 el 50% de su energía de ese tipo de plantas.

Además, para evitar engordar la deuda pública, equivalente a casi el doble del Producto Interior Bruto (PIB), el Gobierno japonés no descarta recurrir a una reforma fiscal, que podría suponer un aumento del impuesto al consumo, sociedades o de la renta.

La recuperación de las 350.000 viviendas destruidas o dañadas por el desastre natural puede durar años y necesitará movilizar una cantidad de recursos que provendrán también de la iniciativa privada.

Según los cálculos de la constructora nipona Sekisui House, la segunda mayor del país, la demanda de casas se disparará hasta el millón de viviendas anuales en todo el país, que vivirá el mayor boom inmobiliario de los últimos quince años.

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