En el subterráneo de la plaza se ha aprovechado para instalar dos plantas de aparcamiento con capacidad para 99 vehículos. En superficie, el espacio cuenta con dos fuentes, una lámina de agua con surtidores, una minicascada, así como árboles y palmeras.
Las obras de construcción de la que ha acabado siendo la plaza Montserrat Roig pusieron al descubierto los lavaderos que databan de 1868. Las piezas se han dejado en el subsuelo y los transeúntes pueden contemplarlos desde la plaza, gracias a una cubierta transparente e iluminada. Además, el nuevo espacio recuerda la antigua masía Can Bach, que tuvo que ser derrocada precisamente para construir la plaza.
La actuación ha costado casi un millón de euros, sufragado en parte por el Ajuntament de Santa Coloma y la promotora de los nuevos pisos que rodean la plaza.
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