Los regalos tienen a veces un poder inesperado. Los padres del niño Jeanloup Sieff no podían ni imaginar lo que estaban poniendo en las manos de su hijo cuando, en 1947, por el decimocuarto cumpleaños del chico, le regalaron una cámara Photax de baquelita.

La familia, de origen polaco aunque residente en París, veraneaba todos los años en un complejo de montaña de Zakopane, al sur de Polonia. Durante las vacaciones de 1947, Jeanloup sólo se dedicó a una actividad: hacer fotos a todas las niñas de comarca. Lo increíble, se dieron cuenta los Sieff, es que a ellas les gustaba.

No fue una fiebre pasajera de verano. A los 15 años, Jeanloup ya tenía la calidad suficiente para exponer en colectivas y en 1954, a los 21, se ganaba la vida como reportero por cuenta propia. En el camino abandonó los estudios de Periodismo y Filosofía.

El resto es leyenda: niño prodigio de la plantilla de Elle entre 1955 y 1959, colaborador de Magnum a partir de ese año y, en una jugada de riesgo, emigrante a Nueva York, donde se estableció como free lancer en 1961 porque entendía que sólo con su mirada, sin depender de la mediación de editores, era capaz de encontrar lo que está buscando.

Durante las siguientes tres décadas formó parte de la generación de fotógrafos, junto con Helmut Newton y David Bailey, que trastornó la forma de entender el reportaje de moda.

Para Sieff -que publicó en Vogue, Look, Harper's Bazaar y Esquire- el retrato ha de ser emocional y cercano y la sensualidad debe venir dada por un pacto casi moral entre el fotógrafo y sus modelos.

El Moderna Museet de Estocolmo (Suecia) expone hasta el 22 de mayo una antología de Sieff. La comisaria de la muestra, Anna Tellgren, destaca el "carácter pictórico" de la obra del fotógrafo y su método de trabajo, "basado siempre en la cercanía física y emocional".

Durante los últimos años de su carrera, el maestro de los contrastes dramáticos y el buen uso del gran angular, retrató a figuras de todas las especialidades artísticas, Yves Saint Laurent, Karl Lagerfeld y Jane Birkin, a François Truffaut, Alfred Hitchcock y Catherine Deneuve.

Una de sus pasiones fue la danza, que consideraba la forma suprema de arte. Hizo muchas fotos sobre ballet y trabó una gran amistad con Rudolf Nureyev.