Soraya motos«Escribo lo que me pasa por la mente y el corazón»

Nació en Bilbao en 1969 y vive en Txurdinaga, pero pasó su infancia en Bermeo. Tuvo que dejar de estudiar a los ocho años. Ha escrito un libro de cuentos y prepara otro.
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Miguel Tona
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En segundo de lo que entonces era EGB y ahora es primaria dejó de estudiar para ocuparse de sus cinco hermanos. Tenía ocho años y se sintió «fatal» cuando su padre le dijo que tenía que abandonar el colegio. Lo que no pudo abandonar son los libros. Soraya Motos es una gitana que se ha preocupado de leer, escribir y formarse ella sola. Ha escrito el libro de cuentos gitanos Jani y la Luna y otros cuentos de Soraya, que ya se reparte en muchas escuelas.

Tiene grabado con detalles  el último día que fue a clase. «Me impactó coger mis libros, meterlos en la bolsa y marcharme, con todos los niños alrededor, mirándome». Después, en su casa, cuando acababa sus tareas, cogía sus libros y leía. Si tenía tiempo libre, subía a la Atalaya de Bermeo y escribía lo que le pasaba «por la mente y por el corazón».

Escribe su segundo libro de cuentos, a sus 36 años. Como el primero, serán relatos gitanos con los que ella ha dado alas a lo que siempre le gustó: escribir. Además, cubre un vacío: el de los gitanos en los libros de texto. «Fue lo que más me llevó a escribir; en la escuela hablan de los árabes, de los chinos ... pero de nuestro pueblo, nada».

Se siente orgullosa de su libro y espera que sus biznietos y otros niños lean esas historias de gitanos de ayer y de hoy. Algunos de esos relatos se los contó su abuela cuando era una niña. «Mi yaya vivió de nómada y me contaba que tenía que romper el hielo para lavar la ropa en el río».

Si hubiera podido estudiar, habría sido cardióloga. «Estudiar enriquece y es muy importante en esta vida y, por eso, no se deja de ser gitana», asegura esta bilbaína.

«Me sentí discriminada de pequeña, hasta que me conocieron», asegura Soraya, en medio de una generación gitana que asoma la cabeza.  Su madre no sabe leer, ella escribe y hará todo lo posible para que sus hijas, Kehyla, de 15, y Ana Abigail, de 11,  lleguen a la universidad.

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