Laura Fernández: «Si fuese un superhéroe, me convertiría en villano»

Detectives estilo Roger Rabbit; una treintañera ingenua que siempre lleva debajo su traje de Súper Chica; una ambiciosa editora enriquecida con las novelas de la falsa versión rosa de Virginia Woolf; el dependiente de una cochambrosa tienda de cómics; un perro que habla... Esta colección de freaks da forma a la Barcelona surrealista y cotidiana a la par de Wendolin Kramer, segunda novela de Laura Fernández (Terrasa, 1981). «En realidad no habla de superhéroes, sino sobre alguien que de bueno es tonto hasta el punto de hacer el ridículo. Ahora mismo los superhéroes no tienen sentido, la moda de los zombis no es casual: ya no vivimos en una comunidad en la que intentamos salvarnos unos a otros, más bien nos aniquilamos».

Ha reunido todas sus aficiones en esta enloquecida historia coral porque, reconoce, «escribo sobre todo para divertirme yo. Me gustan los cómics, pero no he leído tantos de superhéroes. Si fuese uno de ellos, me convertiría en villano. Siempre me ha parecido absurdo su afán de salvar por salvar, ¿y si no se lo merecen, si son mala gente? Como dicen en Kick-Ass, un superpoder conlleva gran ingenuidad; luego, los superhéroes son todos unos ingenuos».

Ella se reconoce en quien menos esperaríamos, «mi álter ego es el perro, una especie de Pepito Grillo avergonzado de su dueña». «Mi mayor influencia son las pelis de los ochenta: Cazafantasmas, Gremlins... eran mucho más divertidas. Por eso el libro tiene una estructura más bien cinematográfica o de serie», explica. Por algo el también escritor Agustín Fernández Mallo ha dicho que esta novela es «mejor que Ghost World. Alguien debería llevarlo a la pantalla».

Wendolin Kramer acaba de publicarse en Seix Barral y Laura ya ha terminado su próximo libro: La chica zombi. «Quiero aclarar que los zombis me dan bastante asco, pero son un poderoso símbolo. Es una historia de instituto entre Carrie, Grease y La metamorfosis: una chica de 16 años hace algo obligada por su amiga y al día siguiente despierta convertida en muerta viviente; es la misma persona pero huele fatal, se le cae la piel... así que empieza a reconstruirse como puede, porque tiene una cita con un chico». Una curiosidad: el personaje de Francis Dómino, del que se enamora Wen, nació en un relato para Calle 20 en diciembre de 2006: El Detective Atractivo, S. A.

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