Meghan y Kate. Dos mujeres. Dos vidas. Dos estilos. No escribo esta columna con intención de fomentar ninguna rivalidad. Ni siquiera con el ánimo de contaminar una relación que parece no tener una buena base (Hello, Anitta, no te imagines que te lee nadie de Buckingham, creída). Pero es cierto que después de tragarme de un tirón los tres capítulos de la primera parte de la docu-serie de Netflix sobre la pareja que han formado la actriz de Hollywood y el pequeño de los Windsor se me han venido a la cabeza un montón de pensamientos sobre lo diferentes que son las dos mujeres que ocupan el corazón de los hijos del actual rey de Inglaterra.
Mientras que a la nueva Princesa de Gales parece que la han dibujado para su cargo, la protagonista de Suits nunca ha parecido sentirse cómoda en el 'cargo'. Kate Middleton da la sensación de que vino al mundo con una tiara puesta, un vestido de fiesta y la espalda muy recta. Luego está Meghan Markle, que como buena americana se encuentra comodísima en vaqueros, camiseta y gorra de béisbol.
Repasando cuando Meghan estaba en la corte inglesa te das cuenta de que los vestidos discretos pero encorsetados no eran lo suyo. Al igual que no le debía hacer mucha gracia el "tener que cumplir" con ciertos códigos de etiqueta, como por ejemplo no enseñar los hombros en actos de día o tener que llevar siempre medias. Catalina (¡qué me gusta 'españolizar' el nombre!), por otro lado, es la perfección británica y cumple el protocolo como si hubiese nacido en un palacio. Cosa que no ha hecho, por cierto.
En el documental hay un momento pelín sonrojante donde Meghan cuenta cómo fue su primer encuentro con Isabel II. Nos ponemos todos en su piel, evidentemente, e imaginamos los nervios, la incomodidad e incluso la vergüenza. Pero ella lo que manifiesta es estar sorprendida por tener que hacer una reverencia a la abuela de su novio. El gesto que hace mientras lo cuenta, como si fuera casi una caricatura de película de dibujos, nos hace sentir a todos fuera de lugar. Pero es una magnífica aproximación que demuestra que no encajaba, ni tampoco tenía muchas ganas de hacerlo.
Otra de las cosas que más me ha llamado la atención de Meghan, a la que he seguido muy de cerca, es su aversión a las marcas británicas. Rara vez la hemos visto vestida por diseñadores ingleses mientras que Louis Vuitton, Dior o Valentino han sido, y siguen siendo, habituales en su armario. Como si optar por franceses o italianos también fuera una declaración de intenciones contra la corte. Muchos son los que la han acusado de "copiar" a su suegra pero de esto la declaro libre de toda culpa. ¿Quién no se ha inspirado en la 'Princesa del Pueblo'' alguna vez? ¡Con el estilazo que tenía!
Esta semana ha sido el perfecto ejemplo de lo diferentes que son las dos. Mientras en Londres, Middleton recibía a la diplomacia británica con un regio vestido de Jenny Packman y una espectacular tiara de los años 20. Tapada, recta, solemne… En Nueva York, Markle, recibía un premio con un escotado y espectacular vestido blanco de Vuitton que tenía una peligrosísima raja que en Buckingham no sería bien vista.
Es decir, dos mujeres y dos tipos de vidas radicalmente diferentes. En lo que me parece que ambas coinciden es en el amor que sienten por sus respectivas parejas. El amor con el que se miran durante las tres horas que dura esta primera parte del documental Meghan y Harry es envidiable. Al igual que es la sensación de complicidad que dan siempre William y Kate cada vez que aparecen en público. ¿Es mejor una que otra? No soy muy de tomar partidos pero en las redes sociales las cosas están que arden y los del #TeamKate están llevando fatal todo lo que está haciendo y diciendo el #TeamMeghan. ¿Tú tienes una favorita?
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