Anitta Ruiz Consultora de moda | #LAROPAHABLA
OPINIÓN

Sí, se puede ser femenina y feminista

Manifestantes protestando delante de la casa Dior por el injusto tratamiento de la minifalda
Manifestantes protestando delante de la casa Dior por el injusto tratamiento de la minifalda
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Manifestantes protestando delante de la casa Dior por el injusto tratamiento de la minifalda

Si hay un término que se ha desvirtuado en los últimos años ha sido, sin duda, el de 'feminismo'. Las mil y unas corrientes y ramificaciones han conseguido que mujeres trabajadoras, luchadoras, triunfadoras, fuertes, emprendedoras, empáticas y simpáticas no se sientan representadas por una palabra (y una lucha) que nos ha llevado hasta donde estamos. A un mundo donde podemos votar y también ser jefas de estado, donde podemos dirigir empresas o quedarnos en casa a cuidar de nuestra tribu y donde, afortunadamente, podemos decidir subirnos a un tacón o no hacerlo. 

En la posibilidad de elección es donde residen nuestras libertades, por eso me da mucha rabia cuando hay gente que considera que para ser feministas, no podemos ser femeninas. En estas nuevas generaciones hay quienes se creen mejores mujeres por abrazar el feísmo en toda circunstancia. Qué lejos me queda todo esto. ¿Pero cómo no voy a ser feminista desde mi independencia y mi soltería? Con mi pelo rosa y mi compromiso absolutamente firme de acudir a votar (aunque sea en blanco) en cada una de las ocasiones en las que tengo oportunidad. Porque es nuestro derecho pero también nuestro deber, por todas las que nos precedieron.

Nuestras bisabuelas tuvieron que pelear, mucho, para que nosotras estemos aquí y así. El movimiento sufragista de finales del XIX y principios del XX fue intenso, doloroso y traumático para muchas de ellas. Lucharon por su libertad y también por poder ponerse pantalones. Aunque también decidieron vestir inmaculados trajes blancos para destacar que querer tener los mismos derechos que los hombres no significaba querer ser ellos. Coco Chanel, alcanzó el triunfo tras revolver en los armarios masculinos. Se negaba a montar a caballo de lado y se puso unos bombachos que adornó con camisas de lazos y coquetos y cómodos sombreros. Dejó atrás el corśe y se cortó el pelo. También llenó su cuerpo de perlas y pintó sus labios de rojo. Enseñar las rodillas con las coquetas minifaldas de Mary Quant era absolutamente liberador en los 60 y los maquillajes de mil colores una seña de identidad en los 80. En una época, por cierto, en que la mujer estaba llegando a lo más alto en la empresa y la política. Las protagonistas de Armas de Mujer combinaban sus trajes de inspiración masculina con elegantes blusas de seda y las perlas fueron una seña de identidad para Margaret Thatcher o Isabel II.

La diseñadora Coco Chanel
La diseñadora Coco Chanel
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Me acuerdo de una escena de la serie La maravillosa señora Maisel donde su protagonista, allá por los años 50, se levantaba media hora antes que su marido para acicalarse. Después se volvía a meter en la cama y se hacía la dormida, todo para que su pareja pensase que ese rubor y esas ondas del pelo perfectas eran naturales. ¡Sólo pensarlo me da escalofríos! Pero que queréis que os diga, cuando voy de viaje me sigo poniendo extensiones de pestañas porque prefiero que mis amigas, amigos (y yo misma) me vean con mejor cara desde el desayuno. Y por mucho que me digan que es culpa del patriarcado y de las revistas de moda, cuando me veo guapa me siento mejor. Es mi elección, consciente y libre. Porque sé que mi gente me quiere igual con o sin ellas.

Cuando me veo guapa me siento mejor. Es mi elección, consciente y libre

Tenemos que seguir rompiendo techos y luchando, seguro, porque lo que aquí es un derecho no lo es en otras partes del mundo, o quizá ni siquiera en un pequeño pueblo perdido en la montaña asturiana. Las redes sociales han amplificado mensajes y ayudado en este camino pero también han conseguido que el odio se extienda más rápido por lo que sí, es cierto, que, como mujeres, somos blanco fácil de críticas y burlas. Que si la falda te está muy corta, las tetas muy caídas, las canas son de vieja y como sigas comiendo vas a reventar. Creo que el legado que puedo dejar a las niñas que tengo cerca o que me siguen es que tenemos que empezar a hacer oídos sordos al ruido y aprender a escuchar a los que tenemos cerca y nos quieren. Tenemos que buscar referentes que nos aporten sabiduría, tranquilidad e inquietud por descubrir un mundo mejor. Y que todo esto lo podemos hacer en deportivas o con tacones de 12 centímetros. Con un vestido que deje al aire unos brazos a los que ha vencido la fuerza de la gravedad o con una faja que nos ayude a vernos mejor en un vestidazo de lentejuelas. Femenina y feminista, aunque sólo sea por homenajear a las mujeres que recorrierron, en inmaculados trajes blancos, las calles de Europa y Estados Unidos gritando por nuestros derechos. 

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