Estoy absolutamente enganchada al culebrón en el que se ha convertido el juicio entre Johnny Depp y su ex mujer, Amber Heard. Os pongo en contexto por si habéis estado despistados estos días. Ambos llegaron a un acuerdo hace años, cuando ella le denunció a él por malos tratos, pero ahora ha sido él quien ha demandado a la actriz por difamación y le pide tal millonada que a mí me faltan dedos para contar ceros.
A día de hoy todavía siguen enzarzados en declaraciones, cruces de acusaciones desde el banquillo y exponiéndose mientras se hacen públicas decenas de horas de grabaciones de la tormentosa relación que ambos mantuvieron mientras estuvieron casados. No seré yo quien juzgue o sentencie, para desgracia de mi familia no pasé de primero de derecho, pero sí que puedo emitir un juicio ‘de estilo’.
La señora Heard está un pelín obsesionada con el ‘Capitán Sparrow’. Y digo esto en base a los modelitos que ambos están luciendo estos días en la Corte. Que un día Depp luce traje y camisa negra, al día siguiente ella parece la versión femenina y rubia del look. Que él mantiene la camisa negra pero se cambia a un traje gris ¿pues averigüen cómo se viste ella a continuación?
Cuando las redes sociales estaban alucinando con esta actitud llegó la puntilla, o mejor dicho, el aguijón. El protagonista de 'Eduardo Manostijeras' siempre ha declarado que adora a las abejas. Las considera trabajadoras y creadoras de riqueza. Por ese motivo lució con orgullo una corbata de Gucci con el animal bordado en una de las sesiones. Compadezco al asistente de Amber que tuvo que salir corriendo a comprarla para que ella se la pudiese poner al día siguiente. Todo este barullo contradice todas las lógicas personales y judiciales. Es decir, cuando tú has denunciado a alguien por maltrato (y no existe a priori ningún síndrome de Estocolmo), lo último que quieres hacer es ‘parecerte’ a tu agresor. Además, los abogados defensores suelen sugerir a sus clientes que mantengan un perfil estético bajo y pulcro. Algo muy alejado a lo que está haciendo la demandada en esta ocasión. Vamos, que nos pongamos como nos pongamos, creo esto que está haciendo Amber Heard no le está ayudando en absoluto. ¿Nos explicará algún día que ha motivado esta extraña decisión?
La alegría estilística de las ministras
Mientras dejo esta pregunta en el aire vuelvo a Madrid. Ahora que ya no llevamos mascarillas en interiores me da la sensación de que todos tenemos más de ganas de arreglarnos. Esto, unido a que ya hemos cogido el ritmo de eventos, presentaciones, actos, etc, nos está permitiendo ver a nuestros políticos en diversas circunstancias que requieren de vestuarios variados.
Me vais a permitir que en esta ocasión me fije en las mujeres del Ejecutivo. Sé que las cosas están complicadas y que en el Congreso se la pasan unos y otros tirándose los trastos a la cabeza, pero hay algo que siempre vamos a tener que agradecer a esta ‘promoción de ministras’. Algo que puede resultar baladí, pero que está muy lejos de serlo. No hay una forma de vestir para ‘decir que eres de izquierdas’, ahora no. Creo que el compromiso con las políticas socialistas (o del extinto Izquierda Unida, o de Podemos), más que estético tiene que ser ético. Me explico, creo que es más importante asociarse a marcas locales y responsables, por ejemplo, que parecer que vas a escalar a la montaña (cuando en realidad vas al Congreso) para ser fiel a tus ideales. Díaz abrió esta veda (aunque los fashionistas siempre tendremos en la memoria a Carmen Alborch) y detrás ha venido el resto.
A mí me gusta llamar a esta evolución estética el ‘efecto Yolanda’. Ella misma ha cambiado muchísimo hasta encontrar su imagen identitaria. Ojo, que aguantar el chaparrón de comentarios sobre cómo vistes, nunca es fácil, pero ella se ha mantenido firme en sus decisiones y ha allanado el camino al resto de las mujeres en política, independientemente de que partido sean. Al final, las voces se terminan apagando y lo que prevalece es la acción. El preocuparte por verte bien, el adecuar tu vestuario a la ocasión, el perder el miedo a llevar un vestido rojo entre un montón de aburridos trajes de chaqueta azules no te hace peor servidor público. Al igual que no está mal que comentemos si nos ha gustado más o menos un modelito siempre que este se ajuste a la etiqueta requerida. Nuestra imagen nos representa e incluso nos ayuda a ‘vendernos’. Eso sí, si sólo es envoltorio, al final terminaremos viendo que el paquete de regalo está vacío.
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