![Las vanguardias artísticas, como el surrealismo y el dadaismo, seguían interesadas en expandir los límites de lo cinematográfico. Si Hans Richter continuó con sus abstracciones geométricas en ‘Rhythmus 23’, Man Ray hizo una de las películas más deslumbrantes (y sexys) del año: ‘Le retour à la raison’ [foto], donde granos de sal, pimienta y clavos crean imágenes en rápida sucesión hasta llegar al pecho desnudo de Alice Prin atravesado por luces y sombras. En el mundo de la animación, el gato Félix de Otto Messmer conoció a Chaplin (¡toma crossover!) en ‘Felix in Hollywood’; Wladyslaw Starewicz animó pajarillos en una de sus obras maestras, ‘La voz del ruiseñor’; y, con ‘Alice’s Wonderland’, dieron comienzo los cortos híbridos de Walt Disney con la pequeña Virginia Davis y el gato Julius.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_990_auto/uploads/imagenes/2022/12/30/cine-experimental-y-animacion-de-1923.jpeg)
Cine experimental y animación de 1923
Las vanguardias artísticas, como el surrealismo y el dadaismo, seguían interesadas en expandir los límites de lo cinematográfico. Si Hans Richter continuó con sus abstracciones geométricas en ‘Rhythmus 23’, Man Ray hizo una de las películas más deslumbrantes (y sexys) del año: ‘Le retour à la raison’ [foto], donde granos de sal, pimienta y clavos crean imágenes en rápida sucesión hasta llegar al pecho desnudo de Alice Prin atravesado por luces y sombras. En el mundo de la animación, el gato Félix de Otto Messmer conoció a Chaplin (¡toma crossover!) en ‘Felix in Hollywood’; Wladyslaw Starewicz animó pajarillos en una de sus obras maestras, ‘La voz del ruiseñor’; y, con ‘Alice’s Wonderland’, dieron comienzo los cortos híbridos de Walt Disney con la pequeña Virginia Davis y el gato Julius.
Cinemanía
'El hombre mosca' (Fred C. Newmeyer, Sam Taylor)
El decano de los dobles de acción de Hollywood, Harvey Parry, esperó hasta la muerte de Harold Lloyd para desvelar su participación en las taquicárdicas escenas donde este angustiado dependiente trepa por la fachada de un rascacielos del centro de Los Ángeles. Lo cual no quita ni un ápice de mérito al actor, quien realizó la mayoría de las escenas de riesgo que llevaron hasta su icónica imagen colgado de las manillas de un reloj gigante.
Culminación de un gusto por aunar carcajadas y vértigo en el patio de butacas que empezó en el corto ‘Siempre fuerte’ (1921) y no se filmó con retroproyección, sino sobre una fachada falsa construida como escenario en la azotea de varios edificios de la misma calle, entre los que se iba moviendo el rodaje según hacía falta ganar más altura. Porque hay gente que lo de sacar una sonrisa al público se lo tomaba como un asunto de vida o muerte.

'La rueda' (Abel Gance)
Despliegue apabullante de belleza y fatalidad desbordando cada fotograma de una catedral del lenguaje cinematográfico. Gance echa mano de todos los recursos imaginables para narrar cual locomotora del destino un triángulo maldito, entre el melodrama paternofilial y el incesto, en la cumbre de los Alpes. Su épica duración (la restauración más completa raspa las siete horas, la más conocida las cuatro y media) no quita las ganas de repetir, con la esperanza de que esta vez la dulce Ivy Close llegue a tiempo para salvar a su amado de caer por el precipicio.
Cinemanía
'Una mujer de París' (Charles Chaplin)
No es ninguna broma: en dura pugna por ser la mejor película silente de Chaplin (y uno de sus mayores fracasos de taquilla) está este drama de tomo y lomo que, además, contiene un puñado de gags buenísimos. Diseñada como vehículo de lucimiento para Edna Purviance, quien debe elegir entre el amor de un pintor o una vida de lujos y riqueza con un frívolo protector (Adolphe Menjou) que toca un saxofón de juguete, la historia articula sus equívocos con originalidad a partir de lo que los personajes escuchan a escondidas o sin querer.
Cinemanía
'La ley de la hospitalidad' (Buster Keaton, John G. Blystone)
Año bisagra en el que Keaton dejó de hacer cortos (tan refinados como ‘El aeronauta’ y ‘Nido de amor’) para dedicarse a los largometrajes. Si bien el primero, ‘Las tres edades’, puede verse como una amalgama de historias breves, la ambición dramática se dispara en esta burla de la disputa histórica de dos familias de los Apalaches que empieza con seriedad hasta la aparición de su impertérrito semblante. Y ya no hay escapatoria: gags sobre raíles que preparan el terreno para ‘El maquinista de La General’ (1926) y clímax en una cascada que se jugó la vida rodando. Puro Keaton.
Cinemanía
'Sombras' (Arthur Robison)
La fiebre expresionista bulle con energía en el cine alemán. Robert Wiene aplicó el estilo a una curiosa adaptación de ‘Crimen y castigo’ titulada ‘Raskolnikow’, pero la mejor fábula de moral torturada la dirigió un estadounidense afincado en Alemania. Robison se alió con Fritz Arno Wagner, el director de foto de Murnau en ‘Nosferatu’, para sumir en tinieblas alucinatorias la mansión donde un ilusionista ameniza con un estremecedor teatro de sombras la cena de un conde celoso y el séquito de pretendientes de su mujer.
Cinemanía
'Coeur fidèle' (Jean Epstein)
Las más bellas sobreimpresiones del mar, el horizonte y el oleaje con cuerpos y miradas de amor y ensueño se encuentran en este melodrama contado en dos tiempos, al que Epstein pretendía limar todo lo accesorio hasta quedarse con la pureza de una tragedia simple e inevitable, ambientada en el puerto de Marsella. Una pieza de orfebrería de puesta en escena y montaje.
Cinemanía
'Le brasier ardent' (Ivan Mosjoukine)
El actor ruso cuyo semblante quedaría asociado para siempre a la explicación del efecto Kuleshov fue una de las mayores estrellas del cine silente francés tras instalarse en París huyendo de los bolcheviques. La segunda película que escribió y dirigió es una insólita fusión de géneros que no para de reinventarse: interpreta a Z, un detective audaz que enamora a la mujer que debe investigar.
Cinemanía
'La sonriente Madame Beudet' (Germaine Dulac)
Sabes que tu matrimonio está en punto muerto cuando el mayor pasatiempo de tu marido consiste en amenazar con pegarse un tiro en la sien para hacerte rabiar. Dulac destila la frustración de una esposa encerrada entre cuatro paredes con una narración en miniatura, poéticas imágenes mentales y una refutación fulminante a la idea de final feliz.
Cinemanía
'Os lobos' (Rino Lupo)
Naturalismo portugués para un relato de hombres lobo. Además de los paisajes de la Serra da Cabreira y la plasmación de las comunidades rurales (de su trabajo cotidiano al rechazo del forastero), dos gestos de modernidad sobresalen: los autores de la obra teatral dando su visto bueno al inicio de la adaptación y una antorcha que, cuando se enciende, cambia el tintado de la imagen.
Cinemanía
'La hermana blanca' (Henry King)
Pocas estampas más conseguidas de la devoción que la expresión seráfica de Lillian Gish mientras toma los votos para hacerse monja pensando que su prometido (Ronald Colman) ha muerto en una expedición a África. A este intenso melodrama romántico rodado en Italia, primera producción de la actriz tras cerrar su etapa con Griffith, no le falta ni un volcán en erupción.
Cinemanía
'Rosita, la cantante callejera' (Ernst Lubitsch)
Mary Pickford, harta de los papeles inocentones que siempre interpretaba, decidió dar un giro a su imagen. Se llevó a Hollywood a Ernst Lubitsch (consagradísimo en Alemania, pero deseoso de abandonar un país que se estaba poniendo difícil) y, aunque no pudieron hacer ‘Fausto’, su colaboración en este romance ambientado en una Sevilla de carnavales y pandereta fue un éxito. A pesar de todo, la actriz quedó descontenta y no se preservó el filme, perdido durante décadas.
Cinemanía
'Erdgeist' (Leopold Jessner)
Antes de que Pabst (quien debutó este año con ‘El tesoro’) inmortalizara a Louise Brooks como Lulú, la danesa Asta Nielsen interpretó a la más peligrosa de las mujeres fatales en esta adaptación de la obra del dramaturgo Frank Wedekind. La puesta en escena expresionista tiñe de pesadilla masculina la espiral de seducción e infidelidades de una auténtica comehombres.
Cinemanía
'The Extra Girl' (F. Richard Jones)
Mabel Normand, una de las personas más divertidas que ha visto la gran pantalla, empezó la década envuelta en una serie de escándalos que acabaron por fulminar su estrellato. Su último trabajo con el superproductor (y amante) Mack Sennett es una temprana sátira de Hollywood como picadora de ilusiones de jovencitas de provincias con aspiraciones de actriz.
Cinemanía
'La calle' (Karl Grune)
Ninguna película expresionista retrató igual de bien la asfixiante decadencia de la República de Weimar que el convulso montaje inicial de esta pesadillesca fábula moral de Karl Grune desarrollada en una sola noche, durante la cual un burgués aburrido con su vida placentera se precipita por la sima de la nocturnidad, la delincuencia y la miseria. En medio de ambientes urbanos tan cochambrosos que darían reparo a los esbirros del doctor Mabuse, su odisea after hours va en paralelo a las penurias de un hombre invidente (nada menos que Max Schreck) con su nieto, para redondear el fresco social.
Cinemanía
'Zaza' (Allan Dwan)
Cuando escuches aquello de que en el cine mudo no necesitaban diálogos porque tenían rostros, solo tienes que buscar una película con Gloria Swanson para entender qué quiere decir. Nada mejor que la primera de sus celebradas colaboraciones con Allan Dwan, donde se adueña de la pantalla mientras interpreta a una de esas cabareteras capaces de hacerte añicos el corazón.
Cinemanía