Cuando decimos que Shane Black es un genio, lo decimos por algo. Hace 31 años, antes de que se pusiera de moda hacer piruetas con los géneros de cine, el guionista de Arma letal y Iron Man 3 combinó una tendencia añeja (los monster mash que reunían al conde Drácula, la criatura de Frankenstein, el hombre lobo y demás engendros añejos) con otra tan rabiosamente ochentera, a la par que spielbergiana, como las películas de aventuras con niños. El resultado fue una delicia de la que han bebido muchos otros productos de éxito, empezando por Stranger Things.
Vamos a ver, ¿no se supone que la subcultura hacker y el fetichismo informático son tan importantes en Ready Player One como la obsesión por los 80? Pues que nos expliquen por qué Spielberg y Ernest Cline no incluyeron ningún guiño a este delicioso e inquietante thriller con Matthew Broderick y Ally Sheedy. Juegos de guerra ha quedado como un filme que refleja las cosas de la piratería informática de manera razonablemente verosímil, y por ello una referencia a WOPR y sus partidas de tres en raya habrían sido muy de agradecer.
Videojuegos, aventuras espaciales (con astronaves de diseño inolvidable) y unos pelazos y un vestuario que quitan el sentido: esos son los poderes readyplayerónicos de esta película, concebida como artefacto de marketing para un videojuego que jamás llegó a producirse. Adorada por innumerables espectadores que la vieron cuando eran niños, Starfighter se mantiene lo bastante viva en la cultura popular como para tener un reboot en preparación: eso quiere decir algo…
Vale, Spielberg y Cline, eso de citar El club de los cinco en vuestra película ha estado muy bien. Pero, puestos a rescatar títulos del gran John Hughes, ¿por qué no fijarse en su obra más infravalorada? Una película que, además, ofrece reflexiones muy puñeteras sobre la relación entre mundo real (el de Anthony Michael Hall e Ilan Mitchell-Smith, nerds incurables) y una fantasía virtual personificada en Kelly LeBrock (La mujer de rojo). El cachondeo que produce ver a Robert Downey Jr. hecho un pipiolo y apuntando maneras fiesteras es materia de otro artículo…
Zombies radiactivos, ciudades desiertas, música pop a todo volumen… y dos heroínas de lo más adolescentes y cañeras. Dado lo cuestionables que resultan las políticas de género en Ready Player One, habría sido un puntazo que Spielberg se acordara de Samantha y Regina, las valley girls más peligrosas del cine ochentero, y de su aventura postapocalíptica. La cual, como tantos otros clásicos de culto, esconde un fondo de melancolía digno de estudio.
Dicen que en el mundo virtual de OASIS puede encontrarse absolutamente de todo, pero nosotros sabemos que eso no es verdad: en esa Babilonia de lo pop y lo referencial faltan… ¡amplis de guitarra que llegan al 11! El mockumentary más popular de la historia, y la comedia metalera definitiva, se merecería un espacio propio en este banco de datos: si los protagonistas prefieren escuchar a Rush y Van Halen, allá ellos, porque nosotros estaremos poniendo cuernos con Sex Farm, Suck My Love Pump y otros hits de este grupazo británico.
Como sabrás si la has visto, la batalla final de Ready Player One ocupa casi 30 largos y espectaculares minutos en los que Parzival, Art3mis y compañía pugnan con la corporación IOI por desvelar el secreto definitivo de OASIS. Así pues, casi entendemos que Serpiente Plissken (Kurt Russell) no se asome a la película: si el antihéroe creado por John Carpenter hiciera acto de presencia, le bastaría con deslizarse en su planeador Gulfire y pegar un par de tiros con silenciador para convertirse en el amo del cotarro, con lo que el clímax en cuestión habría resultado cortísimo.
Por mucho que la nostalgia nos impulse a verlo todo desde el mismo ángulo, hay que ser eclécticos y aceptar que los 80 no fueron sólo la época de los Nuevos Románticos, el tecnopop y las consolas de 8 bits: en esta década nació también la oscuridad densa y macarra del rock gótico. Y, puestos a homenajear dicha tendencia más allá de la camiseta de Joy Division lucida por Olivia Cooke, ¿por qué no rendir tributo, de paso, a la única directora con Oscar? En esta película, la Bigelow se las apañó para unir western y cine de vampiros con una soltura que ni los Sisters of Mercy en sus mejores ti