El espionaje de ficción se hace realidad: Snowden y Assange

  • 'Misión Imposible', 'La red', y la saga Bourne anticipaban el espionaje cibernético que hoy pone en jaque a algunos gobiernos.
  • Le Carré, Greene y Ambler: los padres literarios de los espías modernos, personajes en auge según editoriales y librerías dado el aumento de ventas desde Snowden.
  • Nuestra orwelliana y frágil sociedad hace tiempo que estaba escrita.
Tom Cruise, en la película 'Misión Imposible'
Tom Cruise, en la película 'Misión Imposible'
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Tom Cruise, en la película 'Misión Imposible'

"La labor de Snowden y Assange ha dejado al descubierto que el espionaje no murió con la Guerra Fría, sino que se ha multiplicado y mutado hacia nuevas formas", afirma la editora de serie negra de RBA Anik Lapointe. "Ellos revelan hasta qué extremos vivimos en la sociedad orwelliana".

Reflejó George Orwell (1903-1950) nuestro presente anticipadamente en 1984, la novela creadora del concepto por todos hoy bien conocido Gran Hermano. Una crítica a las técnicas modernas de vigilancia, vaticinada por el escritor en 1949. Una de sus  frases más célebres y a su vez más actuales: "En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario".

"Quien controle la red, controlará el espionaje"

La ficción, afirma el profesor de Narrativa Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra, Xavier Pérez Torio, ya lo había reflejado: "Quien tenga el control de la red tendrá el control del espionaje". Algo vaticinado, apunta, por las películas Misión Imposible, La Red y la saga Bourne.

Ficción y realidad no dejan de ser espejos la una de la otra y viceversa, lo que acaso explique el reciente aumento de ventas de novelas de espionaje. Aseguran algunas editoriales y librerías que el auge de esta narrativa, género propio por derecho (fuera ya del negro, según Lapointe) ha aumentado desde el último caso de espionaje: Snowden, el exagente de la CIA que reveló la existencia de dos programas secretos de vigilancia de comunicaciones de EE UU.

Caso parecido al de Assange, quien hizo públicos 700.000 documentos clasificados. Aaron Schartz entra también en esta "generación de rebeldes en la Red", pues divulgó millones de archivos judiciales de pago (se suicidó el pasado enero). Y si extendemos el asunto del espionaje, acaso podríamos también citar a Método 3, la agencia responsable de grabaciones a algunos políticos españoles.

"Creo que estamos todavía en el amanecer de este fenómeno", señalaba a la revista Time la profesora de una universidad canadiense Gabriella Coleman; sin embargo no es el amanecer en cuestión de ficción. La idea de agente programado ya estaba en la señalada por Torío, autor de Películas clave del cine de espías (Ma Non Tropo), Misión imposible. Y hablamos del año 1996.

Si saltamos del cine a la literatura, tres son los nombres de referencia: Le Carré, Graham Greene y Ambler. Ellos son los padres de una nueva literatura de espías. Suyo es el cambio de modelo: el célebre Bond (creado por Ian Flemming y llevado al cine en 1963: Doctor No, con Sean Connery), ya no es el mismo. El espía no actúa, como 007 por puro placer y con suma elegancia. Lo que en modo alguno ha supuesto una caída del espía más famoso y guapo de todos los tiempos: de hecho la última de la serie, Skyfall, ha sido la película británica más taquillera de la historia.

Lo que sí hicieron los antes citados responsables del cambio de espía fue abrir las puertas a un nuevo prototipo que se anticipaba al presente y que dejaba al descubierto lo más oscuro del ser humano aunque también algunas de sus mejores virtudes.  Crearon, y así lo dicen desde RBA, "un tipo de ficción que nos reafirma en nuestras sospechas de que los gobiernos están metidos en una guerra sucia y oculta, de la que no sabemos nada y de la que somos meros instrumentos... La novela de espías le toma el pulso a la actualidad con el fin de mostrarnos qué características han adoptado esos mecanismos de vigilancia y control". Y esto se lo debemos a Le Carré, Greene y Ambler.

Los padres ficticios de los espías reales

Si bien la primera película del género se remonta a 1928 con Los espías de Fritz Lang, y Hitchcock firmó tres grandes del género con 39 escalones (1935), Encadenados (1946) y Con la muerte en los talones (1959), no es hasta los 60 que estalla el boom con el Bond de Fleming.

Tres décadas después del boom que generó el Bond de Fleming (1963) llegó la reinvención del género. Según el experto en Narrativa Audiovisual:  "El espionaje informático ya lo plasmaba el cine antes de Snowden, en Misión Imposible. La película avanzaba la idea de que todo el espionaje iba a tener que ver con Internet". Torio señala La red como otra cinta fundamental: "En ella se hace la profecía: quien tenga el control de la red tendrá el control del espionaje".

Las películas de la saga Bourne siguen la estela. El espía que surgió del frío, publicada en 1963 por Le Carré y adaptada al cine después, es otra imprescindible en la reinvención del género, y anterior a cualquiera de las películas de espías. La literatura sea delantó claramente. Le Carré introducía la figura del espía como alguien más bien gris, y desde luego en absoluto apasionado por su trabajo, incluso alguien aburrido.

El origen, no de los espías como hoy los conocemos, sino de los espías es una consecuencia de las grandes guerras del siglo XIX. ¿El motivo?: de ellas provienen los primeros servicios secretos.

La Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría generarían importantes títulos: La máscara de Dimitrios (1939) de Eric Ambler, El ministerio del miedo (1943) o El tercer hombre de Graham Greene, o el ya citado Le Carré con El topo y El espía que surgió del frío.

Hijos de los referentes

"Hoy converge una línea que mira a la actualidad más rabiosa, es decir, a los nuevos escenarios geopolíticos y tensiones que dibuja la  globalización, el terrorismo islámico, las bandas del crimen organizado, la sofisticación tecnológica, el cibercrimen... en la cual entrarían nombres como los de Robert Ludlum (saga Bourne), Olen Steinhauer (serie Milo Weaver) o Charles Cumming", precisa la editora de RBA,  "y otra que echa la vista atrás con nostalgia a los modelos tradicionales del género (guerras mundiales, entreguerras, Guerra Fría) con representantes como Alan Furst, Joseph Kannon y puntualmente William Boyd".

De España destaca, en cuanto a la similitud con los casos reales que se están dando en la actualidad, la novela Sin cobertura de José Marín de Pozuelo y Jordi Bordas. De Francia, la serie SAS de Gérard de Villiers.

De vuelta al cine y a los espías de carne y hueso, Pérez Torio, concluye volviendo al pasado y a una película que fue algo más que un vaticinio: "El cine no sólo ha reflejado lo que estamos viviendo en la actualidad con los casos de Assange y Snowden. Incluso ha reflejado cosas antes de que sucedieran, como El mensajero del miedo. La película plasma el atentado político y se estrena un año antes del asesinato de Kennedy.

No se trata de artes adivinatorias sino del reflejo de algo que estaba en el ambiente". Y remata, casi avisa: "A veces está en el ambiente ese modelo conspirativo a punto de estallar".

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