Enfrenta la deshumanización de Guantánamo con los hogares de los prisioneros liberados

  • El británico Edmund Clark fotografió detalles de las instalaciones de la cárcel pero tuvo que someter las imágenes a la censura diaria del Ejército estadounidense.
  • Acompaña los testimonios visuales con detalles domésticos de los hogares a los que regresan los detenidos tras ser liberados.
  • En una exposición en Nueva York, Clark acompaña las fotos con cartas que recibían o enviaban los internos.
Unidad de aislamiento de Guantánamo, fotografiada por Clark en 2009
Unidad de aislamiento de Guantánamo, fotografiada por Clark en 2009
© Edmund Clark
Unidad de aislamiento de Guantánamo, fotografiada por Clark en 2009

"Tras estar colgado de una cuerda, puedes recuperarte. Pero cada vez que ves una cuerda, te acuerdas. Si la luz se va inesperadamente en una habitación, vuelvo a estar en mi celda", dice Binyam Mohamed, prisionero nº 1458 del centro de detención de Guantánamo.

El británico Edmund Clark, conocido por sus proyectos relacionados con el control y el encarcelamiento de seres humanos, repasa en una serie de fotografías las instalaciones de la base naval de Guantánamo (Cuba) en la que vive el personal militar estadounidense, la cárcel en la que permanecen los detenidos (todavía hay 167) y las casas a las que regresaron algunos de los que fueron liberados.

Guantanamo: If The Light Goes Out (Guantánamo: Si la luz se apaga), en la galería Flowers de Nueva York a partir del 30 de noviembre, es una selección de fotografías del proyecto que el autor completa con una instalación artística y copias de la correspondencia de los prisioneros.

Fotos sin presencia humana

Las fotos, de detalles y paisajes, evitan la presencia humana, un modo de expresar la privación de la identidad en el centro. Clark se encontró a diario con las estrictas normas de seguridad y la censura de las imágenes que tomaba dentro del centro y también comprobó en las misivas personales a los internos cómo cada una de las cartas era fotocopiada y censurada antes de que llegara al destinatario, incluso si el remitente era una niña de siete años relatando sus progresos en las clases de natación.

La exposición, en cartel hasta el 12 de enero, crea una narrativa "desorientada" que evoca los efectos psicológicos que tiene Guantánamo sobre cualquier ser humano. El recorrido por los pequeños aspectos de la vida de los prisioneros se muestra desierto y a la vez informativo: cada foto acompañada de un testimonio es una historia perturbadora sobre la privación, el daño y el trauma.

Las imágenes de la seguridad del entorno doméstico se intercalan con las de una celda de aislamiento o una silla que inmoviliza al detenido para obligarlo a comer,  para volver de nuevo a los sillones de una casa o a un humilde dormitorio. El cambio repentino refleja el recuerdo postraumático que puede regresar a la memoria del exprisionero en cualquier momento.

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