El juicio contra el médico Carlos Morín, que se enfrenta a más de 300 años de cárcel por un centenar de abortos en sus clínicas de Barcelona, ha dado un giro después de que la principal testigo protegida se haya ahogado en contradicciones.

La testigo, ante el juez de la Audiencia de Barcelona, ha alegado también no recordar detalles de los extremos más incriminatorios.

Fue por esta trabajadora de una de las clínicas durante 18 años que se reinició la investigación del caso, ya que detalló el funcionamiento de las interrupciones del embarazo y aportó documentación —que robó, según han argumentado las defensas en anteriores sesiones—.

Contrariamente a lo que manifestó en Instrucción, la testigo ha afirmado que las mujeres siempre eran visitadas por el psiquiatra para determinar si se cumplía el supuesto de riesgo para la madre; ha negado que se realizaran dictámenes en blanco y ha sostenido que el historial clínico contenía todos los informes necesarios, entre otros.