Con su lengua entre mis piernas

Marina estaba indecisa. ¿Una fiesta? ¿En un yate? ¡No les conocemos de nada!... Bueno, la verdad es que yo con Iker me había enrollado en un par de ocasiones pero dos besos y no más. Eso sí, durante el momento en el que su cuerpo y el mío se unían podía sentir cómo se empalmaba cuando le metía la lengua. Sabía que le gustaba. Que le gustábamos. A mí la idea de montarme un trío con mi amiga no me hacía mucha gracia. Imaginarme entre las piernas de Marina era algo que hasta el momento ni se me había pasado por la cabeza.

No soy buena amiga. A esas vacaciones la llevé engañada. Yo quería probar la verdad sobre los besos de Iker. Si era amor, deseo o sólo sexo. Nadie más me hubiera acompañado en el mundo pero Marina tenía todo el tiempo y el dinero para gastarlo en una pobre desdichada y enamorada como yo.

Aceptó la invitación de Iker. Nos arreglamos como nunca para la ocasión. Yo con un vestido blanco y corto cuya falda era tan sólo un volante de tul, y Marina con un short vaquero que le hacía un culo descomunal. Llegamos al muelle a eso de las once de la noche. Al fondo un espectacular yate iluminado que fondeaba en el horizonte. Esperándonos sólo Iker. Ambas nos miramos pensando lo mismo, ¿dónde estaban el resto de invitados? En ese momento caímos en lo privada que podía llegar a ser esa velada.

Subimos al yate con miedo a resbalarnos pero la mano fuerte de Iker nos sujetaba para que no nos cayésemos al agua. Seguro que lo último que él quería era perdernos de vista esa noche. Nos emborrachamos de vida, de lujo, de champagne y de deseo. Según pasaban los minutos, contemplaba cómo Iker miraba lascivamente a Marina. El subidón de alcohol iba dejando paso a la cruda realidad. Vale, me había convertido en la "sujetavelas" de mi rollo y de mi mejor amiga.

Me levanté para ir al interior del barco. Lo único que me apetecía era dormir y dejar que entre ellos fluyera más que la brisa. Marina me miró comprensivamente y me dio la mano. Era inteligente hasta niveles insospechados y sabía que la única forma de que Iker y yo nos enrollásemos pasaba por que ella estuviese en medio de ambos. Soltó mi mano para acariciarme el brazo. Fue subiendo poco a poco hasta que sus dedos sujetaron con suavidad mi barbilla acercando mi boca hasta la suya De esta manera fue como empezamos a besarnos mientras Iker era observador de nuestro encuentro.

La situación se caldeaba por momentos. Marina subió el volante de mi vestido y me quitó el tanga. En ese mismo momento maldije las veces que no quise imaginarme su boca entre mis piernas. Así fue como comenzó a lamerme entera, desde el ano hasta el clítoris. En frente, Iker salivaba con el pene agitándose entre sus manos.

Sí, él lo estaba pasando muy bien pero nosotras mejor. Me incorporé para ser yo quien también diera placer a Marina. Haciendo un 69 estuvimos comiéndonos la una a la otra durante un buen rato. Desnudas, mojadas por la humedad del mar y muy cachondas.

Iker quiso unirse a la fiesta cuando nos vio frotar nuestras vaginas, haciendo la tijera. Es cierto, le mirábamos como unas auténticas devoradoras de sexo pero lo último que queríamos en ese momento era ser penetradas por un hombre. Le dejamos participar de nuestra función sólo frotando nuestros clítoris mientras Marina y yo alcanzábamos el orgasmo más unidas que nunca. Al acabar, Iker terminó delante de nosotras y, con las mismas, se quedó dormido en el sofá.

Marina y yo permanecimos cogidas de la mano, sin hablar y mirando al horizonte. Un nuevo día se presentaba en nuestras vidas. ¿Y ahora? ¿Cambiaría nuestra relación como amigas? O lo que es aún peor... ¿podría dejar de pensar en ella con su lengua entre mis piernas?

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