La expresión 'Salvado por la campana' es un término que utilizamos en nuestra vida diaria, tanto en ámbitos escolares como profesionales.

Esta frase hecha la utilizamos cuando queremos expresar alivio porque nos hemos librado de una situación que no nos gusta o que no nos esperábamos en el último momento.

Para entenderla, nos tenemos que remontar al último cuarto del siglo XIX en Inglaterra. Fue en estos años cuando el boxeo, un deporte muy popular entre las clases altas, empezó a practicarse también en los barrios obreros. El objetivo de esto era crear espectáculo y expectación en cada combate para que hubiera gente dispuesta a pagar por verlos y apostar por el ganador.

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Para evitar la brutalidad en estas peleas, una de las reglas que se añadió fue introducir una campana que cada vez que sonaba indicaba el final de un asalto. De esta manera quien fuera en desventaja podía parar unos minutos y tratar de volver a meterse en el combate.

Esta regla evitó que muchos boxeadores terminaran noqueados antes de tiempo e incluso algunos gracias a este pequeño descanso volvían a la pelea con otra mentalidad y conseguían ganar a su contrincante.