Cuatro actividades para tratar las emociones con los más pequeños

Estas actividades permiten a los más pequeños ampliar la agudeza y profundidad de su percepción e intuición y ser emocionalmente más felices.
Estas actividades permiten a los más pequeños ampliar la agudeza y profundidad de su percepción e intuición y ser emocionalmente más felices.
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Estas actividades permiten a los más pequeños ampliar la agudeza y profundidad de su percepción e intuición y ser emocionalmente más felices.

Aunque cada vez es algo más tenido en cuenta por padres, madres y docentes, diversos expertos apuntan que aún queda camino por recorrer en la educación emocional de los más pequeños.

No en vano, trabajar las emociones es una labor que es enormemente beneficiosa para los niños, al permitirles ser alumnos cognitivamente más eficaces, tener más concentración y menores interferencias afectivas, aumentar su motivación, curiosidad y ganas de aprender, ampliar la agudeza y profundidad de su percepción e intuición y ser emocionalmente más felices.

En este sentido, existen diversos juegos y actividades que constituyen una herramienta ideal para descubrir y trabajar los sentimientos con los niños. Bajo estas líneas puedes conocer cuatro ejemplos.

  • Música en el cuadro: además de despertar recuerdos y experiencias, la música evoca emociones. Asimismo, a través de la pintura, los niños pueden descubrir un mundo lleno de colores, formas, trazos e imaginación, simbolizando así sentimientos y vivencias. Es por ello que una actividad interesante en este sentido es ponerles piezas musicales diferentes y proponerles que pinten libremente las emociones que les provocan. Cuando acaben, se puede hablar de lo que han experimentado y dibujado.
  • Emocionómetro: es un mecanismo muy útil para la gestión emocional en familia. La herramienta se puede componer con elementos que todos tenemos en casa, como hojas o cartulina de base, dibujando las emociones o pegando recortes de imágenes de revistas. El resultado final deberá consistir en una tira, como si fuera un termómetro, colgada de la pared, y el fin es ir colocando cada una de las emociones: contento, triste, asustado, enojado, sorprendido e incluso ‘no sé cómo me siento’, de forma que cada miembro de la familia ponga su nombre en un broche enganchado a la tira y lo coloque en la emoción que está sintiendo en ese instante en diferentes momentos del día.
  • Mímica de emociones: se han de preparar varias tarjetas y escribir en ellas diferentes emociones. A continuación, el niño tiene que coger una tarjeta y representar la emoción con mímica, mientras el resto de la familia trata de adivinarla, y quien la acierta es el siguiente en salir. Una buena manera de hacer el juego más completo es incluyendo sentimientos menos conocidos por los pequeños. Con todo ello, estos pueden aprender aspectos tan relevantes como el vocabulario emocional o a fijarse en cómo se manifiestan sus sentimientos en todo el cuerpo.
  • Literatura: los libros y los cuentos también son unos grandes aliados para este cometido. Así, ayudan a tener un mayor vocabulario emocional, reconocer e identificar emociones, comprender experiencias vitales, empatizar con los demás, poner consciencia y palabras a lo que nos sucede (lo que ayuda a sobrellevarlo mejor), fomentar el diálogo o resolver conflictos a través de los modelos y estrategias que reflejan.

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