
Hay platos que no entienden ni de edades ni de categorías, y es que, al igual que pasa con las croquetas, ¿quién no se vuelve loco cuando tiene un plato de albóndigas delate?
A pesar de que es un plato de lo más sencillo y delicioso, prepararlo también tiene su aquel, y es que a veces nos ocurre que las albóndigas se nos hacen un poco bola, y nunca mejor dicho. Independientemente de la forma que tengan estas piezas de carne -que sí, es esférica habitualmente-, puede ocurrir que dependiendo del tipo de carne que utilices, la manera de cocinarlas o la ausencia o no de salsa, nos queden un poco secas.
Si has preparado tus albóndigas en salsa, pero aún así la carne se te ha quedado un poco reseca, es que algo has hecho mal -o podrías haber hecho mejor-. Y te decimos el qué.
Es probable que acostumbres a elaborar, por un lado las albóndigas, y mientras estas se cocinan, te pones con la salsa. Error. Las albóndigas siempre con la salsa y en rejilla.
El secreto está en la rejilla
Para que la carne de las albóndigas se quede más jugosa y que vaya cogiendo los aromas y sabores de la salsa, la mejor opción es poner la salsa en una fuente para hornear, y encima, en una rejilla, las albóndigas.
De esta manera, a medida que las albóndigas se hornean, los jugos van cayendo a la salsa y bolas de carne van absorbiendo los aromas de la salsa que hayas preparado.
Además, al no estar ya mezcladas con la salsa, las albóndigas se van a dorar de una manera mucho más uniforme. Un sencillo truco con el que todo son ventajas.
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