Por qué tenemos que salar las berenjenas antes de cocinarlas

La berenjena es una hortaliza distinta. Por su tamaño, su color, su carne y hasta su sabor: es de esas verduras que nunca comeremos cruda. Sus preparaciones, que son varias, también difieren de las habituales con otro tipo de hortalizas.

Es un alimento muy sano. De entrada es ideal para dietas de adelgazamiento porque favorece los procesos digestivos porque contiene una moderada cantidad de fibra. Entre sus beneficios para la salud, destaca su poder antioxidante.

La berenjena tiene un efecto saciante, además de diurético. Su valor nutritivo y energético es inferior comparado con otras verduras ya que está compuesta principalmente por agua. Es una fuente de minerales, como el potasio, el calcio o el hierro, de proteínas y de flavonoides.

El amargor picante de la berenjena

A la hora de cocinarlas hay un primer paso que requieren casi todas las recetas de berenjena. Una vez cortada en rodajas hay que salarlas. Pero, ¿por qué?

Echamos sal sobre las rodajas abiertas de la berenjena por dos razones. Por un lado, para restarles agua. Por otra, para eliminar su característico amargor, ligeramente picante.

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Ya decimos que la berenjena es una hortaliza muy particular; vaya, con mucha personalidad. Su carne es amarga. No lo es en origen, pero en cuanto abrimos la berenjena y cortamos su carne, su pulpa se vuelve amarga por el contacto con el aire. Es la oxidación. Lo que en la alcachofa es que se ennegrece, aquí es que se amarga.

Así que hagamos lo que hagamos con la berenjena el amargor nos va a sacudir el paladar salvo que tomemos medidas. Tenemos que colocar las rodajas sobre un plato y salarlas por uno y otro lado. De ese modo desaparece su amargor.

Las dejaremos como una hora y, al regresar, veremos que se han formado burbujas de agua. Sí, hemos eliminado el amargor pero además hemos extraído buena parte del agua del interior de la berenjena, que tanto nos sobra a la hora de cocinarla.