
Cuando Dani García cerró a finales de 2019 su restaurante con Tres Estrellas Michelin ya dejó claro que aquella controvertida decisión era parte de un plan perfectamente trazado y que, entre otros proyectos, incluía numerosas aperturas tanto en España como fuera.
Dos años después y superada la sorpresa, Dani, en el hotel Four Seasons Madrid es una de las nuevas joyas del chef.
Su intención de alejase de la alta cocina -así lo ha repetido él mismo en diversas ocasiones- y apostar por formatos más informales parece seguir firme. Pese a ello, es verdad que en este restaurante es posible seguir disfrutando de algunos de los platos que en su momento lo encumbraron a lo más alto de la gastronomía española.

Y también de su hamburguesa Rossini, con fama de ser de las más espectaculares de Madrid. Y caras, porque se cotiza a más de 30 euros, eso sí.
Lujo casual o alta cocina informal son algunas de las etiquetas habituales para catalogar este espacio, que en realidad son varios. La preciosa brasserie en el interior, y sendas terrazas, con vistas a la calle Sevilla -más pensada para picar algo a cualquier hora- y la de la calle Alcalá, para comer o cenar y, aquí sí, con reserva hecha.

Elegancia más formal en el interior y desenfadada en el exterior, pero lujo al fin y al cabo. El ticket medio pasa de los 70 euros sin caprichos especiales a la hora de beber.
Esto es la azotea del nuevo Four Seasons -el primero del país y la apertura hotelera más sonada en los últimos tiempos- y estamos en el Centro Canalejas, firme aspirante a ser la nueva manzana de oro de la capital.

Pero no estamos en lo que algunos denominan “restaurante gastronómico”. Aquí no hay aspiraciones Michelin. Aquello en teoría pasó.
La carta es mucho más sencilla, variada y pragmática: algunos platos perfectos para compartir, diversas propuestas que giran alrededor del atún de Barbate -y que no habría que perderse- clásicos de Dani Garcia como el tomate nitro, cortes de carne a la parrilla, algunos arroces, pescados...
Vaya, que aquí conviven en perfecta armonía un lenguado meuniere, mariscos y tartares con la citada hamburguesa, un salmorejo o una tortilla. Quienes busquen algo clásico con aires de alta cocina, lo tienen. También los que prefieran comer o cenar con propuestas más de poner en el centro de la mesa.

Y por los platos que pudimos probar, tanto unas como otras están ejecutadas a la perfección: el famoso tomate, rico y refrescante como siempre, el atún, gran producto bien tratado, e impecable la lubina salvaje.

Cocina y sala a la altura del lugar. ¿Un ticket alto? Claro. Pero no debería sorprender en un lugar donde la cuenta incluye no sólo lo que se come y se bebe, sino también dónde estamos. No tanto en el sentido de esos sitios donde se paga por dejarse ver -que también los hay- sino por disfrutar de uno de los rincones más lujosos de la capital.
Por cierto, más allá del nombre y de la dirección de Dani García, Ismael Paul está a los mandos de la cocina, el sumiller Agustín Trapero se ocupa de los vinos y Miguel Pérez de los cócteles.
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