El desafío del catolicismo español

REPORTAJE | La Iglesia Católica ha visto cómo su actividad y su número de fieles han caído en las últimas dos décadas en España, pero la inmigración está dando una nueva vida a las parroquias de barrio.

La parroquia de Santa Casilda se aloja en un modesto edificio escondido entre las calles estrechas y los bloques de viviendas de tres o cuatro plantas del barrio madrileño de Comillas. Precedida por un amplio patio, nada, salvo una cruz metálica y una placa, hace sospechar que allí haya una iglesia. En los años 80, cuando fue levantada, acogía una nutrida comunidad de feligreses en esta área popular del distrito de Carabanchel.

"Este barrio era de inmigrantes que venían sobre todo de Extremadura, pero también de otras partes de España", describe el padre Manuel Ingelmo, párroco desde 2014. "Toda esa gente que llegó en los 60 y 70 tuvo hijos y el barrio estaba lleno de vida, pero, ahora, los hijos se han ido marchando y aquí solo quedan los abuelos. Muchos no pueden ni salir de casa, las calles son estrechas y hay que subir una cuesta para llegar aquí, todo esto nos complica las cosas".

La iglesia, de diseño moderno, llegaba a congregar a varios centenares de fieles en misa, pero actualmente, el envejecimiento de los feligreses y la pandemia han hecho que el padre Manuel tenga que oficiar el culto algunos días para apenas 10 o 15 personas, "gente muy mayor, alguna gente de mediana edad y gente joven... prácticamente insignificantes, muy poquitos o ninguno".

Parroquias de barrio como esta llevan décadas asistiendo a un lento, pero firme, descenso de asistentes. Una generación que va desvaneciéndose y que no ha encontrado relevo en la práctica de su fe. "Es algo preocupante", admite el padre Manuel. "Esto no es un negocio, esto es un servicio y se hace por amor. Eso es lo que al final me empuja, sean cuatro o sean cien y también confiando en que Dios podrá ir tocando los corazones y que aumenten".

 

El padre Manuel Ingelmo es el párroco de la iglesia de Santa Casilda, en el barrio madrileño de Comillas, desde 2014.
El padre Manuel Ingelmo es el párroco de la iglesia de Santa Casilda, en el barrio madrileño de Comillas, desde 2014.
Elena Buenavista
"Esto no es un negocio, esto es un servicio y se hace por amor"

 

Dos décadas de pérdida de fieles

 

Hace 20 años, en el último barómetro del CIS del año 2001, un 82,1% de los encuestados se definieron en materia religiosa como católicos, frente a un 14,6% que lo hizo como no creyente o ateo. En la encuesta publicada el pasado mes de septiembre los católicos habían mermado hasta un 57,4%, mientras los no creyentes alcanzaban la cifra récord del 38,9%.

"Desde los años 60, la sociedad española cambia profundamente con el desarrollismo y la sociedad de consumo. Lo religioso ocupa menos espacio en el día a día, pero la mayoría de la población española había sido educada en una fe católica y eso hace que se pase del católico practicante al no practicante", explica Rafael Ruiz, investigador del Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones De la Universidad Complutense de Madrid.

 

Desde comienzos de siglo, el porcentaje de personas que se autoidentifican como católicas no ha hecho más que descender, al contrario que las que lo hacen como no creyentes.
 
Carlos Gámez

La ruptura con la identidad católica, por tanto, no comenzó con esta generación, sino con la siguiente, que alcanzó la mayoría de edad a partir del comienzo del presente siglo. "En España, la generación de los hijos de los católicos no practicantes ha tenido un contacto mucho menos intenso con la religión católica y tiene mucho menos vínculo identitario. Se da un proceso de aculturación. No solo se deja de ser practicante, sino que la etiqueta de católico ha perdido toda su significación", añade Ruiz.

Este cambio ya no religioso, sino cultural, se evidencia en una caída acelerada de eventos sociales como bautizos, comuniones y bodas por la Iglesia, católicos en sentido estricto, pero celebrados tradicionalmente por numerosas familias no practicantes. Según los datos de la propia Conferencia Episcopal, desde 2007, el número de bautizos ha descendido un 46% mientras que, si en 2007, más de la mitad de los matrimonios se celebraban por el rito católico, este porcentaje ha caído a solo uno de cada cinco en 2019.

 

Las bodas, los bautizos y las comuniones han ido en descenso durante la última década.
 
 

 

Crisis de vocación

 

El ocaso del fervor católico en la sociedad española se ha reflejado también en una pérdida de efectivos de la propia institución. En 2020 el número de seminaristas, estudiantes que aspiran a convertirse en sacerdotes católicos, alcanzó su mínimo histórico con apenas 1.066 en todos los seminarios del país.

Esto ha provocado problemas organizativos que ha obligado a los obispos a redistribuir a los sacerdotes para que las parroquias urbanas con más presbíteros puedan ceder alguno a las de zonas rurales, donde el problema es más acuciante. La llegada de sacerdotes extranjeros está sirviendo, igualmente, para paliar esta falta de efectivos nacionales.

 

Los cambios en la sociedad también se han evidenciado en una crisis de vocación, con cada vez menos personas entrando en los seminarios.
 
 

Parte de este proceso se explica, según Ruiz, por la pérdida de estatus de la propia figura del sacerdote, otrora una posición de prestigio social que, desde los años 60, fue siendo sustituida por otras más vinculadas a la sociedad de consumo. “Esta tendencia no ha hecho más que aumentar hasta el punto de que, hoy en día, ser seminarista es cada vez más contracultural”, declara el investigador.

Cuando Borja Lizarraga, originario de Pozuelo de Alarcón, Madrid, decidió dar el paso a entrar en el seminario con 25 años, parte de su entorno recibió la noticia con incredulidad. “En mi caso, mi entorno se lo tomó bastante bien, pero con reticencias en algún momento, Me decían que tenía toda la vida por delante, que cómo me metía en eso. Algunos amigos me decían la típica cosa de: ‘Si es lo que te hace feliz…’”, declara este seminarista, al que resta un año de estudio para poder ser ordenado sacerdote.

“La propia vida ha demostrado que todos los que decían eso se han chocado con la realidad”, asegura Lizarraga. “Pensaban que iba a ser un tío super amargado y ven a una persona cada día más feliz y más enamorada”.

 

 

Una espiritualidad camuflada en los datos

 

¿Supone todo esto que la sociedad española se está volviendo atea? Para Rafael Ruiz, los datos estadísticos pueden esconder una realidad con muchos más matices. "Mucha de la gente que se autodefine como no creyente puede tener una vivencia espiritual, emplear la homeopatía o participar en un grupo de yoga, por ejemplo", explica el investigador.

Por otro lado, el proceso de secularización que está viviendo Europa choca con una tendencia inversa en buena parte del resto del planeta. "El peso de Europa en el mundo tiende a reducirse y las corrientes migratorias crecen, son religiosas y pueden cambiar nuestra sociedad", declara Ruiz.

"Desde los 90, España ha empezado a ser un país plural y las religiones no entienden de fronteras", explica el profesor Óscar Salguero, del departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Universidad Complutense. "No creo que sea solo una dinámica en la que pierde adeptos una confesión y la ganan los agnósticos y ateos. Fundamentalmente, hay una diversidad mayor de oferta religiosa, la sociedad española ha cambiado y ya no todo el mundo se identifica con la religión católica".

 

La pequeña parroquia de Jesús y María, en Aluche, Madrid, se ha visto revitalizada en los últimos años gracias a la llegada de población inmigrante latinoamericana al barrio.
La pequeña parroquia de Jesús y María, en Aluche, Madrid, revitalizada en los últimos años gracias a la llegada de población inmigrante latinoamericana al barrio.
Jorge París

La pequeña parroquia de Jesús y María, ubicada en Aluche, al sur de Madrid, celebrará, el año que viene, su 50 aniversario. Se levantó cuando el barrio apenas empezaba a desarrollarse y tuvo una intensa actividad hasta el cambio de siglo. "Cuando empezó la secularización, fue una de las que antes empezó a vaciarse en la zona", declara el padre David López, el actual párroco. "Pero en los últimos diez años ha ido creciendo, porque se ha cerrado una parroquia de escolapios cercana y, aquí, hemos tenido la suerte de que la población hispanoamericana de familias jóvenes es muy grande".

La economía española arrancó el siglo disparada, inmersa en una burbuja inmobiliaria que no estallaría hasta 2008, atrayendo a millones de inmigrantes procedentes, sobre todo, del Este de Europa, Latinoamérica y Marruecos. Con ellos, parroquias como la de Jesús y María han visto su actividad revitalizada.

"El crecimiento exponencial que ha vivido esta parroquia ha sido por la población hispanoamericana que ha llegado al barrio"
El padre David López lleva cinco años como párroco de la pequeña parroquia de Jesús y María, en Aluche, Madrid.
El padre David López lleva cinco años como párroco de la pequeña parroquia de Jesús y María, en Aluche, Madrid.
Jorge París

"El crecimiento exponencial que ha vivido esta parroquia ha sido por la población hispanoamericana que ha llegado al barrio, hemos tenido la suerte de que quieran participar de la fe porque en estos barrios existe también muchísima propuesta protestante", explica el padre David. "Este es ahora un barrio pluricultural en el que tenemos que adaptarnos a estar con las personas y estar en la vida social, en las fiestas, en los lugares donde está la gente y nosotros aprendemos a estar y otros ven que estamos".

 

¿Una tendencia irreversible?

 

La asistencia a misa, que llevaba años en descenso, se ha visto ahora aún más reducida por las restricciones de aforo y el miedo al contagio
La asistencia a misa, que llevaba años en descenso, se ha visto ahora aún más reducida por las restricciones de aforo y el miedo al contagio
Jorge París | Jorge Paris

La inmigración latinoamericana ha podido reavivar ciertas parroquias, pero la tendencia general de las últimas dos décadas es clara: la Iglesia Católica está perdiendo adeptos en España a gran velocidad. La sociedad ha cambiado y, en opinión de los expertos y de los propios sacerdotes entrevistados para este reportaje, la Iglesia no ha sido capaz de amoldarse a esta nueva realidad.

"La Iglesia ha tenido fallos a nivel institucional, ha desconcertado a mucha gente y ha tenido una mala estrategia de comunicación", considera Rafael Ruiz. "Ha puesto el énfasis en cuestiones como el aborto, que generan un gran conflicto social, y ha minado y repolitizado su imagen".

¿Es posible que se revierta la tendencia o España camina sin freno hacia una sociedad completamente secularizada? "Las teorías de la secularización de los años 60 vaticinaban la pérdida de peso de la religión e incluso su desaparición", explica el profesor Salguero. "Sin embargo, en los 80 hubo un nuevo resurgir religioso, no digo que vaya a ser cíclico, pero podría ocurrir. La religiosidad popular suele ser un buen termómetro y en España sigue habiendo un gran poso católico en ese sentido".

"España está muy polarizada. Hay heridas de la Guerra Civil que tendríamos que sanar"

Entre los eclesiásticos, se señala a un creciente individualismo en la sociedad que es contradictorio con los valores cristianos, pero la autocrítica sobre la actuación de la institución católica es más velada. "Hemos puesto el acento tanto en el cumplir las normas, en la exigencia, en la imposición, que nos hemos olvidado lo que es el corazón de la fe, que es el amor", considera el padre Manuel.

"Hay cosas que hay que retomar y seguir cambiando como en transparencia, la relación con los menores u otras circunstancias que se hayan podido vivir a la ligera", declara el padre David. "España está muy polarizada. Hay heridas de la Guerra Civil que tendríamos que sanar y tener un ambiente social mucho menos polarizado y mucho menos enfrentado entre nosotros".

- ¿Alguna vez te has arrepentido de haberte hecho sacerdote?

- He tenido la suerte de que no. Todo el mundo tiene que caminar y yo también tengo que caminar todos los días y afrontar las dificultades del momento histórico que me ha tocado vivir.