AÑO 1 DE LA GUERRA EN UCRANIA

Año 1 de la guerra: la tragedia que destruyó Ucrania y unió a Europa contra Putin

ESPECIAL | La guerra en Ucrania cumple 365 días activa y sin horizonte a la vista de llegar a su fin

Todo indicaba, hace ahora un año, que en cuestión de días la invasión rusa de Ucrania habría terminado. En pocas horas, las tropas del Kremlin se encontraban a escasos kilómetros de Kiev. A medida que ganaban territorio y se acercaban a la capital, la caída del Gobierno ucraniano parecía más una certeza que una posibilidad. El futuro de su presidente, Volodímir Zelenski, como el de tantos líderes en el pasado, enfrentaba la detención, la huida o, en el peor de los casos, la muerte en medio de los combates. Todo esto parecía plausible hace un año. Nada ha ocurrido 365 días después.

La guerra continúa; Zelenski persiste y el Ejército ruso sigue ocupando territorio de su vecino. Los 12 meses de tragedia se han saldado ya con millones de refugiados y la muerte de centenares de miles de personas. El tiempo se paró para todos ellos. Para los que han quedado, el futuro sigue sin estar claro. Dependen del fin de una guerra que vuelva a dar cuerda a un reloj que, pese a funcionar, estará para siempre mellado.

Aunque los libros de historia pondrán el 24 de febrero de 2022 como el inicio de un nuevo capítulo cruel en Europa, lo cierto es que todo empezó mucho antes. En el año 2014 las protestas del Euromaidán derivarían en la anexión ilegal de Rusia de la península de Crimea y el apoyo del Kremlin a las aspiraciones separatistas de las regiones de Donetsk y Lugansk, al este del país. La guerra en esa zona de Ucrania continuaría durante los siguientes ocho años. Los acercamientos de los posteriores Gobiernos ucranianos con la Unión Europea y la OTAN elevaban de forma cíclica la tensión con su vecino, que aseguraba que este movimiento sería una amenaza contra su seguridad.

 

 

Un conflicto de consecuencias impredecibles

Meses antes del fatídico 24 de febrero, el Ejército ruso acumuló hasta 150.000 soldados en la frontera. Este movimiento puso en alerta al mundo, que se dividía entre los que creían que era una simple maniobra de presión y quienes realmente veían capaz al presidente ruso, Vladimir Putin, de comenzar una guerra cuyas consecuencias eran todavía impredecibles. El 21 de febrero el jefe del Kremlin reconoció la independencia de Donetsk y Lugansk y dos días después los blindados rusos cruzarían la frontera con Ucrania. Había comenzado la ocupación.

 

Los soldados rusos entraron por varios frentes. Avanzando aceleradamente por el sur, el este y el norte con dirección a Kiev, el gran objetivo ruso y el que derrocaría definitivamente al Gobierno de Zelenski. Pronto la realidad demostraría las flaquezas del Ejército ruso, con problemas logísticos y de mando que provocaron que un largo convoy de más de 60 kilómetros se empantanara de camino a la capital. A esto se sumó la fuerte resistencia ucraniana, apoyada con dinero, armas e inteligencia por los países occidentales, que frenarían el rápido avance de las primeras semanas. El 28 de febrero se produciría el primer acercamiento diplomático, que sería junto con otros tres más, incluido uno con la mediación del propio presidente turco, los únicos intentos de dialogar una salida del conflicto.

 

 

 

¿Cómo acabará la guerra? ¿Qué opciones tiene Ucrania?

Por Carlos P. Palomino.

 

Conocer las intenciones, motivaciones y el propio devenir de la guerra ha sido desde hace un año la intención de un mundo que mira atónito el drama que sacude Ucrania. La invasión por varios frentes por parte de las tropas rusas el 24 de febrero de 2022 está ahora centrada en las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, al este, y Jersón y Zaporiyia, al sur. Los objetivos de Rusia y la respuesta de Ucrania ha cambiado en estos 12 meses y desde hace semanas tanto el Gobierno ucraniano como la propia OTAN alertan de una nueva ofensiva rusa con motivo del aniversario del inicio de la guerra.

 

20minutos habla con los ocho militares de alto rango que han analizado la guerra en este año de invasión. 

 

Francisco Gan PampolsTeniente general

Rafael Dávila ÁlvarezGeneral de división

Juan Rodríguez GaratAlmirante de la Flota (2016-2018)

Salvador Sánchez TapiaGeneral de Brigada

Juan Carlos Domingo GuerraGeneral de división

Fernando Alejandre MartínezGeneral (reserva) y ExJEMAD

Jesús Argumosa PilaGeneral de división

J. Enrique Fojón Lagoa Coronel

¿Cómo valoran la estrategia de Putin y Zelenski en este primer año y qué pasos cree que darán esta primavera? ¿Qué opciones tiene Ucrania de ganar la guerra a Putin sin mayor intervención de Occidente? ¿Cómo vislumbran el final del conflicto y qué cesión sería aceptable por cada bando?

 

 

Empatía frente a paternalismo

Zelenski y Vladimir Putin son las cabezas visibles que encarnan a los dos bandos enfrentados en la guerra de Ucrania. Dos líderes diametralmente opuestos que ejercen el mando con discursos, escenografías y gestos muy diferentes, pero ambos con una enorme capacidad de persuasión.

"Zelenski ha recogido el liderazgo fuerte de los antiguos países de la órbita soviética, pero lo ejerce de una forma mucho más empática, busca la empatía en su público objetivo y a partir de ahí marca unas líneas de actuación", explica Víctor Renobell, director del grado de Ciencias Políticas en la UNIR y doctor en Sociología.

 

"Putin es heredero directo del viejo liderazgo político de la URSS"

 

Frente a ese estilo se opone un presidente ruso mucho más distante con los ciudadanos: "Putin es heredero directo del viejo liderazgo político de la URSS. Es un liderazgo duro, que busca ese paternalismo propio de todos los países del espacio soviético".

"Putin busca la imagen de una figura casi suprema, al estilo también de China. Una figura suprema que hace que el pueblo la necesite para ser gobernado. Su estrategia no es la empatía, sino ejercer de padre y cuidar de su pueblo para que no le pase nada. Un líder que se sacrifica por su pueblo", añade.

 

"Zelenski ha conseguido una imagen de líder que se preocupa"

 

Por su parte, Alicia Martos, experta en comunicación no verbal y colaboradora de 20minutos añade que "la batalla mediática es de Zelenski, porque su estilo de liderazgo ha llegado a todo el mundo. El de Putin ya no se lleva, simplemente se preocupa de proyectar poder. Es el típico abusón de la clase con un estilo centrado en el miedo; eso causa rechazo".

 

  

Energía: del miedo al desabastecimiento a la búsqueda de soluciones

La invasión de Ucrania por parte de Rusia hace ya un año puso a las claras la guerra energética que Moscú llevaba librado con los países de la UE desde hacía meses. Sucedió después de cortes indiscriminados de las tuberías que llevaban su gas a los Estados miembros, que dieron lugar a un incremento progresivo de los precios de la electricidad. Por eso, la primera sensación que recorrió desde la mente de los consumidores hasta el Congreso de los Diputados fue si la declaración definitiva de hostilidades tendría como consecuencia cortes de suministro. En el último año, la energía ha centrado el debate político y social como nunca antes y ha habido ocasión de comprobar que las garantías por parte del Gobierno de que no habría desabastecimiento se han demostrado certeras, pero también el verdadero riesgo al que apuntaban Moncloa y el Ministerio de Transición Ecológica: habría gas y electricidad, pero a precios mucho más caros. La experiencia de este primer año ha sido una contrarreloj para bajar los precios de la energía que contribuyó a otra subida histórica, la de la inflación, mediante bajadas de impuestos y creación de bonos y tarifas y refuerzo de otras existentes, el mecanismo ibérico.

En paralelo a las medidas para contener los precios, el último año ha sido el de una doble búsqueda por caminos opuestos. Por una parte, el despliegue de energías renovables ha dado un paso de gigante, con el objetivo de que más pronto que tarde energías limpias y baratas y generadas en España como la eólica y la fotovoltaica terminen por sustituir a los combustibles fósiles, el gas particularmente, que es necesario importar. Por otra parte, el corte de relaciones comerciales con Rusia ha llevado a España y al resto de la UE a buscar nuevos suministradores de gas, no tanto por tubería como por barco, incrementando las vías comerciales desde Estados Unidos, pero también desde países tan poco democráticos como Qatar o Azerbayán.


"Damos por descontado que, incluso en el caso de que ojala se produzca el cese de hostilidades, no podemos contar con Rusia para nuestra seguridad energética", como "suministrador fiable", afirmaba la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, en el aniversario del inicio de la guerra, el viernes pasado. "Europa está aprendiendo a independizarse de Rusia", añadió sobre la experiencia de estos últimos doce meses en los que ha sido necesario buscar nuevos abastecedores y reformar reglas energéticas, en la UE y también en España.

 

 

Olha KosovaDesde Ucrania

Esta guerra me está borrando lentamente


Mi querido lector,

Ya nos conocemos desde hace un año, pero no me atreví a ser completamente sincera contigo. A pesar de todos mis esfuerzos por contarte la guerra, mucho se ha quedado fuera: algo no supe decirte, para algunas cosas no tuve palabras. Creo que en lo más profundo de mi corazón, entre los puntos, comas y citas de mis testimonios, has podido entender lo que quedaba en la sombra. Pero si nos ha enseñado algo este año es a hablar sin titubeos ni pausas, y no esperar a mañana. Porque para muchos, quizás “el mañana” ya no llegará nunca.

No te voy a invitar hoy a pasar un rato conmigo en este lejano país desconocido, aquí entre luces tenues, donde uno no se siente cómodo. Hace un poco de frío y da mucho miedo. Volvamos en nuestra imaginación a mi piso de Moncloa, que alquilamos con otras chicas, cuando era veinteañera. Allí, en nuestra pequeña cocina tomábamos café y hablamos del guapetón Pablo, que besaba bien pero siempre desaparecía, nos quejamos de esas prácticas interminables y soñábamos con una oficina propia en la Gran Vía. Me encantaba aquella cocina porque allí nunca me sentía sola. Permíteme, en las ventanas de mi imaginación, dejar el septiembre madrileño, y no estas llanuras cubiertas por nieve y cadáveres de los soldados caídos. Adelante. Pasa. Te serviré una taza de ColaCao y te contaré mi historia.

Unas tres semanas antes del 24 de febrero del año pasado estaba comiendo gofres con chocolate y nata, disfrutando de la belleza de Brujas. Podrían ser unas vacaciones fantásticas si no fuera por las notificaciones de TheNYTimes en mi móvil advirtiéndome de la intención de Putin de invadir a mi país natal. En Bruselas, en una hermosa habitación con las vistas a la Grand Place, tenía una pesadilla que se repetía. En mi sueño volvía al piso de mi abuela, en la costa del mar de Azov, en la ciudad de Berdiansk, ahora ocupada por el ejército ruso. Respiraba el mar y sentía las gotas saladas en mi piel. ¿Conoces ese sentimiento extraño de aventura que te espera y las alas detrás de la espalda que sientes cuando observas una tormenta en toda su grandeza? De repente, mi mar oscureció, el viento enfureció, y mi puerto natal y las calles desaparecieron bajo el agua. El nivel del mar subió hasta el cuarto piso, hundió mi balcón, quitó los libros de la estantería, las fotografías y el retrato de mi abuelo de las paredes. En el agua oscura se hundió el mundo de mi infancia con toda su magia y belleza.

En mitad de la noche llamé a mi madre que estaba en Kiev, la capital cuyo nombre conoce ahora el mundo entero:

- Mamá, ¿qué harás cuando empiece la guerra?
-¿Qué guerra, Olga? Vete ya a la cama… -respondió somnolienta.

- Nada, perdona, buenas noches.
- Buenas noches… y yo me quedaré en casa.

Aquella noche tomé mi decisión. Cuando los primeros misiles sobrevolaron las ciudades ucranianas, empecé a escribir. Desde entonces no he parado. Las ciudades cambian, el número de grabaciones en mi teléfono supera ya varios centenares... 

 

El 24 de febrero de 2022 Kiev, la capital ucraniana en la que empezamos nuestra cobertura, se despertó de madrugada con los primeros misiles rusos impactando en la infraestructura de la ciudad. Los kievitas oyeron las fuertes explosiones y sus primeros mensajes enviados aquella mañana contenían una sola frase: "Empezó la guerra". En pocos minutos la gente ya metía toda su vida en una sola maleta y se dirigía al oeste del país. El pánico de aquellas primeras horas se reflejaba en las carreteras llenas de coches y los textos desesperados en las redes sociales.

Ahora, un año después, la ciudad permanece en relativa calma: la gente pasea tranquilamente pese a que las sirenas suenan de vez en cuando. La plaza de la Independencia parece hasta festiva, decorada con pequeñas banderas de color azul y amarillo. Al acercarse a ellas, se observa el nombre de los soldados fallecidos escritos con rotulador negro sobre la tela. Entre ellos, los apodos de los miembros del regimiento de Azov que lucharon en Mariúpol, una de las páginas más duras de acontecimientos que ya se pueden considerar históricos.

Este paisaje en el corazón de Ucrania refleja la paradoja de un país en guerra. Mientras a unos kilómetros, en el este nevado, los soldados se juegan la vida, Kiev mantiene la ilusión de la vida normal en la retaguardia con sus luchas internas. Un mundo dual que se refleja en la vida de los protagonistas de nuestros reportajes en los primeros días de invasión.

 

 

 

 

En este año de guerra, que muchos ucranianos nunca creyeron que llegara a estallar tras un conflicto enquistado en el Donbás desde 2014, han fallecido más de 7.000 civiles y casi 12.000 han resultado heridos, de acuerdo con la ONU, con independencia de todas las bajas ocurridas en el campo de batalla. Asimismo, más de ocho millones de refugiados se encuentran repartidos por toda Europa después de verse forzados a dejar sus hogares por la invasión, si bien el país que más desplazados ha recibido en este tiempo ha sido Rusia, con más de dos millones y medio.

En este escenario, los países occidentales se han volcado en enviar asistencia humanitaria, militar y financiera a Ucrania para ayudar a subsistir a una población golpeada por ataques, cortes de electricidad, dificultades de abastecimiento y la constante amenaza nuclear. Las donaciones en este periodo han superado los 157.000 millones de euros, de acuerdo con el Instituto Kiel para la Economía Mundial, y han contado con Estados Unidos como principal artífice de esta asistencia, seguido de los países europeos y la UE.

 

 

Con dramáticos ataques sobre la población civil que desataron la indignación de la opinión pública, como el perpetrado desde el aire contra la ciudad de Mariúpol y el descubierto a posteriori en Bucha con cientos de cuerpos en la 'avenida de los cadáveres', el conflicto deja 7.199 muertos y 11.756 heridos civiles, según datos de Naciones Unidas. De los fallecidos, 258 eran niños.

Menos claras y menos actualizadas son las cifras sobre los combatientes muertos desde el inicio de la guerra, ya que varían sustancialmente en función de la fuente de información, interesada en muchos casos. Así, las Fuerzas Armadas ucranianas aseguran haber acabado con la vida de más de 140.000 soldados rusos, mientras que el Kremlin reducía estas bajas a 5.937 el pasado septiembre.

 

 

 

  

El compromiso de España con la OTAN

 

 

"Los próximos días serán clave, pueden suponer el fin de la paz en Europa". La frase la pronunció el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en una comparecencia a petición propia en el Congreso de los Diputados. Era 23 de febrero de 2022. Horas después, Rusia invadía Ucrania y daba comienzo una guerra que, pese a las previsiones de Vladímir Putin, todavía dura y al mismo tiempo ha provocado que España se comprometa al fin con la OTAN: Madrid fue la sede de una cumbre histórica y el Gobierno ha acelerado en sus compromisos en Defensa.

El camino, eso sí, no ha sido lineal, casi como si el Gobierno se hubiera ido convenciendo de su respuesta conforme iban pasando las semanas. El día del estallido del conflicto, todavía coleaba la resaca de la convalidación de la reforma laboral -que terminó aprobándose in extremis- y el Ejecutivo estaba inmerso en hacer despegar la implantación de los fondos europeos tras el 'shock' económico de la pandemia, y en la preparación de la Conferencia de Presidentes en la isla de La Palma, donde meses antes había erupcionado un volcán.

 

La respuesta del presidente llegó el mismo 24 de febrero. Pedro Sánchez adoptó un tono grave, pero nada belicista. Señaló que la agresión era "injusta e injustificada" y que suponía una "violación de la legalidad internacional" por la que Vladímir Putin "no puede salir impune". Anunció también que intentaría "socorrer" a Ucrania con "ayuda financiera, con solvencia económica, con importantes inversiones para proteger el bienestar del pueblo de Ucrania y también con material sanitario".

En ese mismo discurso, ni mencionó la posibilidad de enviar armas, ni la palabra OTAN. Todo cambió conforme pasaron los días. El 2 de marzo rectificó y anunció el envío de "material ofensivo a la resistencia ucraniana". Dos semanas después, confirmó que el Gobierno impulsaría su acción para lograr cumplir, de una vez con todas, con el compromiso de invertir el 2% del PIB nacional en Defensa, un hecho que estaba en el debe de España desde que entró en la Alianza allá por 1982, cuando el PSOE pedía el 'no' con el lema: "La OTAN, de entrada, no".

La guerra que tensó las costuras de la coalición

Las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania durante su primer año se han dejado sentir en todas las esferas, y la estabilidad de la coalición de Gobierno en España no ha sido una excepción. A pesar de los 2.853 kilómetros que separan -a vuelo de pájaro- Madrid de Kiev, la alianza entre PSOE y Unidas Podemos se ha visto sacudida por el terremoto que ha provocado el mayor conflicto convencional en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. El envío de armas ofensivas al Ejército ucraniano provocó el primer cisma profundo entre ambas formaciones con motivo de la guerra. Pero, desde entonces, han sido varios los choques entre ambos, y también entre Podemos y su líder en el Gobierno, la vicepresidenta Yolanda Díaz.

Hasta el estallido de la contienda, las diferencias entre PSOE y Unidas Podemos en materia de política exterior y de defensa habían quedado en un segundo plano precisamente porque esas áreas habían sido secundarias en un inicio de legislatura marcado, primero, por la pandemia de Covid-19 y, en segundo lugar, por la recuperación económica que la siguió. Pero las discrepancias en estos asuntos -que son históricas entre el PSOE y los partidos a su izquierda- tomaron relevancia en cuanto se produjo la invasión, y la primera de ellas tuvo lugar apenas unas semanas después de iniciado el conflicto, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció por sorpresa el envío de armas a Ucrania.

Fue el 2 de marzo, apenas unos días después de la invasión, cuando Sánchez confirmó el viraje en su posición, ya que inicialmente el presidente había pactado con Unidas Podemos vehicular toda la ayuda militar a Ucrania a través de la UE, lo que implicaba que España no enviaría material por su cuenta. Esta postura solo duró 48 horas, y Sánchez justificó el cambio asegurando que quería evitar que nadie pudiera poner "en cuestión el compromiso del Gobierno" con el país agredido. El envío fue anunciado solemnemente por el presidente en una sesión extraordinaria del Congreso, en mitad de un ambiente solemne, y fue apoyado por la vicepresidenta Díaz y por IU y En Comú Podem, la rama catalana de Unidas Podemos.

 

CRÉDITOS

 

TEXTOS: Carlos P. Palomino, Emilio Ordiz, África Albalá, Amaya Larrañeta, Olha Kosova, Jacobo Alcutén, Javier López Macías, Almudena Santos, Daniel Ríos, Pablo Rodero, Isabel Fuentes, Clara Pinar  | MULTIMEDIA: Jorge París, José González, Bieito Álvarez, Marta de los Dolores, Adrián Cobos | INFOGRAFÍAS: Henar de Pedro y Carlos G. Kindelán | MAQUETACIÓN: Álex Herrera | COORDINACIÓN: Héctor M. Garrido y José María Rodríguez Morais