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Declaración institucional 40 aniversario Constitución Española 

El 6 de diciembre de 1978 se funda una nueva España. Con la Constitución nace una España de todos, fraterna, libre, plural y abierta. La Constitución es el monumento colectivo  más grande de nuestra historia. Porque lo hicimos entre todos y porque a todos sirve.

El pueblo, primero a través de sus representantes legítimos y luego mediante referéndum, decide iniciar un camino común.

Nuestro país deja de estar asociado a esperanzas incumplidas para transformarse en una casa común donde sus ciudadanos y sus pueblos pueden dialogar y acordar.

No era cierto que nuestra sociedad tenía menos posibilidades de garantizar los derechos y libertades de los que hoy disfrutamos. No estaba escrita la historia, sino que fuimos nosotros los que la escribimos.

Se cumple el deseo de una “libertad sin ira”. España ya no tiene que elegir entre una paz sin libertad y una libertad sin paz, sino que se une a las naciones del mundo en las que la convivencia  democrática forma parte de lo cotidiano.

Por primera vez tenemos una Constitución con vencedores pero sin vencidos. Los vencedores son todos los españoles.  Los únicos vencidos son los viejos augurios que pesaban sobre nuestro ser colectivo.

La Constitución es hija del mayor éxito político que se puede conseguir: el acuerdo. Se trata de la única palanca eficaz para dejar a las generaciones que vengan un legado fiable y duradero. En ese momento de nuestra historia el verdadero patriotismo radicó en la generosidad. Cada uno de los actores políticos perdió algo para que pudiéramos ganar todos los españoles. Y gracias a eso, fue posible aglutinar a todas las sensibilidades que no mucho tiempo atrás parecían imposibles de incorporar en un proyecto común.

Ganamos todos con una Constitución que también consagra la igualdad y respeta la diversidad. Gracias a ella, demostramos que es perfectamente compatible proteger las diferencias entre los distintos territorios que componen nuestra nación y, al mismo tiempo, establecer marcos comunes que fortalezcan una España democrática. Conformamos una nueva unidad en la que a nadie se le niega  su perspectiva y que nos pone de acuerdo en lo fundamental.

A los gallegos nos permite fundar también una Galicia nuestra. Nunca antes una Constitución había reconocido de manera tan explícita y unánime la pluralidad del país, y en consecuencia, los derechos de los gallegos.

Galicia es artífice de la Constitución. Participa en su elaboración y ratificación, y más tarde fundamenta en ella su Estatuto de Autonomía. Se hace realidad una Galicia libre en una España libre, sin conflictos ni menoscabo de la unidad esencial de nuestro pueblo. Fuimos parte activa de este hito histórico que nos trajo a la democracia y queremos seguirlo siendo.

No renunciamos a ser españoles para ser gallegos ni a ser gallegos para ser españoles. Refrendamos que las identidades suman y conviven, no confrontan.

Siendo como es la Constitución un éxito de la historia de España, y por tanto de la historia de Galicia, su 40 aniversario es motivo suficiente para sentir un justificado orgullo y abogar por el fortalecimiento de los valores que la inspiraron.

Son esos valores los que sustentan nuestra libertad, nuestra igualdad y, en definitiva, nuestra convivencia. La Constitución conserva intacta su vigencia como marco necesario para el diálogo y el acuerdo. Lo fue entonces y también lo es ahora.

Sin descartar reformas que conciten el acuerdo de todos, lo esencial en esta hora es revitalizar aquella tolerancia y aquel intenso diálogo que presidieron el nacimiento de nuestra Carta Magna. El mismo pueblo que inspiró y respaldó aquel logro sin precedentes, necesita hoy que el espíritu constitucional no pierda fuerza.

Hoy más que nunca debemos reivindicar la generosidad y la responsabilidad que inspiró nuestra Constitución.

Hoy es nuestro turno para asegurar para las próximas generaciones el marco de convivencia estable que nos trajo los mejores años, la mejor Galicia y la mejor España de nuestra historia.

Ante los que intentan romper la convivencia, ante los que culpan a la Constitución de todos los males, reivindiquemos que sólo de la ley y dentro de la ley pueden venir las soluciones de los retos presentes y futuros.

Defendamos estos cuarenta años como el mejor patrimonio que nos legaron nuestros padres y también como el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos.

Estamos en disposición de hacerlo porque los valores que alberga no son anacrónicos, sino tan necesarios como hace cuarenta años:

La Constitución no impide el diálogo, sino que lo defiende.

 

La Constitución no limita nuestras libertades, sino que las garantiza.

 

La Constitución no cercena la diversidad, sino que la respeta.

 

La Constitución no impide el progreso social y económico, sino que lo facilita.

 

La Constitución no nos hace inmovilistas, sino que garantiza que el núcleo del Estado lo decidamos entre todos.

 

Y sobre todo, la Constitución no sólo protege nuestra democracia, sino que la fundamenta.

 

El 6 de diciembre de 1978 nace una España nueva, y nace una nueva Galicia.

 

Son la casa de la democracia y de la autonomía.

 

Son la casa en la que podemos ser nosotros, en la que podemos ser libres.