¿Es deprimente que en los últimos años Disney haya ido dependiendo cada vez más de sus remakes en acción real? Podría serlo, sí, pero dada la afluencia en el cine mainstream de secuelas, crossovers, reboots y otros anglicismos, parece el sino de los tiempos, y toca tratar de disfrutarlos como se pueda. En el caso de las versiones live action de la Casa del Ratón contamos con el atractivo añadido de poder compararlas con las fuentes originales, normalmente clásicos animados recordados por todos.
Estas comparaciones han dado paso a escenarios como que, cuando se estrenó Mulan, gran parte de los comentarios se centraran (aparte de en la estrategia tan insensible de Disney para con las salas de cine) en la ausencia de Mushu y en un parecido desigual con respecto a la fuente original, con canciones inexistentes y cambios en la historia.
No ha pasado lo mismo con otros remakes, que hoy vamos a ordenar en base a su condición de calco más o menos extremo de la materia originaria. Sin considerar como parte de la lista, por cierto, películas como Maléfica, la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton o Cruella por constituir secuelas o revisiones de gran deuda estética de los precedentes animados, pero no remakes. Así que sigue leyendo, y deprímete si se tercia al descubrir cuántas pelis de este tipo llevamos ya.
El aprendiz de brujo
De esta no te acordabas, ¿eh? El mismo año que se estrenó Alicia en el país de las maravillas y su éxito de taquilla precipitó la producción de más films basados directamente en clásicos de la compañía, vio la luz esta rareza. Dirigía Jon Turteltaub años antes de amargarnos nuevamente el verano con Megalodón, y el planteamiento era tan ridículo que hasta podía haber dado pie a una película encantadora. No fue así.
El aprendiz de brujo tomaba como materia prima el famoso cortometraje homónimo incluido en Fantasia (1940), protagonizado por Mickey Mouse. Nicolas Cage interpretaba al brujo, Jay Baruchel a su aprendiz, y Alfred Molina al... enemigo de ambos. En efecto, la película apenas tenía algo que ver con los diez minutos que duraba el corto original, contentándose con incluir algún pequeño guiño en forma de escobas para deshacerse en el genérico desfile de efectos visuales y muecas de The Cage.
El libro de la selva: La aventura continúa
En 1993 Disney hizo su debut en esto de los remakes con la encantadora De vuelta a casa: Un viaje increíble, de la que hace tiempo hablábamos en profundidad. Sin embargo, esta película no terminaba de contar como live action ya que se inspiraba a su vez en otro film de imagen real (El viaje increíble de 1963), por lo que el fenómeno comenzaría de forma oficial un año después, con el estreno de El libro de la selva: La aventura continúa. Dirigía con el oficio que acostumbra Stephen Sommers (La momia), sin ganas de regirse por los esquemas de la original.
Este remake, protagonizado por Jason Scott Lee un año antes de encarnar a Bruce Lee en Dragón (1993) y Lena Headey antes de ponerse ciega de vino en Juego de tronos (2011-2019), cuenta con la particularidad de que se inspira directamente en la novela original de Rudyard Kipling, alejándose del clásico animado de 1967. Cuenta una historia parecida, pero se centra especialmente en los años de adultez de Mogwli, cuando este vuelve a la civilización espoleado por el amor de una dama inglesa.
Cenicienta
Cuando se estrenó Cenicienta Disney ya planeaba empezar a lanzar su ristra de remakes live action de un momento a otro, pero el film con Lily James tiene muy poco en común con obras posteriores. Ni siquiera hay relación tangible con Maléfica, pues el mundo que compone Kenneth Branagh respira independiente del clásico de 1950. Donde en este predominaban los colores sobrios y las animaciones minimalistas, el remake de 2015 es todo brillo, purpurina, y colorinchis.
Lo cual hablaría a favor de la inventiva de Branagh... si el acabado del film resultante no diera ganas de arrancarse los ojos. Cenicienta es una película terriblemente hortera con la que el director inglés profundiza en su vena feísta tras el dislate de la primera Thor (2011), y lo curioso es que, dentro de esta terrible pero novedosa visión, no había ni un solo cambio sustancial en la historia contada anteriormente. Ni la más mínima intención de actualizar un cuento que parecía más viejo a cada segundo.
Al menos Cate Blanchett andaba por ahí. Podía haber sido peor.
Mulan
Mulan llegó en un año muy turbulento debido al COVID-19, en torno al cual Disney intentó salvaguardar su economía realizando un movimiento histórico. Lanzada a Disney+ directamente en una gran cantidad de países, el hecho de que la Casa del Ratón optara por un estreno convencional en China denotaba cuál era el mercado específico en el que siempre había pensado, y a partir del cual había hecho los cambios principales con respecto al film original.
La película dirigida por Niki Caro, así las cosas, modifica múltiples elementos del clásico Disney, destacando la citada ausencia de Mushu, la sustitución del villano en manos de la bruja Xianniang (Gong Li), y la ausencia tanto de romance como de canciones. ¿Qué queda de todo esto? Pues una película muy extraña que quiere volar libre aun respetando el esquema narrativo previo, donde se apoya constantemente pese a que los insistentes desvíos acaben desbaratando cualquier posible emotividad.
Ejemplos claros son el icónico momento de Mulan enfundándose la armadura o el entrenamiento, despachados con dejadez. Así, aunque haya numerosos combates (que intentan con ansiedad remitir a un descafeinado wuxia) y alguna escena memorable (Mulan cabalgando con la melena al viento), el resultado se queda en una incomodísima tierra de nadie, que para colmo ni siquiera parece haber interesado a su target.
Dumbo
Siendo la segunda película de este corte dirigida por Tim Burton para Disney, y anunciada como la personalísima versión del director de Bitelchús (1988), los mayores puntos de interés de Dumbo no tienen tanto que ver con el aspecto visual, tan mortecino como el del resto de films de esta hornada, como con sus curiosas ideas de guion.
La Dumbo de 1941 era una película pequeñita compuesta prácticamente de episodios independientes, y a la hora de desarrollar un film de casi dos horas era necesario meter relleno a espuertas. Algo conseguido con multitud de personajes humanos (prácticamente inexistentes en el film original), y gracias sobre todo a un argumento que acaba manifestándose como una crítica nada velada a la fábrica de dinero que es Disney, teniendo la película trasuntos de Disneyland, del propio Walt (Michael Keaton) y de merchandising en forma de juguetes del elefantito.
Vaya, que la peli tiene su interés, por mucho que Burton siga en coma artístico desde principios de siglo. Aunque, eso sí, sea inevitable cuestionar la validez de cualquier crítica anticapitalista si es la propia Disney quien la enmarca.
Peter y el dragón
Una de las jugadas más raras que ha acometido recientemente la Casa de Ratón es la de remakear una antigua película de 1977 que en su momento no se desenvolvió mal en taquilla, pero que ni de lejos era tan recordada como otros tótems de esta lista. Lo curioso, además, es que Pedro y el dragón Elliot (dirigida por Don Chaffey) ni siquiera era de animación propiamente, proponiendo una mezcla de formatos y siendo el dragón del título el único personaje animado.
La película dirigida por David Lowery un año antes de la mayestástica A Ghost Story (lo que es la vida), optaba pues por recrear a la criatura con CGI inspirándose en los movimientos de un perro y haciéndolo peludito. Una estrategia que debería haber funcionado, pero que no conseguía levantar un argumento sin apenas interés, donde los personajes humanos (de Bryce Dallas Howard a Robert Redford) no atinaban a disimular el paupérrimo argumento que conservaba desde 1977. Aunque la banda sonora era magnífica, todo hay que decirlo.
101 dálmatas, ¡más vivos que nunca!
Dos años después de El libro de la selva: La aventura continúa, Disney encaró su primer remake en acción real con todas las de la ley, fichando a Glenn Close (inmortalizando aún más a Cruella DeVil) y al mismísimo John Hughes, encargado de desarrollar un guion que no por parecerse lo suyo al film animado de 1961 dejaba de exhibir un enorme músculo cómico. Las interpretaciones de Close y secundarios como Jeff Daniels y Hugh Laurie remarcaban sus logros, y 101 dálmatas, ¡más vivos que nunca! fue, como no podía ser de otra forma, un gran éxito.
Uno que curiosamente no derivó de inmediato en los remakes que hoy asaltan la cartelera, conformándose con una secuela muy menor (102 dálmatas, 2000) que añadía a Gérard Depardieu como secuaz de una Cruella que aseguraba estar rehabilitada (en lo que suponía la mejor idea del guion). 102 dálmatas, dirigida por Kevin Lima, además tenía el acierto de incluir a la inigualable Blanquita, la adorable dálmata sin manchas.
Ah, y salvo un loro que aparecía en la secuela, ningún animal hablaba en estas dos películas. Disney se las apañó para que no fuera necesario.
Peter Pan & Wendy
El último remake estrenado hasta el momento lo firma el mencionado David Lowery, y bien podría ser el mejor de todos. Peter Pan & Wendy realiza una aproximación interesantísima a la historia de J.M Barrie, indagando en el vínculo de Peter y Garfio (un extraordinario Jude Law) para extraer toda la melancolía posible del niño que no quería crecer, y poner a dialogar con ella a Wendy (Ever Anderson).
La fidelidad o falta de ella al original de 1953 debería ser un poco lo de menos, pero curiosamente tampoco es inexistente. Lowery lo toma como punto de referencia estructural e iconográfico, con ocurrencias como reducir las canciones de la película animada a pequeños destellos melódicos o cambios drásticos en la caracterización de personajes, destacando lo efectuado con Campanilla y Tigrilla.
El libro de la selva
Llegamos a la película que (de verdad) lo empezó todo. Antes de que todos estos remakes se convirtieran en potenciales taquillazos a los ojos de los ejecutivos, Jon Favreau dirigió una nueva versión de la historia de Rudyard Kipling tomando como modelo el film de animación de Disney. Fue aquí donde se empezaron a reutilizar canciones (entonadas de forma terrorífica por animales gigantes) y también donde el CGI tuvo el objetivo de replicar las imágenes originales con un robusto hiperrealismo.
El libro de la selva, saludada cordialmente por la crítica en su momento, abrazaba todos los problemas asociados a estas producciones, y aunque el atinado sentido aventurero de Favreau consiguiera darle un hilo narrativo a una historia que, originalmente, se componía de sketches, deviene inevitable echarle la culpa de todo. Sobre todo porque, en aras de esos principios industriales que Disney ya ha abrazado sin ningún disimulo, el único cambio significativo que sufría la historia (en lo que se refiere al final) se debía a la necesidad prudencial de nuevas secuelas.
Aladdin
Dirigiendo Guy Ritchie (o eso leemos en IMDb), Aladdin es un ejemplo inmejorable de las limitaciones que se autoimponen estos remakes, y de las insalvables diferencias entre la animación y la acción real. Pese a ampararse en una historia universal con varias adaptaciones, este film se empeña en tomar al referente animado como único modelo, metiéndose en un ingente número de callejones sin salida al recrear sus escenas.
Las canciones son las que más lo sufren (convirtiéndose bien en desfiles de parques de atracciones, bien en videoclips cutres de los 90 como demuestra la nueva canción de Jasmine), pero es Will Smith quien ha de pagar el precio más alto. El Genio de este remake trata de igualarse a la enloquecida creación desarrollada a imagen y semejanza de Robin Williams, incurriendo en un fracaso técnico tan absoluto que sientes pena por un actor que, cuando deja de ser azul, no lo hace del todo mal.
Pero bueno, como calco rudimentario nos puede ir valiendo. Aunque sólo sea por el esfuerzo que le echa.
La dama y el vagabundo
Este remake de la película homónima de 1955 ha pasado bastante desapercibido por dos razones: uno, fue lanzado directamente al streaming de cara a inaugurar Disney+, y dos, es un artefacto de una inanidad sorprendente aun dentro de una lista como esta. El film que dirige Charlie Bean, acaso concienciado con aquella frase tan hermosa que abría el film original ("si hay algo que nunca se ha podido comprar es el movimiento de la cola de un perro"), prescinde ligeramente del CGI para darle el protagonismo a animales reales, pero ni por esas.
Los canes de La dama y el vagabundo (doblados por gente como Justin Theroux, Tessa Thompson o Sam Elliott) no son un compendio de píxeles, pero tampoco las criaturas de 101 dálmatas. El esfuerzo de amoldar lo digital a movimientos preexistentes es interesante, aunque tampoco lleva a un resultado memorable (más bien al contrario, pues refuerza el aire televisivo de todo) ni inyecta vitalidad a los protagonistas.
Siguiendo religiosamente lo ocurrido en la película original, La dama y el vagabundo es un remake muy fidedigno que ni se ha estrenado en cines, ni ha sido capaz de remover la nostalgia de quienes la han visto. Teniendo en cuenta las aspiraciones de estos films, no es poco varapalo.
La sirenita
Hay una diferencia de casi una hora de duración extra entre el clásico de 1989 y el remake de Rob Marshall que acaba de llegar a cines. Esto se debe a que hay tres canciones nuevas y se ha ampliado el recorrido de varios personajes, pero no a que se haya realizado una drástica vuelta de tuerca al esquema argumental. En esta Sirenita ocurre básicamente lo mismo que en la original, solo que alargado, y esto impele a que se intenten calcar los números musicales y ciertos momentos icónicos.
El resultado, en casos como Bajo el mar, es cuestionable. En otros, como todo lo que tiene que ver con la interpretación de Halle Bailey, nos conduce a una producción más apañada de la cuenta, que intenta hacer el calco de forma cuidadosa y acapara para sí cierta dignidad. Esto se nota sobre todo en las escenas terráqueas: las submarinas tienen una oscuridad y una saturación digital que no hacen justicia a los colores que inauguraron el Renacimiento de Disney.
La bella y la bestia
Uno de los remakes más exitosos de la casa fue dirigido por Bill Condon y protagonizado por quien supuestamente era la única Bella posible: una Emma Watson cuyo fichaje fue aplaudido al instante. El resto de elementos no tuvo un recibimiento tan caluroso, pero La bella y la bestia hizo tanto dinero que a nadie le importaba que esta versión careciera de imaginación alguna y, ahora sí, constituyera el calco definitivo.
O, precisamente, fue por eso por lo que tuvo tanto éxito. Las diferencias que separaban al film de Condon del original de 1991 se reducían a una subtrama con la madre de Bella y a un insustancial guiño de cara a la galería, a partir del empeño de Disney en aumentar la diversidad de sus películas. En La bella y la bestia esto pasó por hacer a Lefou (Josh Gad) abiertamente gay, aunque el tratamiento no fuera el más apropiado, y ahí se acabaron todas las novedades.
La bella y la bestia proponía experimentar la magia del original de los 90 conservando su condición de musical de Broadway y recurriendo al CGI para todo. Fue justo por eso por lo que pagaron los espectadores.
El rey león
Alcanzamos la joya de la corona. Es difícil definir a El rey león de Favreau como una buena película (como, honestamente, es difícil hacerlo con cualquier obra de este ránking), pero el obsceno logro técnico que supone toda ella es innegable. Justo cuando la etiqueta live action pierde todo el sentido, y la maquinaria de los remakes debe refugiarse en el nicho de la animación hiperrealista, la revisión del que probablemente sea el clásico más monumental de Disney encuentra su razón de ser en esos avances técnicos que, supuestamente, han respaldado toda la movida.
De esta forma, las carencias insalvables siguen siendo llamativas (sobre todo en lo que se refiere a la expresividad de los animales y lo difícilmente que se amoldan a ella las voces de lo actores), pero el film de Favreau aterriza de pie gracias a su empeño en que los remakes live action alumbren por fin una película hermosa, utilizando el original de 1994 como único referente y obteniendo con mayor consistencia que nunca ese parecido extremo. Esa pleitesía al pasado de Disney, que ha guiado los esfuerzos de la compañía durante los últimos cinco años.
Pinocho
El remake más fiel de todos, y de la forma más aterradora posible. Desmarcándose de cualquier tentativa de ofrecer un diseño nuevo para los personajes (algo que quiso hacer, peor o mejor, El rey león) de forma que estos aniden una trama cuyo progreso se puede adivinar a leguas, Pinocho opta por darle una tridimensionalidad/solidez 3D a los dibujos exhibidos hace cuarenta años, en una jugada similar al tratamiento sufrido por los Looney Tunes en Space Jam: Nuevas leyendas.
De este modo el valle inquietante se hace más inquietante aún. Pinocho, Pepito Grillo, Fígaro, Cleo y algunos más conservan las líneas fundamentales de su aspecto pero traen de su cosecha una inexpresividad lacerante, proyectados a un guion que nunca quiere desviarse de lo visto en el segundo largometraje que produjo Disney. Las únicas diferencias corresponden al aspecto del Hada Madrina de Cynthia Erivo, a la incorporación de algún secundario o al hecho de que la ballena ahora sea un monstruo marino, amén de un ligero cambio en el final de la historia.
El resultado es desolador, y el posible consuelo que extraeríamos de que al menos Pinocho se haya estrenado directamente en streaming (sofocando cualquier conversación larga) se matiza al recordar que al frente está un director de la talla de Robert Zemeckis.
¿Quieres estar a la última de todas las novedades de cine y series? Apúntate a nuestra newsletter.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios