Fue un partido intenso, bien jugado, en el que el técnico del Zaragoza supo mover con destreza sus fichas e hizo mucho daño a su rival con la salida de Ewerthon en el segundo tiempo, pero en el que el rival demostró que confía mucho en sus posibilidad y no sólo no se entregó, sino que al final incluso pudo ganar el encuentro.

Las primera parte combinó algunos momentos de fútbol vistoso por parte de ambos conjuntos con fases en las que unos y otros carecían de ideas para superar al rival.

El Zaragoza no salió exclusivamente a defender en pos del empate. Trató de imponer su ritmo y lo consiguió, al menos al inicio del encuentro por medio de Celades y Generelo, que ofrecieron un buen nivel en la zona ancha, con la ayuda de Capi por la banda izquierda.

Tras una buena ocasión de Generelo en el minuto 16, el tono del encuentro varió y el Valencia cobró protagonismo al disponer del balón durante más minutos y gozar de varias opciones, casi siempre a balón parado.

El problema del equipo de Quique Sánchez Flores era que muchas de esas ocasiones, faltas y córneres, no llegaban tan siquiera a transformarse en opciones de gol por errores en el lanzamiento o falta de puntería. El partido se acercaba al descanso y no daba la sensación de que el marcador pudiera variar.

Sin embargo, en una acción aislada, en el minuto 45, una excelente combinación entre Diego Milito y Sergio García dejó a este último sólo ante Cañizares al que batió por bajo. El descanso llegó de inmediato.

Un encuentro abierto tras el descanso

El encuentro se abrió mucho tras el descanso, ya que el Valencia buscó con mayor afán el gol y quedaron espacios para el contragolpe del Zaragoza, que no logró el 0-2 a los 51 minutos porque Cañizares hizo una gran parada.

Fue poco después, en un nuevo contragolpe, cuando el Zaragoza logró el segundo tanto. Sergio García inventó una acción excepcional y Ewerthon la metió a puerta vacía. La contra del equipo aragonés estaba haciendo estragos.

Al partido ya no le quedaba más guión que el de la heroica del Valencia, la entrada de Kluivert así lo indicó, ante un Zaragoza que debía dormir el encuentro y tratar de sentenciarlo con un tercer tanto por su supuesto en un contragolpe.

El gol de Kluivert en el minuto 82, justo después de la expulsión de Generelo, puso el encuentro al rojo vivo. Seis minutos más tarde, el partido ya era otro.

Aimara había logrado el 2-2 en el 88 y a partir de entonces rondó el 3-2 por el área de César, aunque un tercer tanto local habría sido demasiado castigo para el conjunto aragonés.