El Tau bate al Pamesa y se proclama campeón de la Copa del Rey

El croata Velimir Perasovic volvió a inscribir su nombre con letras de oro en el baloncesto español al frente del Tau Vitoria, campeón de la Copa del Rey por aplastamiento ante el Pamesa Valencia, descabalgado del título en diez minutos devastadores del equipo dirigido por el único hombre que ha conseguido proclamarse campeón copero como técnico y como jugador.
Los jugadores del Tau muestran su trofeo (Foto: Efe)
Los jugadores del Tau muestran su trofeo (Foto: Efe)
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Los jugadores del Tau muestran su trofeo (Foto: Efe)

El Tau es el rey de las finales: cuatro consecutivas en otras competiciones diferentes acumula entre la temporada pasada y la presente el conjunto vasco que, nueve años atrás, en 1995, levantó el título del 'K.0.' por primera vez con el letal escolta croata hoy convertido en entrenador frente al Zaragoza (88-80) en Granada.

Ha pasado el tiempo y el Tau no ha parado de crecer. Entre mayo de 2005 y febrero de 2006 ha disputado las finales de la Euroliga, de la Liga ACB, de la Supercopa y la de esta Copa en Madrid.

Perdió los dos primeros ante el Maccabi Tel Aviv israelí y el Real Madrid, pero los dos últimos ya adornan las vitrinas de un club que ha entrado en la grandeza de la mano de Josean Querejeta, un presidente casado con el éxito.

La excelente trayectoria marcada en la Copa madrileña por el Pamesa Valencia y su técnico, Ricard Casas, tocó puerto delante de la maquinaria ganadora del Tau.

Honores también para los valencianos. Vuelven a casa dolidos por la derrota y engrandecidos por la ambición, la casta y la decidida apuesta que han hecho por el buen baloncesto.

El Pamesa ha caído con la cabeza bien alta. Enfrente tenían a uno de los mejores equipos de Europa. Un bloque asentado en lo deportivo y en lo filosófico. Sobre la cancha desbordan sus recursos, desde los imperiales movimientos de pies del hispano-argentino Luis Scola hasta la muñeca de seda del turco Serdan Erdogan, por citar algunos.

Imprescindible también, la dirección de otro argentino, el base Pablo Prigioni. Una delicia encima del parqué.

Los vascos cambian de nombres, pero mantienen el juego y una ética de máxima profesionalidad que les hace temibles. El serbio Dusko Ivanovic dejó la nave. Llegó Perasovic. El lituano Arvidas Macijauskas y José Manuel Calderón hicieron las maletas rumbo a la NBA.

Aterrizó Erdogan y Prigioni asumió el timón. Otras caras para idéntico resultado. El Pamesa venía de eliminar al Unicaja, el gran favorito en todos los pronósticos, merced al exquisito planteamiento táctico de Casas, la solidaridad colectiva y los valores individuales.

Suponía una seria amenaza para el Tau, un enemigo peligroso por su disciplina en una estrategia capaz de borrar de la cancha al deslumbrante Jorge Garbajosa veinticuatro horas antes; por su hambre de victoria y por la fortaleza demostrada en cuartos contra el Akasvayu y en semifinales ante el cuadro malagueño.

Era la tercera final de Copa para un equipo que celebró el primer título de su historia en esta misma competición hace ocho años, repitió final sin premio en 2000 y ahora soñaba con reverdecer laureles. Nadie le hubiera tomado en broma. Ni siquiera un bloque con la capacidad trituradora que poseen los baskonistas.

Pero el Tau se lo tomó tan en serio que acabó con la final de un plumazo. No le dio al Pamesa la más mínima oportunidad porque las que abrió a fuerza de sangre sudor y lágrimas se la ganó a pulso.

El Tau le noqueó al estilo del boxeador Mike Tyson. Le descubrió el mentón en el salto inicial y diez minutos después le tenía en la lona inconsciente, hecho jirones bajo la arrolladora figura de Scola en la zona, el magisterio en la dirección de Prigioni y la voracidad lanzadora del estadounidense Casey Jacobsen.

Pues, pese a eso, el Pamesa surgió de sus cenizas. Los discípulos de Perasovic dejaron al escuadrón naranja en ocho puntos al final del primer cuarto. En su cuenta constaban veintiún tantos más (8-29). Los valencianos miraban al suelo.

Un triple de Oscar Yebra, dos canastas del griego Demos Dikudis y un tiro libre del estadounidense Junior Harrington era todo lo que el Pamesa pudo arrancar del aro alavés. Un golpe demoledor. Sobre todo cuando lo has intentado por activa y por pasiva.

Para empezar desde la pintura con Dikudis y el panameño Rubén Garcés. Agua. Luego con recursos exteriores. Agua también. Finalmente, con un rotación entera en un solo periodo -Casas utilizó nueve hombres en diez minutos-. El mismo resultado.

Además, vientiún puntos de desventaja en un cara a cara con los vascos, acostumbrados a presión de las finales y dueños de uno de los ritmos de juego más intensos y dinámicos del baloncesto europeo. Una misión prácticamente imposible.

Los cimientos del Tau son muy sólidos. Sujetan un edificio muy bien construido. Terminado hace tiempo y mejorado a cada pequeña reforma de la estructura.

El Pamesa persigue el mismo objetivo. De hecho, en Madrid ha llegado tan lejos porque ya ofrece retazos de bloque en avanzado estado de acoplamiento.

Por eso, y por un sensacional Dikudis y un corazón colectivo como un puño de grande, apretó los dientes y consiguió la proeza de plantarse en los últimos minutos con posibilidades de discutir con los vitorianos por el título (70-77 m.38).

La tropa del Turia nunca bajó los brazos a pesar del tremendo aluvión que soportaba en la pista. Dejó la lona al final del primer cuarto atontado por el 8-29 en contra, pero dominó el parcial del segundo (23-20) y también el del tercero (21-17).

Agarrado a Junior Harrington, a Dikudis y a una moral inquebrantable pudo soñar con el milagro. Pero merece todos los honores, el mismo reconocimiento y la misma admiración que los campeones.

'Salve Peras', 'Salve Tau', 'Salve Pamesa' y 'Salve la Copa', una competición que cuenta con dos campeones en lo más alto de la edición madrileña.

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