Me pidieron el otro día que dedicase esta semana la columna a la irresistible ascensión del Nástic de Tarragona. Esos mismos amigos, lectores y admiradores, creen fervientemente que un tercero en discordia es el mejor modo de evitar que el balompié catalán continúe girando, como lo ha hecho casi siempre, en torno al Barça y al Espanyol, culés y periquitos, blanquiazules y blaugranas, Montjuïc versus Camp Nou. Un puntito más en cualquiera de los dos encuentros que restan para que caiga el telón de la Segunda División, y adiós a un duopolio que ha estado siempre rodeado de cientos de anécdotas chuscas y divertidas, desprecios, chistes y discusiones de bar y taberna.
Ahora, esperemos que tras su más que cantado ascenso, el Nástic fiche bien, planifique mejor y que la directiva encuentre fórmulas para fidelizar a esos seguidores que, al grito de «Visça Nástic, Visca Tarragona», han aupado a su equipo a Primera.
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