Diez mil metros de San Silvestre con los pelos como escarpias

  • 20minutos.es también corre la San Silvestre Vallecana.
  • La cuesta de la Avenida de la Albufera es su parte más dura.
  • La animación del público te empuja durante los 10.000 metros.
Corredores disfrazados se preparan para tomar la salida en la San Silvestre Vallecana.
Corredores disfrazados se preparan para tomar la salida en la San Silvestre Vallecana.
AGENCIAS
Corredores disfrazados se preparan para tomar la salida en la San Silvestre Vallecana.

No son pocos, así lo han transmitido al que esto escribe, los que huyen de la San Silvestre Vallecana porque, consideran, el espíritu de esa vaga expresión "atletismo popular", difícil de concretar pero asumido por la mayoría, se desvirtúa por el gran número de asistentes (éste año, la organización presume de 30.000 corredores), el precio de las inscripciones o el gran carácter publicitario de la prueba. No la defenestran, pues no hay motivos; pero sí que la matizan. Ni tan siquiera es la única San Silvestre que se disputa este día en España. Pero su notoriedad ya es universal.

Y buena parte de esa fama, quizá su mayor porcentaje, no se basa en el recorrido, con su salida junto al Santiago Bernabéu, su paso por la calle Serrano, la Puerta de Alcalá, el Paseo del Prado, la decoración navideña de las calles o ese Mortirolo a escala que es para los gemelos la Avenida de la Albufera. No.

Esa fama, con permiso de los participantes, está forjada en las aceras, en las terrazas, en las ventanas. Miles de personas que se arremolinan junto al circuito para animar, para aplaudir. Para darte calor. En la cercanía y cariño que irradian, in crescendo, desde el primer kilómetro hasta la cuesta final.

Niños inquietos de miradas vivas que te lanzan la mano para chocarla a tu paso mientras sujetan pancartas de ánimo para papá o mamá; familias enteras que antes del ritual de las uvas aplauden y fotografían el paso de una heterogénea multitud teñida de verde o disfrazada para la ocasión de pitufo, soldado espartano, cavernícola o ninfa de un bosque soñado por Tolkien; carteles jocosamente amenazantes ("Si no acabas, no cenas", "Cuando dejes de fumar correrás más rápido") o pandillas de jóvenes que aúnan unos minis de calimocho con bocinazos y cánticos futboleros. La Vallecana es una fiesta reforzada por una fecha tan señalada como el 31 de diciembre.

Y martilleando el asfalto, miles de historias personales, miles de modos de concebir una carrera que es reto para unos y pasatiempo para otros, miles de niveles, miles de pretensiones distintas. Llega el momento en el que, por ese ambiente festivo, los kilómetros vuelan, las piernas están menos fatigadas que de costumbre aún cuando siguen corriendo cada kilómetro ligeramente por debajo de los seis minutos.

Un momento en el que diez mil metros con los pelos como escarpias parecen ser la mitad. Ahí está la grandeza de la prueba Popular de la San Silvestre Vallecana que un día, mediados los años sesenta, se inventaron Antonio Sabugueiro y un grupo de amigos en un bar.

Por el crono de la muñeca intuyes el tiempo final; es lo de menos realmente en esta cita. Y más aún cuando, poco después, te informan del desgraciado fallecimiento de un participante durante la Popular. Descanse en paz.

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