Que yo sepa, sus primos, es decir, los norteamericanos, jamás fueron gran cosa corriendo campo a través. En la vieja Europa, los centroeuropeos mantenían cierto nivel hasta hace poco, pero italianos, portugueses, franceses, godos, galos y fenicios entregaron el dominio del cross a los africanos hace ya más de un lustro. Al parecer, es imposible ganar a etíopes, keniatas, eritreos o marroquíes en la especialidad más libre, más antigua y con menos querencias técnicas del atletismo. En damas, ídem de ídem. Y en Fukuoka, sede del último mundial, sólo la australiana Benita Johnson, cuarta, pudo hacerle frente a las africanas. Tanto es el poderío que Bekele, campeón indiscutible desde hace un lustro, en las dos distancias, corta y larga, ha anunciado su retirada, aburrido de correr contra su propia sombra. Hay quien apunta que la solución para parar a los africanos en cross son las nacionalizaciones.
Réquiem por el cross
Los inventores de la criatura, o sea, los ingleses, lo abandonaron hace tiempo.
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