Nairo Quintana, el bulldog

  • Juanma Trueba analiza en 20minutos el perfil del ganador de la Vuelta e ídolo colombiano.
Nairo Quintana en el podio de la Vuelta a España.
Nairo Quintana en el podio de la Vuelta a España.
EFE
Nairo Quintana en el podio de la Vuelta a España.

La anécdota ocurrió poco antes del pasado Tour y me vino a la memoria hace pocos días, cuando se exhibió en los Lagos de Covadonga. Durante una charla que pretendía ser deportiva, Nairo Quintana fue preguntado, sin venir a cuento, por su raza. Quintana taladró a su interlocutor con la mirada, forzó una media sonrisa y respondió: "Bulldog". A todos los presentes nos quedó claro que mordía.

Quien lo haya tenido cerca habrá comprobado que Nairo no es tan bajito, porque las personas no son lo que miden, sino lo que proyectan. Según esta particular forma de calcular la estatura les puedo asegurar que Miguel Indurain alcanzaba los tres metros, aunque quizá haya menguado en la jubilación. Hagan la prueba: cuando tengan delante a una persona especial no estiren la cinta métrica hasta el pelo, sino hasta el contorno del aura. Verán como no me falta razón.

El aplomo de Nairo es la siguiente sorpresa: si hace frío o hay fantasmas usted temblará antes que él. Su presencia, cuanto más cercana, es un constante desmentido. Lo que algunos interpretan como timidez es en realidad prudencia, pensar antes de hablar, cartografiar el terreno, localizar y evitar zonas pantanosas. Tampoco es verdad su seriedad de tótem. Lo cierto es que maneja un fino sentido del humor que no practica ante extraños, como si fuera consciente de su responsabilidad institucional: líder de uno de los mejores y más caros equipos del pelotón, además de embajador de Colombia y cónsul de Latinoamérica.

Es un milagro que suba tan ligero con semejante carga. Lo habitual es que la chispa los deportistas geniales tenga origen en algún cortocircuito en el corazón o en la cabeza (casi siempre en la infancia), y no diremos nombres porque está feo señalar. Nairo, en cambio, tiene el sentido de la responsabilidad de los hombres grises, aunque su talento sea deslumbrante. Eso es lo que debió fascinar a Eusebio Unzue, propietario de la licencia que patrocina Movistar. Eso mismo tenía Indurain, el hermano mayor de ciclistas más viejos.

No es frecuente que un equipo tan poderoso proteja con tanto mimo a un corredor tan joven, menos aún si es extranjero. E igualmente extraordinario es que sea tan bien recibido por sus compañeros, sin celos de las vacas sagradas. Personalmente, no conozco ningún caso como el de Alejandro Valverde, 36 años y 123 triunfos. Después de disputar Giro (3º), Tour (6º) y Juegos (30º), se ofreció para ser gregario de Nairo en la Vuelta (12º).

Esa capacidad para ganarse voluntades (o para no ofender) se comprobó en la etapa de Formigal, la jornada decisiva de la pasada Vuelta a España. Contador atacó a Froome, aunque Nairo era el líder, y nada le importó colaborar con el maillot rojo hasta que se quedó sin fuerzas. Después, en la meta, una cámara los descubrió a ambos estrechándose las manos. La impresión es que Contador no había perdido del todo porque Nairo había ganado, virtualmente, la carrera.

El desafío, sin embargo, todavía está pendiente. Quintana no llegará a la altura de la expectativa que genera (a su aura) hasta que gane el Tour de Francia. Para lograrlo debe inventar algo que compense su desventaja en la contrarreloj respecto a Froome o pedirle a Contador el manual de bandolero. Será, si lo consigue, una hazaña sobre otra hazaña: ganar lo mejor frente al mejor, devorar al tigre siendo bulldog.

BIOGRAFÍA: Nairo Quintana nació el 4 de febrero de 1990 en Tunja, departamento de Boyacá, Colombia. Profesional desde 2009, en su palmarés tiene un Giro de Italia (2014), una clasificación de la montaña del Tour (2013), una Vuelta al País Vasco (2013), una Volta a Catalunya (2016) y la reciente Vuelta a España, entre otros logros.

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