Maider Unda es el ejemplo de luchadora nata. Esta vasca de 30 años, de Olaeta, se dedica puede que sea la única participante de los Juegos Olímpicos que se levanta todos los días a las seis de la mañana no para entrenar, sino para dedicarse a su tarea diaria: el pastoreo.
Maider cría 300 ovejas y ayuda a su madre a fabricar queso de Idiazabal. No se queja. Y en una entrevista al Diario Vasco asegura que lo más duro no es eso, sino las lesiones que ha tenido que soportar dedicándose a su otro vicio: la lucha libre. Hace siete años, una búlgara le rompió el pómulo tras propinarle un cabezazo brutal. "Nunca lo he pasado peor. Sufrí mareos y vómitos. Creí que me iba a morir".
Su historia como luchadora empezó a los nueve años. Luchaba con los niños de su pueblo. "La verdad es que me lo pasaba muy bien".
En 1998, se proclamó campeona de España, justo cuando la lucha libre para mujeres estaba echando a andar. A partir de entonces, Maider comenzó a competir con regularidad, pero las lesiones comenzaron a martirizarle. Sin embargo, ella resistió. "Si no lo dejas es porque te gusta. Estás un poco enganchada. Me encanta soltar adrenalina".
El 17 de agosto será su turno en los Juegos. Ese día, les tocará el turno a las luchadoras de 72 kilos, su categoría. "Yo voy con esperanzas de hacer algo bueno. Si no las tuviera, me quedaría en casa. Llevo todo el año trabajando para ello".
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