No es un secreto que Jorge Lorenzo ha sido popular por sus triunfos y también por sus celebraciones.

El mallorquín siempre ha sido muy apasionado para mostrar su satisfacción después de cada carrera ganada, con gestos ostentosos en alegría y euforia. Él mismo, consciente de lo que puede molestar al resto de pilotos o a los aficionados del mundo del motor, llegó a declarar no importarle "caer mejor o peor a la gente".

Lo que está claro, al margen de juicios o calificativos, es que el piloto de Aprilia ha dado espectáculo dentro y fuera de la pista. memorables son ya las celebraciones de Misano y Montmeló.

En la primera, Lorenzo emuló a un gladiador aguerrido en Misano, enfurecido. Una semana después declaró que el disfraz le había costado 6.000 euros para poder realizar la pequeña representación teatral.

En el segundo, en el Gran Premio de Montmeló, Jorge Lorenzo se convirtió en estrella del rock al conseguir el triunfo, en el que dos mecánicos de su equipo secundaban con guitarras eléctricas. Todo un espectáculo, por supuesto.

Entre otras escenas, Lorenzo a mostrado un sin fin de movimientos. Desde saltos imposibles, a escorzos irrealizables, pasando por gritos insuperables. La emoción llevada al máximo estremo con algo de teatro.

En Barcelona, antes de dar el concierto a modo Red Hot Chili Peppers, reconquistó el circuito al conseguir acabar primero. Se bajó de la moto y clavó la bandera con su nombre en el suelo, dejando constancia de quién pasó por allí.

Además de los diferentes conflictos vividos en la pista, del chupa-chups que habitualmente porta entre sus labios, este piloto es talento en bruto para dar espectáculo. Se describe como alguien "chulo" y le saca partido a la perfección.

Ahora habrá que esperar a MotoGp el año próximo para saber si esta tendencia se mantiene entre los grandes pilotos del panorama mundial.